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Una guerra verbal entre el albertismo y La Cámpora, que por ahora suena a conventillo

Las facciones más parlanchinas del oficialismo están tirando peligrosamente de una cuerda imaginaria que, por ahora, los mantiene unidos sólo para las formalidades. ¿Y si esa cuerda llegara a romperse de tanto tironeo? ¿Hasta cuándo, por ejemplo, va a tolerar La Cámpora, sin ningún tipo de reacción política, que Aníbal Fernández -hoy más vocero del Gobierno que Gabriela Cerruti- les diga “vagos”, que tienen “pésimo prestigio” y que no le ganaron a nadie?

Porque está claro que el ministro de Seguridad, un experto en pirotecnia verbal, no habla sólo a título personal: es el canal que eligió Alberto Fernández para responder, sin meterse él mismo en el barro, a los ataques previos del camporismo sobre su figura. Que fueron y son utilizados como estrategia descalificadora contra su posible candidatura presidencial por el Frente de Todos.

El kirchnerismo duro no quiere que el Presidente se postule para la reelección porque lo considera un mal postulante debido a los bajos índices de adhesión a su figura que reflejan por ahora las encuestas, generados sobre todo en el descalabro económico, la inflación y el ajuste -aún cuando es más bien tibio- del gasto público.

Lo notable es que, como ya contó este diario, ese camporismo defendería la idea de la posible candidatura de Sergio Massa como figura de consenso. Quien, hasta donde se sabe, es la cara del 102,5% interanual de inflación, del reciente 6,6% de febrero y del 13,1% en los dos primeros meses del año. Y además es el garante del acuerdo que él mismo firmó con el Fondo Monetario Internacional para refinanciar la deuda heredada, bajo condiciones de revisión y achique. Un acuerdo que, por cierto, fue avalado por Cristina Kirchner. Si no, jamás se hubiera firmado.

Pero La Cámpora y otros sectores del cristinismo, en ese raro ejercicio de hablar como si no fueran parte del gobierno, insisten en culpar de “los costos” de aquel acuerdo sólo a Fernández.

Se agarran por ejemplo de que Máximo Kirchner, en un gran gesto actoral, renunció a la presidencia del bloque del FdT cuando el Congreso debió aprobar lo conversado en Washington.

LO QUE DIJO LA CÁMPORA

El comunicado que acaba de publicar la agrupación, de durísimos términos contra el FMI, contra el Presidente pero donde no se menciona al ministro de Economía, es la pieza testimonial más reciente de esa “resistencia conceptual”.

Sería una anécdota sobre reacciones juveniles, de estudiantina, si no fuera porque el camporismo domina algo así como el 70% de las “cajas” de la gestión nacional que, discursivamente, parece no acompañar. Y no sólo eso: según el Presupuesto 2023 -hay que ver si después se cumple- las áreas que capitanean los “Máximo boys” casi que quedaron a salvo del ajuste del gasto general que dispuso el Ejecutivo. Organismos como Anses, PAMI, Aerolíneas Argentinas, Correo, etc., en algunos casos incluso tendrán aumentos.

Si viniera un observador extranjero y leyera el mencionado comunicado de La Cámpora de hace dos días seguramente apostaría un pleno a que el Presidente los rajó a todos del Gobierno apenas se hizo público. Perdería.

Como sea, con su empecinamiento en ir a las Primarias Abiertas para dirimir quién será el próximo candidato presidencial, Alberto parece haber encontrado la vía para expresar un cierto grado de hartazgo. Si el cristinismo lo veía como un pelele, ahora parece enfocarlo como un enemigo. En especial después de la filtración de los chats con el periodista Roberto Navarro, en los que confiesa que se ve a si mismo como una suerte de justiciero peronista que va a “terminar con 20 años de kirchnerismo”. Sacrilegio total para el Instituto Patria.

Conviene explorar esa idea, cuya filtración acaso no haya sido una negligencia del reportero.

En el albertismo creen que los camporistas-cristinistas le hablan básicamente a su núcleo intenso de militantes, que en términos país es minoría. Y percibirían que hay un cierto mandato intra- peronismo para, efectivamente, pasar a retiro a ese mundillo hiper K (que, digámoslo, el propio Presidente ayudó a fortalecer en sus primeros tres años de mandato) pero a la vez no lo estarían viendo a Fernández con el suficiente peso político para liderar el plan. ¿Será por eso que La Cámpora mima tanto a Massa, el real hombre fuerte del gobierno?

CONTRA LA PROSCRIPCIÓN

Más dudas: ¿Los filosos mensajes de Aníbal contra los “pibes para la liberación” (acaba de esmerilar a la quilmeña Mayra Mendoza, por ejemplo) encierran un mensaje, una invitación a otros referentes del PJ de todos sus niveles a que se animen a rebelarse, a no comprar la tesis de la proscripción de Cristina como elemento ordenador de las interna del peronismo? Especulaciones.

Sobre el relato de la proscripción de la vicepresidenta, el combustible de un operativo clamor que por ahora asoma más bien tibio, encapsulado sólo en el fanatismo casi religioso, el senador Oscar Parrilli parece haber pasado un límite. Como se sabe, es casi la sombra de Cristina.

“Antes de la presentación de listas, Cristina tiene que ser absuelta”, dijo el neuquino en referencia al fallo condenatorio por la causa Vialidad. El camino es judicial es largo y hasta que no haya condena firma la vice podría ser candidata. El razonamiento de Parrilli se enmarca en un supuesto paralelismo entre la condena a CFK por corrupción y la expulsión del país por decisión de una dictadura de Juan Domingo Perón y la posterior prohibición para que el peronismo compita en elecciones. “Así la Argentina no es viable. Nadie va a poder gobernar ganando las elecciones con una proscripción. Esto ya se vio y se probó”, dijo Parrilli.

No se escuchó ninguna voz justicialista relativamente encumbrada avalando semejante osadía.