Inicio Argentina Trabajo, respeto y espíritu comunitario, marcas japonesas detrás del Bon Odori

Trabajo, respeto y espíritu comunitario, marcas japonesas detrás del Bon Odori

Por: CARLOS ALTAVISTA
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“El Bon Odori tiene elementos del budismo, pero no es un evento religioso. De hecho, en Japón, de esta costumbre milenaria también participan los católicos, que representan la segunda religión del país”.

El viernes, en su céntrico estudio de arquitectura, el misionero Víctor Mizuta, segunda generación de su familia en Argentina, explicó qué significa y cómo se vive la festividad nipona que ayer, en la Ciudad, se celebró por vigésimo año consecutivo.

Víctor, quien llegó a La Plata a los 18 años para estudiar en la Universidad, describió al Bon Odori como “una costumbre milenaria basada en el respeto a los ancestros”.

“Bon es festividad y odori, baile. Un día de verano, se danza al compás de los taiko (tambores japoneses) para recibir con alegría a las almas de los ancestros que bajan esa vez para disfrutar junto con los suyos”, relató.

La versión platense es conocida en el país nipón. “Una vez vino un diario de allá a cubrirla, porque es una de las más grandes y convocantes fuera de Japón”, dijo este platense por adopción que este año conocerá la tierra de sus antepasados merced al béisbol.

“Es nuestro principal deporte. El club (la Asociación Japonesa de La Plata) compite en la Liga Metropolitana en todas las categorías, con un 95 por ciento de chicos descendientes de japoneses. Y fuimos invitados a jugar allá”, comentó con una amplia sonrisa.

La Asociación Japonesa de La Plata nació hace 50 años y hoy cuenta con 160 familias asociadas. No existen los socios individuales.

En realidad se trata de cinco asociaciones zonales que trabajan en forma articulada: las de Abasto, El Peligro, El Pato, Los Porteños y Colonia Urquiza.

Aparte, hay entre 50 y 60 familias más que participan activamente de la organización de la fiesta.

La primera edición del Bon Odori platense se realizó en 1999.

En el predio de Colonia Urquiza situado en 186 y 482, donde funciona “el club” -como lo llaman, a secas- y la Escuela Japonesa a la que concurren casi 100 alumnos, se dio aquel puntapié inicial con muy poquita gente. Fue creciendo y creciendo, hasta que “el año pasado hubo entre doce y trece mil personas”, subrayó Víctor Mizuta.

Al otro lado del globo

En Japón, el Bon Odori se lleva a cabo entre julio y agosto, es decir, en el verano boreal.

“No existe una fecha precisa para la celebración. Se van realizando las festividades en todos los pueblos y ciudades, de manera que en muchos casos se superponen”, señaló Víctor.

Así, se utilizan kimonos livianos, se toman bebidas frescas y helados, añadió.

“La danza consta de pasos simples. Pero las fiestas, de una gran preparación. Aquí han trabajado 250 personas en forma voluntaria para llevarla a cabo. Y todos lo hacen con un enorme compromiso. Al punto que muchos dejan su trabajo un día o dos para sumarse a la organización”, resaltó el arquitecto.

Ayer, el 20º aniversario sólo trajo un elemento distintivo. En una pantalla gigante, se pudo escuchar el testimonio de uno de los fundadores del Bon Odori platense, hoy en día viviendo en Japón.

Pero los chicos y chicas de la escuela aportaron dos cosas nuevas. Todos los alumnos bailaron y, además, tocaron instrumentos de madera típicos de Japón.

Además se presentó en sociedad una plaza de juegos donde los niños y niñas tenían que practicar la pesca lúdica como en el país nipón. “Con un aro cubierto de papel higiénico, que hace las veces de red. Los pececitos que saquen, se los llevan”, explicó Víctor. ¿Y no se rompe el papel en el agua? “Hay que hacerlo con mucho cuidado y paciencia”, respondió. Es decir, a la japonesa.

