Inicio Colombia El hombre que enseña a tejer a otros hombres, en Medellín

El hombre que enseña a tejer a otros hombres, en Medellín

El arte de tejer no es una labor exclusiva de las abuelas, en particular, o de las mujeres en general. Esto lo tiene bien claro Juan Carlos Salazar Botero, un paisa que a sus 46 años dedica con ahínco gran parte de su tiempo libre a enseñarles en las calles de Medellín a amigos, conocidos y al que quiera cómo trenzar o entrelazar hilos o fibras a mano, para formar un tejido o hacer un objeto determinado con las técnicas macramé y croché.

La lista de los aprendices supera las 30 personas. En ella se destacan los hombres. Por mencionar a algunos de ellos: Parales, Pitu, Chigo, Juan Fernando, Nancy y Nicolás Fernando Cuervo.“Nicolás Fernando me enseñó croché y yo a él macramé”, cuenta el artesano que, habitualmente, lleva consigo una mochila estilo wayúu, lentes oscuros y luce una barba abundante.

El macramé es una técnica para crear tejidos usando nudos decorativos. La palabra es de origen francés y significa nudo, pero a su vez deriva de la palabra turca makrama.
Se trata de un arte muy antiguo, en el que solo se utilizan las manos para ejecutarlo. Para esta técnica los hilos más utilizados suelen ser de algodón o seda. Por otro lado el croché, que también es conocido como el ganchillo o tejido de gancho, consiste en pasar un anillo de hilo por encima de otro.

Su principal herramienta es el ganchillo o la aguja de croché que puede ser de metal, plástico o madera. También emplea tijeras e hilos que, generalmente, son seda sintética.
Con esta técnica se construyen colchas, centros de mesa y prendas de vestir, entre otros objetos.

Tejer es una práctica económica. Para iniciar solo es necesario una aguja de tejido y el hilo, en el caso del croché. El macramé se realiza con las manos y el hilo.

Foto:

Esneyder Gutiérrez

Para transmitir su conocimiento, no ha necesitado un aula de clase ni mucho menos un pago monetario. A Salazar le basta el parque y la cancha al aire libre del barrio Carlos E. Restrepo, a una cuadra de la Biblioteca Pública Piloto para instruir en el oficio de tejedor a cuanto curioso se le acerca a ver cómo es que trabaja y para ver sus creaciones.

Salazar, al igual que Cuervo, el arte lo aprendió de su madre. Ella le enseñó macramé cuando tenía 10 años. Recuerda que lo hizo porque su mamá no tenía plata para comprarle pulseras que vendían a la salida del colegio. “Ella solo una vez me compró una manilla de macramé, luego cuando quise una más, me dijo que no, que eso se hacía”, rememora.

Así, entonces, su recursiva madre llegó a casa, buscó un libro en el que explicaban a tejer y le enseñó a hacer manillas por sí solo y a su gusto.
“A mí ya de pelado me gustaban las manillas y el arte. Yo pillaba a unos manes a la salida del colegio, me acuerdo de las cosas que me gustaban: el llavero amarillo y unas pulseritas de rayitas”, agrega Salazar, conocido como ‘Juan Artesano’.

Lo que su mamá nunca creyó que pudiera suceder es que enseñarle a satisfacer un gusto, a Juan se le iba a convertir en algo trascendental en su vida.
En efecto, más tarde, en la adolescencia y en un impulso de rebeldía, viajó a buscar nuevos rumbos a Capurganá, una aldea en la costa del Caribe colombiano, en Chocó.

Le agradezco a Juan el haberme enseñado el arte de tejer y hacer lo que quiera. Me sirvió para dejar la vagancia. Ahora hago mochilas y bolsos mientras aprovecho el tiempo

Allí, gracias a su capacidad para fabricar artículos como: bolsos, manillas, cadenas, sombreros y cuanta cosa se le ocurría, pudo mantenerse por aproximadamente cuatro meses y enfrentar la vida.
A esas tierras debe el nombre de ‘Tejidos Paciencia’. Las personas y los extranjeros, cuando veían sus creaciones, le decían: “¡Qué paciencia!”. De esta forma el nombre le fue calando.

“Aunque tengo que aceptar que quería ponerle: ‘Tejidos mi mamá me enseñó’, dice, el artesano, a carcajadas. Cuervo, su amigo, reflexiona y destaca que lo más importante es que el arte trabaja la paciencia.

“Sí, lo aleja a uno de los malos pensamientos y no hay tiempo para bobadas”, agrega refiriéndose a la técnica de tejido que exige, cuando se comete un error, que el artesano se devuelva y comience de nuevo.

“Esto, su vez, trabaja la capacidad de tener tolerancia al fracaso”, agrega Cuervo. Para Salazar, tejer siempre ha sido un pasatiempo. Su principal actividad económica es trabajar en el negocio inmobiliario familiar.

Entre las creaciones más apetecidas por las personas que se motivan a aprender el arte de tejer, están las maletas o bolsos estilo wayuu, manillas y aretas. 

Foto:

Esneyder Gutiérrez

Aunque, las creaciones las vende en ferias o bazares como el que se realizaba el primer domingo de cada mes en el parque Bolívar, bazar que ahora será trasladado a la Plaza Botero mientras en el parque Bolívar se adelantan trabajos de renovación del espacio público.

Tejer y crear no es solo para artistas y, mucho menos, cosa de abuelos, por eso ‘Juan Artesano’ invita a las personas, sin importar su género, a que aprendan las diferentes técnicas que tiene el tejido, mientras indirectamente fortalecen su ser. Las personas interesadas en aprender gratis, pueden llamarlo al teléfono 318 351 0130.  En el futuro la idea es vender las creaciones en redes sociales como Facebook e Instagram.

Esneyder Gutiérrez 
Para EL TIEMPO
Twitter: @esneyderfoto