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Nara: la nena que brilla en el Colón pero no tiene para zapatillitas de danza

María Virginia Bruno

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Nara Boyler Gallardo tiene once años y un sueño: triunfar en el universo de la danza clásica. Es sacrificado, lo sabe. Y su cuerpito menudo, que ya se para con el porte delicado pero confiado de toda una primera bailarina, lo siente.

Con apenas tres, se calzó las medibachas rosa y las zapatillitas de baile y se sintió cómoda. Todavía no hablaba bien, ni siquiera iba al jardín de infantes, pero como pudo esbozó: “mi vida es bailar”.

Sus primeros maestros, aquellos que no patearon el desafío de enseñar a una nena tan chiquita, la alentaron, elogiando sus “cualidades” y su “seguridad”.

Bastaron cuatro años de ensayos para que le dijeran que había llegado a un techo, que tenía que ir por más.

Desde entonces, su familia se ha amoldado en función de su sueño y la nena, que ya ha logrado vestir varias medallas de oro en certámenes nacionales e internacionales, se anotó en el la Carrera de Danza Clásica del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón.

Entró con ocho años. Eran más de doscientas y por delante había cinco rondas eliminatorias. Sólo seleccionaron a once: obtuvo 100 sobre 100 puntos.

El año pasado, Nara, en el emblemático primer coliseo nacional, participó en todos los ballets oficiales, habiendo sido elogiada por la mismísima Paloma Herrera, al frente del cuerpo de baile del Colón, quien le manifestó su interés en convocarla también para la presente temporada.

Durante el verano no descansó: junto a otros once compañeros fue seleccionada para el elogiado espectáculo “Disney en concierto”, coproducción entre el Colón y Disney, que se llevó las mejores críticas.

Parece un cuento de hadas. Pero para poder llegar a este presente, que hoy por ejemplo la tiene subida a un avión viajando a Estados Unidos para asistir a una serie de certámenes para los que fue becada íntegramente, hay que tener disciplina y hacer mucho (pero mucho) sacrificio.

EL DESPERTADOR SUENA A LAS 5

Son casi las siete de la tarde de un día normal en la redacción y la pequeña Nara entra “enrodetada como siempre”, dice su mamá Cecilia. Acaba de salir de la escuela -va al San Antonio- pero su día había comenzado a las cinco de la mañana, con una ducha, desayuno rápido y la clásica ceremonia del rodete perfecto porque de lunes a viernes, de 7 a 12, cursa en el Colón.

Según el día, y quién la lleve, vuelve en auto o en micro, con papá o con mamá, y, tras un almuerzo improvisado y sobre ruedas, entra en el colegio, en donde, flexibles, le han permitido ajustarse a sus horarios. En la institución saben que la nena tiene un futuro prometedor por delante y “cómo no le vamos a dar una mano”, fue la respuesta que le dieron a mamá cuando pidió ayuda.

La odisea de Nara sería apenas ajetreada, y no súper ajetreada, si terminara ahí. Pero no. La mayoría de los días de la semana, después del colegio, vuelve a Buenos Aires. Algunas veces para ensayar con el cuerpo de baile estable del Colón y otras para tomar clases en la Fundación Julio Bocca, en donde también está becada. El año pasado, además, ganó una beca de estudio por un año en la prestigiosa academia Arte XXI.

Los sábados y domingos, como si no fuera suficiente, no descansa nadie en lo de los Boyler Gallardo. Debido a su complicada agenda, Nara aprovecha sus días libres para tomar, en el estudio del ex bailarín de renombre, las clases de variaciones para certámenes y competencias que no puede hacer en la semana.

Porque, en medio de semejante agenda, Nara se presenta y gana en cuanto certamen haya.

En octubre pasado, en Córdoba, en el marco del encuentro GPAL, ganó una beca de estudio de tres semanas para Río de Janeiro, a donde fue en enero pasado, y en donde volvió a ganar otra beca integral para el Miami City Ballet, en donde se presentará ahora. Su travesía por el país del norte incluirá, además, una breve estadía en Nueva York, en donde hará un seminario para el que también fue becada.

