Cyrillus Swinne arribó a Barranquilla en 1977, procedente de Holanda, en las fiestas de carnavales, algo que lo sorprendió y fue determinante al momento de tomar la decisión de quedarse en Colombia o regresar a Holanda.
Su primera visita a Suramérica fue en Chiclayo, Perú, después de todos los estudios de sacerdocio. Su estadía en tierras incas duró 6 meses, en donde experimento su decantación por la Teología de la Liberación.
Eligió quedarse en el barrio La Paz de Barranquilla cumpliendo los lineamientos de los Camilos, que se destacan por dedicarse al cuidado de los enfermos, compromiso social y la labor pastoral.
La mayoría de sus estudios fueron realizados en Holanda y Alemania.
Lo que más le gusta de los barranquilleros es que son muy dados a colaborar y, en un vocablo costeño, afirma que “no se quedan varados y porque son muy alegres a pesar de sus problemas. Son campeones en la improvisación”.
No se quedan varados y porque son muy alegres a pesar de sus problemas. Son campeones en la improvisación
Su historia de amor con la capital del Atlántico ya cumple más de 30 años y, por ahora, abandonar la ciudad no se le pasa por la mente.
BARRANQUILLA