Inicio Colombia A Tumaco llegaron 17 ángeles con estetoscopio

A Tumaco llegaron 17 ángeles con estetoscopio

Lupe Torres llega con su hija, Erika Cantín, de 25 años en brazos. A sus 50, Lupe conserva la fuerza y el amor intacto por su ‘pequeña’, que desde los seis meses es prisionera de un cuerpo totalmente paralizado por una meningitis.

Lupe pasa el puerto de registro, entra a la Fundación Unidad Tecnológica del Sur, sube al segundo piso y descarga el cuerpo de su hija en una de las camillas de Medicina General. Suspira, agitada. Recorrió en mototaxi y a pie las calles de Tumaco, deparNariño) tan rápido como pudo: ese sábado había brigada de salud de la Fundación Alas para Gente y no podía perderse esa oportunidad de que un especialista le hiciera un chequeo a su hija.

El doctor Juan Carlos Angarita, médico general, revisa el cuerpo de Erika, delgado, frágil, tieso. “A los 20, se me empezó a adelgazar. Y yo trato mantenerla de todas las formas, le licuo la comida y se la doy con paciencia, para que no le falte nada”, dice su madre y le sopla la frente, para que esté tranquila. Hoy, Érika mide 1 metro con 10 centímetros y pesa, apenas, 26 kilos.

“Cuando Érika tenía seis meses, tuvo una fiebre de 48 grados. La llevé al doctor y me dijo que a la niña le había dado meningitis. Yo ni sabía qué era eso”, relata Lupe. Lo que sí supo fue que el cuerpo de Érika, poco a poco, comenzó a paralizarse y a recogerse hasta ponerse rígido. Nunca habló ni caminó. Mamá e hija se comunican con la mirada. “Aunque, si alguna vez hablara, me gustaría que me dijera mamá”, confiesa Lupe. Érika, en un silencio que ha durado 25 años, le dedica una sonrisa.

Desde los 20 años, Érika comenzó a perder peso. Su mamá hace rodo tipo de esfuerzos para alimentarla bien.

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Ana Puentes

Lupe Torres celebró la llegada de los doctores a Tumaco.

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“Poco después de la fiebre, en 1994, desaparecieron y mataron a mi esposo , Jaime Cantín. Él era pescador”, añade Lupe. La vida no es fácil en este territorio azotado por la guerra.

Según el informe ‘Territorio, seguridad y violencias de género en Tumaco’ de la Fundación Ideas para la Paz, desde 1982, el municipio estuvo bajo el control del Frente 29 de las Farc. En los 90, la guerrilla se fortaleció con la llegada de los cultivos de coca a la región. Entre 1998 y 2002, las FARC se enfrentaron a las Autodefensas Unidas de Colombia AUC por el zontrol de la zona. Más de 15 años después, con la firma del Acuerdo de Paz, aunque la violencia bajó un poco, según testimonios de sus habitantes, el miedo no se marcha. El ELN, grupos criminales y disidencias de las FARC aún permanecen en el territorio.

En Tumaco viven más de 200.000 personas que viven, en su mayoría, de la agricultura y la pesca. Pero su índice de Pobreza Multidimensional supera el 80 %.

Por esto, precisamente, 17 doctores y especialistas en diferentes ramas de la salud viajaron y se instalaron durante dos días en una brigada para atender a 762 pacientes y realizar 325 procedimientos. Todo en un voluntariado apoyado por la Policía Nacional de Antinarcóticos, el Departamento de Prosperidad Social y EL TIEMPO.

Gracias a la labor de estos médicos voluntarios Érika, por ejemplo, recibió atención en medicina general y en dermatología. Además, se fue a casa con una buena dosis de cefalexina y otros antibióticos para aliviar una infección en su oreja. Mamá la vuelve a levantar en brazos: se va satisfecha al barrio, donde tiene un puesto de alitas y fritos. “Este es el angelito que me dio el Señor, y los médicos me la trataron muy bien”, dice, sonriendo.

Al servicio de la gente

Desde el viernes en la tarde, tres médicos generales, tres odontólogos, tres optómetras, dos dermatólogos, dos pediatras, un otorrino, un farmaceuta, una citopatóloga y una especialista en medicina alternativa escucharon, palparon y registraron las dolencias de cientos de tumaqueños que se acercaron a la brigada.