Volviendo al país donde todo nació, se le consultó por las costumbres en relación a los difuntos. “El destino lo decide cada familia, como acá. Se puede cremar el cuerpo o enterrar. Lo distinto viene después”, aclaró. “Allá, a los 7, a los 14, a los 21 días, la familia se reúne a comer, y se enciende una especie de sahumerio, aunque sin perfume, cuyo humo ayuda a que el alma del difunto se eleve”, relató.

El Bon Odori, en cambio, es el alma que baja a reunirse con los suyos, siempre en un clima alegre.

“Bon es festividad y odori, baile. Un día de verano, se danza al compás de los taiko para recibir a las almas de los ancestros”

Víctor Mizuta, Asociación Japonesa La Plata

Cuando Víctor dijo que no se debe confundir tradiciones con religión, también se remontó a su pueblo en Misiones, al que vuelve cada vez que puede.

“Para entrar a la casa de mi madre, me quito los zapatos. Pero no por ser una práctica religiosa, sino por respeto. Es una costumbre que se conserva. En Japón es así”, puntualizó. Asimismo, aprovecha cada viaje al noreste argentino para visitar el altar de su padre.

Sin porteros

Esa combinación casi sin fisuras entre el respeto a pie juntillas por los ancestros y las más caras tradiciones y el desarrollo industrial y tecnológico de punta es una de las tantas razones que han convertido a Japón en una cultura tan admirada, aquí y en el mundo.

Aún se recuerdan esas imágenes de aficionados japoneses limpiando el estadio donde, minutos antes, su selección de fútbol había derrotado a la de Colombia en el Mundial de Rusia. Víctor contó algo que demostró que aquello no fue una acción aislada ni mucho menos.

“A la escuela (japonesa de La Plata, que funciona en el club de Colonia Urquiza) van casi cien alumnos de distintas edades. Cada uno estudia en su colegio. Luego, los martes, jueves y sábados van a aprender la lengua y las costumbres japonesas”. Hasta ahí, ninguna novedad. La cuestión es que los sábados “terminan las actividades media hora antes porque todos los chicos limpian la escuela. No hay porteros”, apuntó Víctor. ¿Y en Japón? “Allá es igual”.

Tercera generación

La fiesta empezó a las 17. La gente, al igual que en los últimos años, hizo hasta cinco cuadras de cola o más para entrar.

Una vez en el predio, se encontró con 100 puestos formando un gran rectángulo en torno a la torre central. El 60 por ciento eran de comidas típicas, como el takoyaki (buñuelos con un pedacito de pulpo en el centro) o el yakitori (brochette de pollo con morrón, cebolla y una salsa especial, cocinada a las brasas), entre otras.

Hubo espectáculos musicales, con grupos de taiko y los alumnos de la escuela que bailaron y tocaron instrumentos típicos. Luego, los discursos de rigor, y a las 22 los fuegos artificiales. Desde ese momento y hasta la una de la madrugada, el “corazón” del Bon Odori, con las danzas milenarias al ritmo de los tambores. Un grupo de mujeres se encargó de enseñarles los pasos a los visitantes.

“Ya se mezclan tres generaciones. La primera conforma el grueso de los floricultores. Yo soy segunda generación. La tercera, la de los jóvenes de hoy, tiene una fuerte inclinación hacia los estudios universitarios”, remató Víctor, quien no se quiso apartar de las tradiciones niponas: nada de fotos por favor, porque esto es de toda la comunidad y no hay que personalizarlo. Cien por ciento japonés.

Alumnos y alumnas concurren tres veces a la semana a la Escuela Japonesa de La Plata que funciona en Colonia Urquiza, junto al club. Aprenden la lengua y las costumbres del país asiático. Limpian ellos el colegio -igual que se hace en Japón- pues las escuelas no tienen porteros.

Familias están asociadas a la Asociación Japonesa de La Plata. No hay socios individuales. La primera generación es básicamente floricultora. La segunda empezó a diversificar su actividad. Los jóvenes -tercera- optan por la Universidad.