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Vibra el continente

Tras una ceremonia breve pero efectiva, sin demasiado despliegue tecnológico, más allá de los juegos de luces, y con la representación de los pueblos sudamericanos, la pelota anoche comenzó a rodar en el estadio Morumbí de San Pablo, y la Copa América de selecciones se puso en marcha con ilusiones renovadas. Una competencia que empezó a captar el interés popular en el continente, aunque su alcance será mayor, pues los derechos televisivos van más allá de los países involucrados directamente a través de sus equipos.

Fuentes ligadas a la organización han dado cuenta de cifras millonarias en lo que tiene que ver con el desarrollo de este torneo, al cual anoche le dieron vida los representativos de Brasil y Bolivia: derechos de TV, ingresos por venta de localidades, premios y turismo, por nombrar a los más significativos. Todo con la Conmebol como eje.

Más allá de los matices, que siempre dividen las aguas en este tipo de episodios, la fiesta de apertura resultó anoche breve, aunque impactante. La canción “Vibra el continente” fue escuchada en cada rincón, y el comportamiento de los ocupantes de las tribunas dejaron ver la pasión de un país que necesita gritar campeón.

A propósito del tema oficial del certamen, fue interpretado por Léo Santana y Karol G, en el marco de una fiesta cuyos detalles diagramó Edson Edermann, su director artístico, e incluyó unas 400 personas en escena, además de 100 músicos y luminaria con LED.

El público, a través de todos los carriles, recibió a través de un grupo de niños vestidos con las camisetas oficiales de los diferentes países, una invitación de Brasil para lo que se supone una gran celebración de los pueblos sudamericanos.

Las puertas del estadio Cícero Pompeu de Toledo, más conocido como el Morumbí, fueron abiertas con varias horas de anticipación, para evitar complicaciones en el ingreso, y respecto del público que puede llegar a mover esta Copa América, hay cifras preliminares que son explicativas.

En la tarde de ayer, sobre el comienzo del partido inaugural, se llevaban vendidas casi 700 mil entradas en más de 100 países, con tickets agotados para cada presentación de Brasil, y cifras que no se detienen en lo que hace a entradas y paquetes para simpatizantes de la Argentina y el resto de los países que están en competencia.

Finalizó entonces la cuenta regresiva, definitivamente se interrumpió la competencia local en cada uno de los 12 países involucrados y los interrogantes que pudieron surgir en la previa sobre el atractivo de esta nueva edición de la Copa América tuvieron una respuesta contundente: el fútbol de ninguna forma puede pasar de largo, y menos en Sudamérica.

Después de la Copa del Mundo 2014 y de los Juegos Olímpicos Río 2016, Brasil se vuelve a convertir en el eje del deporte continental, con la infraestructura que dejaron aquellos dos encuentros que acapararon la atención de todo el planeta y una organización aceitada para manejar no solamente lo que tiene que ver con el desarrollo de la competencia, sino también lo relacionado con el turismo y todo lo que se mueve a su alrededor.

La inauguración fue entonces el punto de partida, un verdadero show de luz, música y color, que se redujo a menos de un cuarto de hora (tiempo neto) aprovechando experiencias anteriores, en las cuales fiestas muy bien organizadas terminaron cansando, a los testigos presenciales y en particular a los miles de seguidores a través de la transmisión televisiva. Más allá de los matices que siempre dividen en este tipo de acontecimientos.

La primera noche del torneo que interrumpirá la competencia en toda Sudamérica incluyó a varios argentinos. Empezando por Néstor Fabián Pitana, el misionero que después de haber sido el árbitro del partido inaugural y la final de la Copa del Mundo Rusia 2018, fue elegido para el control del juego entre Brasil-Bolivia,

No fue el último argentino presente en el Morumbí, ya que estuvo acompañado por los jueces de línea Hernán Maidana y Juan Pablo Belatti; mientras que el VAR estuvo bajo el control central de Patricio Loustau, Fernando Rappalini y Ezequiel Brailovsky.