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El custodio que habla todos los días con Gabo

Desde el pasado 22 de mayo de 2016, es más importante de los escritores colombianos de todos los tiempos, Gabriel García Márquez, tiene un nuevo gran amigo.

Se trata de Roberto Barboza, la persona encargada de cuidar y mantener en buen estado el busto y en general el sitio donde reposan la mitad de las cenizas del Nobel colombiano, en el claustro de La Merced, a pocos metros de la residencia de la familia García Márquez en el barrio San Diego, de Cartagena de Indias.

Desde ese día, cuando las autoridades nacionales y locales rindieron honores al laureado escritor junto a su familia, Barboza se ha encargado de entablar una férrea ‘amistad’ con el escritor que murió hace 5 años en México, en una escena que no desencaja en ese mundo paralelo e irreal que creó Gabo al lado de fantasmas y muertos vivientes que lo acompañaron tanto en su propia vida como en sus novelas.

El ritual comienza a las seis y media de la mañana cuando Barboza llega a su trabajo como auxiliar de Servicios Generales de la Universidad de Cartagena, entidad que está a cargo del claustro y del centro cultural en donde se pondrá en funcionamiento a partir del 24 de este mes del espacio cultural Gabriel García Márquez, que contempla un diplomado sobre la obra literaria de Gabo, Ruta Gabo Vive, Salón sonoro dedicado a promover y evocar las películas producto de las obras del escritor cataqueño, así como las entrevistas, documentales y música de los afectos del Nobel, bajo la dirección de la exdirectora del IPCC, Bertha Arnedo y enmarcado dentro del Observatorio del Patrimonio Cultural de Cartagena y el Caribe.

“Siempre, antes de empezar a limpiar el busto y el pedestal, lo saludo y le doy los buenos días. Durante el tiempo que demoro haciendo el mantenimiento diario a toda la estructura hablo con él, le cuento mis problemas y le pido ayuda para saber sobrellevarlos”, afirma el custodio del busto de Gabo.

Barboza asegura que algunas veces, cuando le habla de temas que tienen que ver con él, como el número de visitantes que cada día aumenta, la boca del busto, esculpido por la artista británica, Katie Murray, parece que sonriera.

Así luce Gabriel García Márquez, el nobel colombiano que es recordado por muchos a través de esta escultura en la Universidad de Cartagena.

Foto:

César Alandete

“A veces pienso que son cosas mías, que de tanto hablar con Gabo me estoy volviendo como él, que exageraba la realidad, pero creo que de verdad se ríe”, expresa.

Lo que sí es cierto es que cada día aumenta el número de visitantes que llega de diversas partes del mundo a conocer el sitio donde reposan parte de las cenizas del Nobel y se espera que aumente cuando entre en funcionamiento el centro cultural en el que el eje gravitacional será Gabriel García Márquez, su vida y su obra.

También asevera que hay días que llega bajo de nota y después de hablarle unas palabras a su ‘amigo’, el decaimiento termina y se renueva su ímpetu.

Para Roberto Barboza, el mantener un contacto diario con el Nobel le ha permitido conocer muchos aspectos de su obra, ya que siempre está atento a lo que dicen los guías, sobre todo cuando el público habla español.

“Me ha llamado la atención que muchos sitios de Cartagena hacen parte de las novelas de García Márquez, como el colegio de La Presentación, que quedaba aquí cerca y que lo menciona como lugar de estudio de Fermina Daza en El Amor en los Tiempos del Cólera; igualmente, el Portal de los Dulces, la casa del Marqués de Valdehoyos, el Portal de los Escribanos, entre otros”, afirma.

También ha visto escenas llamativas, como los turistas que llegan y le regalan flores, casi siempre amarillas, y dice haber visto llorar a varios de ellos, sobre todo mexicanos, cuando están frente al busto del Nobel.

Pero lo que más le ha causado asombro al guardián del monumento a Gabo es que cada cierto tiempo llegan a visitarlo varias mariposas amarillas, que se posan en el busto durante largos ratos.

“Por lo que dicen los guías me he enterado que el símbolo de García Márquez son las mariposas amarillas, por eso me causa mucho impacto cuando las veo revoloteando encima de su busto. Eso me parece mágico”, subraya.

JUAN CARLOS DÍAZ M.
Especial para EL TIEMPO