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Torrent, el brazo tonto de la ley

En el «Gran Carnaval» Kirk Douglas era un periodista sin escrúpulos y borracho. Chuck Tatum, que así se llamaba Douglas en la película, condena a una muerte segura a un hombre atrapado bajo un pretexto espúreo: servir a la noticia. La presión por la primicia ha sido luego el origen de que en lugar de atenerse a los hechos, la información se ponga al servicio de una causa falsificando la noticia o suplantándola. La gestualidad inquisitiva de los sediciosos noticieros de la sexta y de la cuarta noticias responde a ese propósito, promover el escándalo noticiero como si la autenticidad de una noticia dependiera enteramente de las emociones que pueda producir en un espectador tan ignorante, como indefenso.

El senegalés Arona Diakhate resulta para los agentes noticiosos una víctima de la policía, cuando antes de haber sido instruido a hacerlo así, ignoraba por completo el origen de su lesión, y desconocía quien podría haberle golpeado. Para el periodismo amarillista y canalla de el país, tan proclive a vender como noticia cualquier irredentismo sexual, Arona Diakhate sufrió quince puntos de sutura en lugar de cuatro, y las lesiones habían sido causadas por la policía en una expresión de rabia. Ningún examen del video, ninguna identificación del médico de urgencias, ningún examen contradictorio del relato. La burda banda de podemitas de Carmena hace el resto, porque como buen juez que fue, conoce que no es la verdad lo que se ventila, sino el relato que resulta congruente con el propósito de renegar del Estado, atacar a las instituciones de las que se alimenta, como en el pasado, con toda impudicia, y obtener réditos para una panda de sediciosos y ganapanes. Carmena es el epítome de la cultura del resentimiento.

Parece evidente que no es la noticia lo que cuenta, sino la forma en que se reconstruye y con qué propósito. Los heridos leves de las refriegas secesionistas, se convierten en dos mil heridos graves, una cifra que crece al albur de aquella misma afortunada que contó haber sido abusada y perdido la funcionalidad de sus dedos, por la acción de la policía. ¿Cómo habría de ser noticia si no, una invención?. Se trata de producir los efectos deseados y no estar al servicio del interés público, informar. Ahora no se pierde a un hijo a manos de una asesina. Solo si se concita la irritación pública puede imponerse el duelo. Ningún duelo es ahora íntimo, solo existe en cuanto se observa su presencia en los medios.

Tener la primicia en el periodismo clásico, se ha substituido por producir la noticia, establecer un tribunal social que cuestione el sistema judicial y el orden social por completo. Ahora son las redes tóxicas las que destruyen una identidad, o un pais como Reino Unido. William Randolph Hearst provocó una guerra entre EEUU y España con una noticia falsa sobre el portaviones Maine. No inventó nada Orson Welles cuando descubrió como una teatralización de la «Guerra de los mundos» podría devenir en el suicidio de los ciudadanos que escucharon un mensaje apocalíptico. ¿Es que carecen de interés las noticias reales?. Las falsas noticias pueden llevar a la muerte, y al suicidio incluso de un pueblo. Todos aquellos que veían desfilar desde sus casas los ajusticiados por el nazismo ignoraban por supuesto el tipo de tropelías genocidas que se cometían contra sus convecinos y sus conciudadanos. Faltaba el testimonio de periodistas honrados para declarar lo que conocían, y sobraban aquellos al servicio del régimen. Una noticia no es sino dependiendo de la causa a la que sirve, y la muerte por caída de un árbol resulta de un riesgo permitido si la alcaldesa es podemita, y sería un riesgo no permitido si la alcadesa no fuera podemita.

Que el Estado no tiene una unidad de propósito es algo que se sabe desde que cayera el mito marxista del capitalismo de Estado. Como declarara el Nobel Buchanan, el propósito de un Estado es el que representan los actores públicos que usufructúan su presupuesto. Así ocurre que el Estado alimenta a los que compiten entre sí por destruirlo, con el mismo aliento con el que compiten aquellos que viven del peculio público. El Estado siega la hierba bajo sus pies.

Frente al parlamentarismo clásico en el que el debate de los problemas exigía el conocimiento de los efectos de las actuaciones públicas, el parlamentarismo actual está bajo el control de los medios que excitan las pasiones de sus clientes políticos, en particular de aquellos que ven amenaza su posición de clase por la acción pública racional. Navega en el filo de la navaja alimentando a las hordas de Arran, los nuevos Jarrai trufados del espíritu terrorista de Terra Lliure. Torrent debe al tiempo alimentar a aquellos que sostienen el discurso victimista de las Gestoras pro amnistía, y las fuerzas de choque de la kale borroka, a espaldas de ese pueblo que le desalojará de su posición. La cultura narcisista y supremacista hace el resto. Debe facilitar el duelo de una derrota alimentando la refriega y la violencia secesionista y al tiempo evitar que las leyes se impongan a sus obvias transgresiones. Se trata de quedarse en esa tierra de lo legalmente discutible. No tenían ni tienen ningún proyecto de gestión de gobierno, ningún objetivo político, ningún propósito de interés público. No les importa estar en un eterno stand by político cuando no les interesa en absoluto la gestión, sino unicamente sus beneficios. El único objetivo era sostenerse en esa madeja del Estado que alimenta todos los intereses privados. No se trataba de un comisionista más o menos, de una exacción parafiscal aquí y allá, de una malversación u otra. Montados en la burra del alimentario, aspiraban a perpetuarse en el poder excitando la violencia hasta el punto de que prevalezcan sus intereses corporativos.

Bajo una densa niebla de color amarillo los ciudadanos de aquella ciudad se dedicaron a hacer lo único a lo que estaban predestinados, al amor libre. Al ser ciegos, la forma del cuerpo no era critica para tener un pensamiento libidinoso. La obtención de poder es el único objeto de su libido. Torrent ha devenido en el brazo tonto de la ley.