Durante dos días, el pediatra Carlos Giraldo, con un pequeño ratón de peluche abrazado su estetoscopio, escuchó los corazones de varios pequeños de Tumaco. ¿El panorama general? Varios niños con malos hábitos alimenticios y problemas de malnutrición. El Dr. Giraldo, con Alas para la Gente, ha conocido el país y el dolor y las preguntas de su gente. 

En la sala contigua a la del doctor Giraldo, Susana Valencia, especialista en Medicina Alternativa, recibe a las personas de una forma que ellos no esperaban. La doctora Valencia hace terapias con copas de cristal y fuego (para crear ventosas para masajes), inyecta terapia neural en los lugares de la dolencia, masajea con aceite de almendras y, sobretodo, habla largamente con sus pacientes. Y esto parece ser más efectivo que cualquier medicina.

“Aunque sí hay casos delicados, algunas personas vienen en perfecto estado. Muchos solo buscan alguien que los escuche”, explica el doctor Giraldo.

Susana Valencia, especialista en Medicina Alternativa, atendiendo un paciente. 

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Así aplica la terapia neural. 

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El doctor Carlos Giraldo, pediatra, hablaba con los padres sobre los cuidados básicos con sus hijos. 

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En optometría, se les formulaban gafas a quienes lo necesitaran. 

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En odontología la mayoría de extracción de muelas y dientes se hacía por mala higiene bucal de los pacientes. 

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También es común ver problemas de piel por cuenta del clima y bacterias del entorno. 

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O que, al menos, alguien les explique qué sucede con sus cuerpors. Inna Chimayo, de 83 años, por ejemplo, le comenta al doctor Angarita, en Medicina General, cómo se inhala. “Me hago tres ‘puff’, pero el pecho sigue doliendo”, dice Inna e indica que tiene asma. Con paciencia, el doctor Angarita le enseña cómo inhalarse correctamente: “Cuando haga el ‘puff’, inhale, espere y cierre la boca”, le indica.

Afuera, mientras tanto, Tomasa Castillo de 79 años y cataratas en ambos ojos. “Veo como una nube atravesada en todas partes”, lamenta, después de salir de su consulta de optometría. Pero sonríe: acaban de recetarle unas gafas nuevas para mejorar, en alguna medida, su vista.

Y, así, la historia se repite, sa a sala. Y municipio a municipio. “En más de 12 años de trabajo, hemos visto poblaciones felices de recibirnos. Los doctores voluntarios tienen un componente muy humano. Dejan a sus familias y sus comodidades en la ciudad para emprender la gran aventura de ayudar sin esperar nada a cambio”, apunta Mateo Arjona, director ejecutivo de la fundación.

Un barrio sobre el mar

La mayoría de pacientes venían del barrio Humberto Manzi, más conocido como ‘El Voladero’. Se compone de una calle principal y siete ramales o calles secundarias elevadas sobre el mar que va y viene, unos metros más abajo. 

Allí no hay acueducto, entonces es el mar el encargado de llevarse los desechos. Para obtener agua potable, deben esperar el carrotanque que pasa cada cierto tiempo. 

Una de las responsables de que los vecinos de este sector se enteraran de la brigada y se desplazaran hasta el lugar, fue Yessi Melo, líder social del barrio. Aunque trabajó como asistente de profesores de preescolar, ahora se gana la vida como manicurista y dedica su tiempo al trabajo con la comunidad. 

Los vecinos del Humberto Manzi le han apostado a crear un territorio de paz. 

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Es un barrio palafítico, construido elevado sobre el mar. Aunque tiene una calle principal en cemento, sus siete ramales (o calles secundarias) fueron hechas en madera por la propia comunidad. 

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Yessi Melo es una líder social que ha vinculado a los habitantes del sector a proyectos sociales. 

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La Policía trabaja en conjunto con la comunidad para mejorar el bienestar. 

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«Fue difícil consolidar la identidad y el trabajo en equipo en el barrio. Pero hemos mejorado, nos unimos y aprendimos que dejar entrar ayudas y programas a El Voladero, nos permite construir. Aprendemos que no todo se soluciona con violencia, como antes sucedía. Lo más lindo del Humberto Manzi, hoy por hoy, es la unidad de su gente», relata. 

En términos de salud reconoce que uno de los mayores problemas son los insectos y la humedad. Llegan enfermedades virales, problemas estomacales y problemas de piel. «No siempre es fácil que nos atiendan. Por eso nos alegra que los doctores vengan a vernos en estas brigadas», comenta. 

ANA PUENTES
EL TIEMPO