Inicio Colombia ¿Es cierto que le tocará escoger entre la medicina y la política?

¿Es cierto que le tocará escoger entre la medicina y la política?

Es usted un médico superexitoso, lleno de pacientes. ¿Es en serio que podría dejarse tentar por la política, como gobernador o alcalde de su departamento?

Mire, en la vida, uno tiene compromisos y prioridades, y la médica es ante todo una vocación de servicio. Vocación de servir a nuestros enfermos, a nuestros pacientes. Tengo 63 años, y 34 años en este ejercicio febril en la neurocirugía; es exigente, de un compromiso bárbaro que yo disfruto a plenitud, y en el que invierto toda mi energía y pasión.

¿Y de ahí cómo se pasa uno a la política?

Nosotros los médicos tenemos también que proyectar nuestra vocación hacia la comunidad en donde vivimos. Porque su labor, encerrado en su consultorio, no trasciende, si no en la medida en que usted proyecta su conocimiento y sus convicciones. Y en ese orden de ideas, Córdoba es una gran preocupación mía.

Me consta. Es difícil cruzar con usted dos palabras acerca de un dolor de espalda sin que salte el departamento de Córdoba como su gran preocupación…

Mi gran preocupación, porque yo no concibo que un departamento que tiene tantas potencialidades de desarrollo en lo que usted ponga los ojos haya llegado a este tipo de postración, y que hoy esté estigmatizado como el departamento más corrupto de esta patria. Eso es una vergüenza… Y me duele mucho.

¿Y usted cree que esa estigmatización es exagerada, o producto de todo lo que ha pasado, como los ‘Ñoños’, los ‘Musas’, los ‘carteles de la hemofilia’, etc.?

La corrupción es la enfermedad social de Colombia, y en algunos sitios tiene una mayor urticaria, por decirlo así. Entonces yo pienso, y lo he escrito, que la corrupción es peor que la peste. Recuerde por allá por 1300, cuando vino la peste negra –y mire qué buena metáfora, porque la transmitían las pulgas que llevaban las ratas…– Y Córdoba, con tanta miseria, con tantas necesidades básicas insatisfechas. Pero no solamente es quejarnos del dolor, sino que tenemos que hacer algo. Convertirse en funcionario público es una opción, pero no la única.

‘Usted no se imagina los sitios que yo he visitado en Córdoba explicando el efecto que tiene la corrupción en el cerebro’, dice el neurocirujano.

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Claudia Rubio / EL TIEMPO

¿Cuáles son las otras?

Usted lo puede hacer creando un liderazgo colectivo y un liderazgo de opinión. Y en eso hemos venido trabajando desde hace casi, yo diría, 18 meses, escribiendo, hablando. Usted no se imagina los sitios que yo he visitado en Córdoba explicando el efecto que tiene la corrupción en el cerebro, inculcándoles a estos muchachos el DNA de la transparencia, del buen proceder, y por supuesto hay que comprometerse a educarlos con buen ejemplo.

¿Cómo neurocirujano que es, usted cree que la buena fe, las buenas prácticas industriales y comerciales, la honestidad en la contratación son inculcables en el cerebro humano?

Como neurocirujano, creo que el acto de decisión tiene dos escalas: uno es la parte cerebral, que está en el lóbulo frontal, y otro está en la parte más primitiva que es la amígdala. El cerebro ético de una persona tiene primero un componente genético, no hay duda, la tendencia de la especie. Pero hay lo que yo llamo los anillos de la integridad moral.

A ver, explíqueme eso…

El primer anillo de la integridad moral es la familia, donde usted recibe los valores, donde a usted le enseñan los principios. Luego viene el segundo anillo, que es esa vida preescolar y de los colegios, y donde empieza el contacto con el entorno. Y luego viene el tercer anillo que es la universidad, el entorno y el medioambiente. Un anillo primario, vecino, el primer anillo de integridad, absolutamente fuerte, es capaz de superar el tercer anillo, de eso yo no tengo la menor duda. Entonces ¿qué es lo que ha pasado con nosotros para que por alguna razón, en Colombia, el primer anillo no se haya construido de una forma sólida y haya sido permeado por muchos elementos?

¿Y cuál será la razón?

Creo que el tercer anillo, el del ambiente, el de la influencia, hombre, si no hay un anillo primario sólido no es capaz de derribarlo, de derrumbarlo, cuando se trabaja con convicciones y principios. En varios mensajes de quienes me han escrito tentándome con lo de la política me dicen: ‘doctor, es que a usted nadie se atreve a ofrecerle un soborno’. Y para eso, uno tiene que tener unos anillos absolutamente sólidos. Pero voy y encadeno con el tercer anillo. La impunidad, por Dios, cuando vemos que no pasa absolutamente nada salvo unos tiempitos en casa por cárcel, de donde salen a disfrutar de lo que se han robado, ¿qué ejemplo les estamos dando a nuestros hijos? El de que la justicia en este país no existe.

