Inicio Colombia En norte del Cesar, escolares exponen sus vidas para poder estudiar

En norte del Cesar, escolares exponen sus vidas para poder estudiar

Cada día, al despuntar el sol detrás de las montañas de la vereda Tiburcio, jurisdicción de San Diego, en el norte del Cesar, un grupo de estudiantes, entre los cinco y diez años de edad, recorren cuatro kilómetros, entre trochas agrestes y vías cercadas con alambres de púas, llegar hasta donde está la canoa que cruzará el río Cesar, para llegar a la Escuela Rural Mixta Los Calabozos, que está al otro lado del caudal teñido de marrón, en zona rural de Valencia de Jesús, un corregimiento de Valledupar.

“¡Suban a la canoa que llegaremos tarde al colegio!”, advierte el profesor, Humberto Cáceres, cuya experiencia de más de 20 años en la institución, le permite guiar a los escolares en cada trayecto, y exagerando el desafío grita, jocosamente: “¡Hoy el caimán tiene fiesta!”.

Durante la travesía, los pequeños se aferran con fuerza a los extremos de la embarcación artesanal y apoyan sus pies descalzos en la superficie para evitar accidentes, ya que la estructura del bote no garantiza la integridad física de los viajeros.

“¡Ay, yo no quería pero me tocó,/ me tocó ir en canoa!”, afirma uno de los jóvenes, improvisando una canción del artista vallenato Silvestre Dangond, mientras chapotea el agua del río para olvidarse del riesgo que conlleva el aumento del caudal en esta temporada de invierno.

Momentos de tensión

En este periplo estudiantil, están al margen los chalecos salvavidas, lo que preocupa al cuerpo de docentes y padres de familia. “Cada viaje es un peligro y suspiro cuando mis hijas llegan a la orilla”, dice resignada una madre de familia que se convierte en esporádica escolta en la ruta escolar de sus retoños.

Hay ocasiones en que el agua del Cesar se “enrabieta”,
según cuentan, y el docente se niega a llevarlos en la embarcación para evitar eventualidades. “Un día había una estaca en la orilla del río, a unos 6 metros de la orilla y la canoa se enganchó. Los muchachos gritaron asustados pensando que nos hundiríamos. En otra ocasión se partió la vara con la que remamos y tuvimos que impulsar la embarcación con un palo”, recuerda Cáceres, al tiempo que reconoce que la odisea se torna peligrosa.

Cuando el grupo pisa tierra, los pies se deslizan entre el barro húmedo que amasan con sus manos, inventándose “arepas y empanadas” que reparten burlonamente entre sus compañeros, mientras continúan el camino hacia Los Calabazos, que tiene una distancia de 15 minutos. “A pesar de las dificultades, van felices, ignorando que están expuestos a una infección ya que el río se encuentra contaminado por las aguas negras”, subraya el profesor.

Vida de estudiantes

La Escuela de Preescolar y Primaria de los Calabazos, hace parte de la sedes de la Institución Educativa Luis Ovidio Rincón Lobo de Valencia de Jesús. De ella hacen parte 80 estudiantes que en su mayoría se desplazan en canoa, caballo, motocicleta y busetas provenientes de las veredas de Tiburcio (San Diego), El Callao y Limonal (Valencia de Jesús).

En los niños prevalece el sentimiento esperanzador, piensan que las cosas pueden llegar a cambiar, sueñan con historias de vidas hilvanadas entre la enfermería, docencia, veterinaria, aviación, el vestuario de camuflaje, botas, y gorras que rodean la vida militar.

“Quiero ser soldado porque les tengo mucho cariño”, afirma sin titubeos, Verónica López Molina, estudiante de quinto año.

Los profesores van más allá de una malla curricular, de una cátedra de matemáticas, ciencias naturales e idiomas ya que en sus corazones prima el anhelo de hacerles entender que la educación es el motor para avanzar hacia el desarrollo social.

“Deseamos que se sientan valorados y nos esforzamos para que ellos sean mejores seres humanos. Que cumplan con sus tareas y deberes a pesar de que para algunos es difícil porque en algunas viviendas carecen de luz eléctrica y algunos menores ayudan a sus padres en las tareas del campo”, dice el profesor Humberto.

Como la escuela esta en reparación, los alumnos reciben las clases debajo de los árboles, en el parque de Los Calabazos.

Foto:

Ludys Ovalle/EL TIEMPO

A estas vicisitudes se suman las clases en aulas improvisadas que se vienen desarrollando en el parque infantil, casas vecinas y la iglesia por lo que las directivas del colegio solicitaron alternativas a corto plazo.

“Esta situación es transitoria, en estos momentos estamos remodelando y ampliando las instalaciones del colegio cuyas obras terminarán dentro de poco”, afirma, por su parte, el secretario de Educación de Valledupar, Luis Carlos Matute, y a renglón seguido, garantiza el mejoramiento del proceso de aprendizaje del colegiado con mejores medios para su desplazamiento.

“Efectivamente, ante la información que nos estás brindando a través de este medio, consideramos pertinente contemplar las soluciones que nos permitan tener la seguridad de que estos niños no tendrán inconveniente para llegar a este establecimiento educativo. Ya hemos solicitado los chalecos salvavidas, porque nuestro interés es que ningún niño se quede sin educación escolar”, asegura el funcionario.

Zona deprimida

Los Calabazos es una vereda, ubicada cerca del río Cesar, que hace parte del corregimiento de Valencia de Jesús, jurisdicción de Valledupar.

Allí es evidente el abandono estatal que afecta a sus 250 habitantes, a quienes el futuro se les antoja preocupante, porque el territorio goza de pocos servicios básicos, el agua que tienen actualmente la extraen de un pozo a través de una motobomba y se reparte de casa en casa mediante un tanque elevado.

LUDYS OVALLES JÁCOME
Especial para EL TIEMPO
Valledupar