MUCHO ESFUERZO ECONÓMICO

A pesar de las becas de estudio y formación que Nara ha conseguido por mérito propio, no es fácil para la familia Boyler Gallardo sostener semejante dinámica. Con papá y mamá empleados, viviendo en una casa alquilada del barrio Hipódrimo, llegar a fin de mes, entre tantos viajes, es complicado.

Con diferentes estrategias para ahorrar en el transporte, se las van rebuscando. “Hay días que nos cuesta horrores, con discusiones internas porque mi marido me dice ‘esta semana no tendríamos que ir a la tarde porque no vamos a llegar’”, cuenta Cecilia, su mamá.

El verano pasado, por ejemplo, agradeció al Colón la convocatoria para que la nena sea parte de la producción de “Don Quijote”, pero les fue sincera: “no tenía zapatillitas de baile, porque Nara había roto los dos pares que tenía, y que yo todavía no había terminado de pagar, porque las había sacado en doce cuotas”, relata la madre. Desde el Colón, le agradecieron su honestidad y le solucionaron el problema.

Dice la mamá que no le avergüenza pedir ayuda “porque sé que de otra forma no se llega”. En esta situación, “todo nos sirve porque es para que ella llegue: no queremos plata. Queremos que tenga las cosas que necesita para bailar”.

Y entre esas “cosas”, claro, están las zapatillas de punta que, para su piecito número 34, oscilan entre los 4 mil y los 8 mil pesos. “Nosotros empezamos comprando las del canasto, que estaban de oferta en ‘Juanita’. Tuvimos la suerte de que su pie nunca sufrió nada. Le compramos la que podemos, no las que debería usar”.

Cecilia advierte que no quieren que la nena se pierda esta oportunidad de triunfar en el universo de la danza. Pero la realidad es que se les hace difícil y mientras avanza, Nara, en este terreno, los gastos van siendo más grandes.

En su paso por GPAL, además de haber ganado la beca para Río de Janeiro, también ganó una para Houston, a la que asistió este año. Encantado con su talento en envase chico, el director de la academia norteamericana le ofreció, para el año que viene, una beca por seis semanas, y la posibilidad, cuando cumpla los 14 años, de firmar un contrato de cuatro años. Pero, para siquiera soñar con eso, les dijeron que tiene que aprender inglés, algo imposible para la economía familiar.

EL SUEÑO DEL ROYAL BALLET

A pesar de tanto esfuerzo, la pequeña bailarina dice ser feliz con esta vida que está llevando, y cuenta en qué piensa cuando su cuerpito le pide parar.

“Algunas veces cuando termino las clases me empiezan a temblar las piernas, pero empiezo a pensar que, como no tengo mucho tiempo para tomar las clases de la Fundación (Julio Bocca), no puedo faltar a la próxima clase (después del colegio), tengo que aprovechar esta oportunidad para que me rinda para la semana”, reconoce, con una seguridad envidiable.

No es Nara el caso de padres que buscan cumplir sus propios sueños con sus hijos. “Nosotros nunca la obligamos a nada. Siempre le preguntamos si quiere seguir bailando, porque vemos todo el esfuerzo que hace, y es toda una decisión de ella que nosotros apoyamos”, responde Cecilia, mamá también de la pequeña Pilar, que quiere seguir los pasos de su hermanita, y de otros dos más grandes, que ya están casados, y de uno de corazón y de crianza.

En el futuro, Nara sueña con enfrentar una platea en particular. “Me gusta mucho el Royal Ballet de Londres”, aspira en grande la nena que tiene como referentes a Marianela Núñez -argentina y figura actual del mítico teatro londinense-, además del ruso Daniil Simkin, el mexicano Isaac Hernández y la ya mencionada Paloma Herrera.

“La danza es lo mejor que me pudo haber pasado”, resume Nara, agradecida siempre a su familia por acompañarla en esta sacrificada aventura en la que busca destacarse.

“No me da pudor pedir ayuda porque sé que de otra forma no se llega. Queremos que Nara tenga las cosas que necesita para bailar ”

Cecilia Boyler Gallardo, mamá

Se levanta a las 5, a las 7 entra al Colón, regresa a La Plata para ir al colegio y se vuelve a ir a Capital

“Algunas veces cuando termino de ensayar me tiemblan las piernas, pero tengo que seguir y aprovechar esta oportunidad”

Nara Boyler Gallardo, bailarina