Inicio Argentina Una ola amarilla que se extendió por todo el país

Una ola amarilla que se extendió por todo el país

Una ola amarilla cubrió el país. Es cierto que los cargos no estaban en juego pero la dura derrota del Gobierno nacional anticipa que en noviembre la victoria que se descontaba ya no es tal. En el tiempo de los análisis la primera conclusión es que la opinión de los argentinos emiten a través de las urnas es imprevisible para encuestadores y politólogos. La incógnita está planteada en cómo absorberá el binomio presidencial un pronunciamiento electoral tan desfavorable.

La gran sorpresa se la llevó Buenos Aires. El Frente de Todos, preferido en muchos de los sondeos previos, caía por unos 5 puntos frente a la sumatoria de las dos listas que presentó Juntos. El dato es especialmente duro para la Casa Rosada: se trata de un distrito emblemático para el kirchnerismo, fortaleza política fundamental de la vicepresidenta Cristina Kirchner, que hace dos años fue crucial para el triunfo del peronismo a nivel nacional.

Los cargos nacionales que se ponen en juego dentro de 60 días son diputados y senadores. En algunos distritos, se elegirán ambos y en otros sólo los candidatos a la Cámara Baja. Ayer, en las 24 provincias quedaron conformadas las listas de cada fuerza, en base a los reglamentos internos individuales que estipulan cómo serán las fusiones entre las líneas internas. En muchos casos, no hubo Primarias efectivas (sólo la obligación de presentarse al comicio) porque se consensuaron listas de unidad.

Distritos muy importantes por su cantidad de votantes, como Córdoba, Mendoza o Santa Fe, le dieron la espalda al Gobierno. La Ciudad Autónoma ratificó la pertenencia macrista, aún con la discutida mudanza de la ex bonaerense María Eugenia Vidal. Hasta la simbólica Santa Cruz, remota y de pequeño padrón, cuna del kirchnerismo, fue una mala noticia para el presidente Alberto Fernández, quien quedó preso de su palabras por plantear que este turno electoral sería casi un plebiscito de su administración y de cómo gestionó, particularmente, la pandemia de Covid-19.

El oficialismo podía mostrar anoche preponderancia electoral en Catamarca, Tucumán, La Rioja, Formosa y San Juan, provincias donde el Frente de Todos resultó la fuerza más votada, y en Santiago del Estero, donde se impuso el partido provincial del gobernador Gerardo Zamora, contabilizada en el poroteo general como una provincia oficialista. En un par de distritos (Neuquén, Río Negro) ganaron los partidos provinciales que gobiernan.

Anoche había una mezcla de desconcierto y bronca en el Gobierno. Sin embargo antes, durante la jornada de votación y en el primer par de horas posteriores al cierre, se había visto una cierta euforia. Sondeos a boca de urna daban ganando al Frente justicialista en Buenos Aires por algunos puntos. Hasta se vieron festejos de candidatos y funcionarios; hubo quien se animó a pasos de baile. Se esperaba un triunfo apretado, no una derrota.

Voto castigo

Un primer análisis que se escuchaba ayer en el mundillo político hablaba de un evidente voto castigo al Ejecutivo nacional. Como siempre que se da un resultado adverso, suelen confluir varios factores para explicarlo. La cuestión económica asoma innegable: altísima inflación, pérdida del poder adquisitivo del salario, ajuste jubilatorio, miles de pymes cerradas por la pandemia y la cuarentena, aumento de impuestos y demás.

También los escandaletes coyunturales, como el llamado vacunatorio VIP o la fiesta de cumpleaños de la primera dama en Olivos, en pleno confinamiento general. Quedó en evidencia que fracasó la estrategia gubernamental de basar gran parte de la campaña en el tema vacunas. Se lo presentó como una gesta, a pesar de que hubo demoras serias y desprolijidades varias.

Probablemente, muchos votantes que no son del núcleo duro kirchnerista, que hace dos años acompañaron a Alberto buscando moderación, esta vez le dieron la espalda a un presidente que no logra disimular los condicionamientos de su vice, real jefa política del espacio, quien además viene amagando con radicalizarse e incluso ganar más posiciones de poder.

Para Fernández, además, la de Buenos Aires es una derrota especialmente traumatizante: la principal candidata del Frente de Todos, la platense Victoria Tolosa Paz, es considerada una creación propia, aceptada por el resto de las patas de la alianza oficialista. Ayer fue el Presidente quien puso la cara para aceptar la derrota.

En el caso de Cristina, obsesionada con controlar el Senado, también es una mala noticia el cachetazo nacional de ayer: si estos resultados en las provincias se repitieran en noviembre el peronismo perdería el quórum propio (caería a 35 bancas) y la capacidad de avanzar allí con ciertos proyectos polémicos, en especial los vinculados a la reforma de la Justicia. Ni hablar si se agravaran los guarismos.

La pregunta que queda abierta es cómo impactará este resultado en la gestión del gobierno: si habrá cambios de gabinete o de rumbo y qué decisiones se tomarán para intentar revertir la foto de ayer. En especial en materia económica y fiscal, allí donde los políticos suelen cometer imprudencias en nombre de las necesidades electorales.