Inicio Colombia Calles de Medellín, de caminos polvorientos a modernas avenidas

Calles de Medellín, de caminos polvorientos a modernas avenidas

La elegante calle Junín, que en la década de 1940 estaba llena de cafés, bellas casas y el teatro Junín, el más grande que jamás tuvo la ciudad, antes del siglo XIX no era más que un camino desolado que conectaba la parte trasera de la iglesia principal con una
zona periférica con algunos bares de mala muerte, conocido como El Resbalón.

Aquel nombre, hoy borrado por el implacable paso de los años, no se sabe con certeza si era por culpa de la composición del suelo del camino, muy resbaladizo después de las lluvias, o por el nombre de un baile de moda que alegraba las noches de los bares de la zona. Esta última hipótesis, la más probable según los dicen los historiadores.

El Resbalón es tan sólo uno de los ejemplos del renombramiento de las calles que emprendió Medellín a mediados del siglo XIX, cuando apenas acababan de enfriarse los fusiles de las batallas de la independencia, en cuyo honor fueron olvidados otros nombres como Calle Real, Camino del Monte, El Chumbimbo, La Amargura, entre otros.

Calle Los Huesos de Medellín.

Foto:

Guillermo Ossa / EL TIEMPO

“Una calle es la reunión de historia y de memoria, es el paso del tiempo, una calle se puede leer de muchas maneras, muestra a la vieja y nueva ciudad, también el tránsito. Una sola calle puede tener la historia de la ciudad”, dice Reinaldo Spitaletta, cronista
apasionado por el estudio de la historia de Medellín.

Los más de cuatro siglos de historia, han dejado una ciudad llena de calles curiosas. Desde formas particulares, como la de la calle El Huevo;

Una calle es la reunión de historia y de memoria, es el paso del tiempo, una calle se puede leer de muchas maneras, muestra a la vieja y nueva ciudad, también el tránsito

Luis Fernando González, arquitecto conocedor de la historia urbana de la ciudad, explica que «las primeras calles se desarrollaron a partir de las limitaciones topográficas, esquivando las quebradas o las zonas inundables. Esto generó que la ciudad tuviera una composición irregular, en la que se mezclaban manzanas muy grandes y otras muy pequeñas», explica.

Esa trama se transformó en el siglo XIX cuando comenzó a ampliarse la frontera urbana, cuando la ciudad creció hacia el lado opuesto de la quebrada Santa Helena y apareció Villa Nueva. La aprobación del Plano de Medellín Futuro, después de 1913, comenzó a instaurar un nuevo ordenamiento, de donde se derivaron los ensanches y la rectificación de las calles.

El Acuerdo N° 253 el 1 de diciembre de 1934, inauguró un nuevo orden, cuando los nombres fueron reemplazados por la nomenclatura. Además, la formulación de un plan piloto a cargo de dos urbanistas de apellido Sert y Wiener marcaron un punto de inflexión en el desarrollo urbano de Medellín, que comenzó a privilegiar la construcción de grandes avenidas pensadas para altos flujos vehiculares.

En un momento dado no existía el derecho público en la ciudad, primaba el privado, la propiedad no dejaba que se construyeran carreteras

Durante la segunda mitad del siglo XX, la ampliación de grandes avenidas arrasaron con gran parte de las construcciones históricas de la ciudad, como el Palacio Arzobispal ubicado en donde hoy se cruza la avenida Oriental con La Playa, o la tradicional plaza de Cisneros,borrada por la ampliación de la calle San Juan.

Otro ejemplo fue la vía a Itagüí, un camino que desde finales del siglo XIX conectaba el suroccidente del valle de Aburrá con Medellín, que fue pavimentado en la década de 1960 para dar origen a la amplia avenida Guayabal (nombre heredado de los abundantes guayabos esparcidos por la zona años atrás).

“En un momento dado no existía el derecho público en la ciudad, primaba el privado, la propiedad no dejaba que se construyeran carreteras, eso tiene que ver con que existan calles o callejones con formas raras y curvilíneas. Así fue creciendo Medellín, por eso no tiene un trazado ajedrecístico”, afirma Spitaletta.

Medellín es hoy una mezcla de amplias y largas avenidas que conectan todo el valle, con estrechos callejones que conservan el ancho de la ciudad del siglo XIX, como es el caso de la calle El Codo, que aún se curva siguiendo el cauce sepultado de la quebrada Santa Helena.

Mientras el espacio urbano sigue trepando con desespero los últimos metros de montaña que aún quedan y muchas vías se ensanchan, alargan o construyen con premura, otras permanecen discretas guardando cientos de historias. Cada calle puede convertirse en un viaje hacia el pasado, para redescubrir una ciudad en permanente cambio.

MELISSA OROZCO DUQUE
JACOBO BETANCUR PELÁEZ
Para EL TIEMPO
MEDELLÍN