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Cuando los catalanes construyeron la nación española

Visión casi incontestada, que comienza a estar coja: el primer tercio del siglo XIX, y a lo largo de todos esos años, es el instante de la recuperación de la catalanidad. Es la ‘Reinaxença’ nacional catalana que se manifiesta abiertamente como tal «justo en el mismo momento en el que, si mi lectura de los documentos es correcta, el nacionalismo español triunfa como ideología dominante de toda la sociedad de Cataluña».

Esa Reinaxença ya se había ido perfilando –siguiendo la versión dominante en Cataluña—desde la época de la Guerra del francés (Guerra de la Independencia), «cuando todo indica, en mi misma lectura, el inicio decisivo de la intervención de los catalanes en la construcción de la nación española. La antítesis es total».

Lo explica de forma extensa, a lo largo de 950 páginas llenas de notas y citas, el historiador Joan-Lluís Marfany (Barcelona, 1943), profesor de la Universidad de Liverpool desde 1972 hasta su jubilación en 2008, en Nacionalisme espanyol i catalanitat, cap a una revisió de la Renaixença (Edicions 62), un libro que rompe esquemas y en el que se ha tenido en cuenta prácticamente todo lo que los catalanes de la época escribieron, en catalán y en castellano.

¿Distinto a lo español?

Marfany constata la transformación cultural, social y política desde finales del siglo XVIII hasta la restauración de los Jocs Florals de Barcelona, en 1859. Ese periodo, con matices, es el que se conoce como la Reinaxença, y que, posteriormente, se entendió como la recuperación de una conciencia nacional catalana, basada primero en las cuestiones de lengua y cultura, para servir después a proyectos políticos concretos, siempre con la idea de pertenecer a una realidad política distinta a la española.

El libro, sin embargo, cuestiona esa lectura. No niega esa recuperación cultural. Lo que aporta Marfany es que esas mismas elites que protagonizaron la Reinaxença, al mismo tiempo, construían la idea de nación española. Pero va más allá, al señalar las contradicciones de los apologetas de ese cambio de paradigma, que llegaría, supuestamente, con la Reinaxença. No podía revivir lo que nunca había muerto. Lo que ocurre es que, en realidad, retrocede luego cuando se supone que se iba a potenciar.

Es decir, «no es sólo que la lengua catalana mantenga aún durante todo el Setecientos una considerable presencia, en todos los sectores sociales, en el campo escrito y que sea justamente durante la primera mitad del Ochocientos, y especialmente a partir de mediados de los años 30, (del siglo XIX), que retrocede rápidamente y se instale la plena diglosia en toda la sociedad. Es que los responsables, y responsables totalmente conscientes, de que eso pase son ‘exactamente’ los mismos hombres –y alguna mujer—en los que se suele reconocer a los grandes líderes de la Reinaxença».

Liberales españoles, ergo liberales catalanes

Y, citando un trabajo de Josep Moran, Marfany añade que «ya hace tiempo que Josep Moran identificó a los ‘liberales españoles’ como los principales culpables de esta historia: no hay nada que decir, siempre que no se olvide que esos liberales españoles eran catalanes. Y delante de todos, estaban los intelectuales».

El recuerdo del desastre de 1714 se mantenía. Marfany recupera muchas expresiones y citas. En los viajes por todo «el país», en los diarios de esos viajeros, como Zamora, se recuerdan algunos saludos ilustrativos: «Bon dia a tot lo món, menos a Manlleu, Centellas, Berga y Tagamanén –pueblos botiflers todos—y se responde Amén». Se trataba de la plana de Vic, territorio claramente austracista.

Pero otra cosa era la traslación de todo ello en una conciencia nacional, cuando lo que ocurre a lo largo del siglo XIX, principalmente a partir de la Guerra de la Independencia, es que se construye la nación española, y los catalanes la abrazan, colaborando en ese proyecto, aunque sin dejar de lado una pertenencia «provincial o regionalista».

Un proceso en paralelo

Marfany trata de argumentar, y lo hace con avalancha de documentos y citas, que la Reinaxença no fue un movimiento en contra de un supuesto nacionalismo español previo.

«La aproximación habitual trata el nacionalismo español como un dato previo, un marco o un contexto estático dentro o contra el cual se desarrolla el proceso histórico de la Reinaxença. Se olvida así una cosa fundamental, (…), que la construcción de la nación española (en Cataluña y por catalanes) es también un proceso, y un proceso que tiene lugar en esa misma época, al mismo tiempo que el otro, y en sincronía y estrecha relación con él».

En lo que Marfany insiste es que existe una relación subordinada entre el nacionalismo español y el sentimiento «regionalista», entre «el patriotismo y el amor al país, y la naturaleza subordinada del segundo respecto del primero».

¿La lengua o la industria?

Sin embargo, ese «regionalismo» catalán tiene una especificidad clara respecto a otros regionalismos que pudieran existir en todo el territorio español. Marfany tiene claro, y lo precisa con un exhaustivo análisis de la burguesía catalana, de los hombres de la industria catalana, que lo específico de esa «regionalidad» no es tanto la lengua, como el modelo de desarrollo económico, que se contrapone con la realidad económica española en aquel momento.

Y eso es lo que, de nuevo, ha aflorado en los últimos años en Cataluña, si atendemos a algunos análisis económicos, desde la denuncia del déficit fiscal a la necesidad empresarial de que España tenga mayor influencia en las instancias europeas para promover un marco más favorable.

Modelo económico, ¿también ahora?

Marfany señala, en referencia a ese momento crucial, la Reinaxença: «La lengua era un factor menos que secundario en el desarrollo de la ideología regionalista. No: lo que daba una fuerza especial al regionalismo catalán y lo singularizaba era otra cosa. Era lo que ahora denominaríamos un modelo de desarrollo económico y de organización social que interesaba, ni que fuera en grado diverso, prácticamente a todos los sectores de la sociedad catalana, que partía de unas transformaciones estructurales que no tenían paralelo dentro del Estado nacional en construcción y que por eso mismo se enfrentaba a una constante y muy extensa oposición a su implantación por parte del resto de ese Estado. Era –insiste Marfany—en la expresión más corriente, la ‘defensa de la industria nacional».

¿Sigue siendo ese el distintivo de la sociedad catalana? El libro de Marfany está llamado a agitar el debate actual, aunque sea en el contexto de la Reinaxença, cuando Bonaventura Carles Aribau escribió su Oda a la Pàtria, en 1832.