¿Y que ser pillo paga?

Vea, hay una estructura en el cerebro que es el gen, que es como la empatía, son las neuronas en espejo. Incluso, usted puede anticipar los gestos que yo voy a hacer. El muchacho de clase humilde que está en Montería, en la Secretaría de Salud y ve que llega el senador, con su escolta, con sus carros nuevos, lleno de privilegios y todo, por Dios, esas neuronas en espejo que saben que al senador no le pasa nada, solo impunidad, permite que los anillos débiles de estos muchachos actúen en contravía de los principios.

Me pregunto si su temperamento le permitiría afrontar un fenómeno como el de Sahagún, donde recientemente hubo un estudio de alguien que quedó aterrado de que el 80 por ciento de los jóvenes querían ser ingenieros, pero ingenieros de los contratos de los políticos. Eso no es ingeniería, eso es corrupción…

Ajeno a los contratistas, hay que crear escenarios en donde la transparencia sea enorme. Donde mínimo haya diez oferentes. Segundo, cada licitación y cada contrato tienen que tener una veeduría consultora. Tercero, la rendición de cuentas. Así como hacemos nosotros en las juntas en los hospitales, donde revisamos los casos clínicos, y cuando algo no salió bien, analizamos las razones. Igualmente con la contratación. Pero si nosotros seguimos con pliegos, pliegos amañados y compromisos para ver en cuánto va el que licita, el que vigila y el que lo otorga, en este país no hay nada qué hacer.

Es claro que usted no está pensando en la política por un problema de afugia económica, que no tiene; o por falta de éxito profesional, que lo tiene todo, más el respeto de la comunidad medico-científica; la tercera posibilidad es que sea un tema de altruismo. ¿Qué posibilidades tiene usted de que esas aspiraciones políticas o, por lo menos, ese liderazgo le cuaje allá?

Mire, en este momento, como digo, estoy en un punto muy alto del crucero de mi ejercicio quirúrgico y de mi ejercicio profesional. Tengo una vida activa como cirujano de unos 5, 6 años más, y estoy gozando, disfrutando y enseñando lo que es el conocimiento y la habilidad que da la experiencia.

¿Entonces, para qué dejarse jalar por la política activa, que es tan riesgosa?

El compromiso y el afecto. Pero, por lo pronto, mi decisión es permanecer al lado de mis pacientes, de mi ejercicio profesional, con mis compromisos académicos, seguir escribiendo. Pero simultáneamente tengo el deber también de ayudar a construir un liderazgo colectivo, que no voy a eludir.

¿Construir ese ideario colectivo implica que usted personalmente asumiría unas banderas políticas?

En este momento no. Mire, yo entiendo el liderazgo colectivo como cuando algo nos inspira, no alguien. Algo como lo que pisamos, lo que cultivamos, donde sembramos, o sea, algo gordo. La función del líder no es tanto cuántas personas lo siguen a uno, porque eso es absolutamente transitorio, lo importante es cuántas personas yo puedo inspirar para que ese algo se convierta en el centro de la energía de los cordobeses.

¿Pero cómo se inspira eso en un departamento cundido por la corrupción?

Uno puede construir un liderazgo de opinión mediante ideas, mediante conceptos. Asistir a foros, ir a las universidades, enseñar a los muchachos, dar el ejemplo, pensar que hay muchas más cosas para que ese concepto de la miopía del futuro no los contamine. Es decir, yo hago hoy algo independiente de lo que pase en el futuro. Esos muchachos tienen que permanecer y construir paso a paso todas las cosas.

¿Su familia prefiere al médico o al político?

(Ríe) Mire, vengo de una familia política de años, Burgos y De la Espriella, y yo sé lo que es eso. Mis abuelos, uno médico, otro abogado, estuvieron en la junta que creó el departamento de Córdoba; mi abuelo paterno fue el autor del proyecto con todo el grupo, ¿sí? Y yo he venido manteniéndome al margen de la política, dedicado a mi profesión. Es mi vocación.

¿Cómo se relaciona todo este tema de la lucha contra la corrupción con la neuroética, tema que usted ha venido trabajando tantos años?

En estas condiciones del país hay que trabajar el cerebro ético de los colombianos, y aquí no es solo el de los cordobeses. ¿Cómo parte el cerebro ético? Tiene una plataforma que son los universales éticos: no matar, no robar, no engañar, ajeno a que usted sea de Japón o de China, esos son los universales éticos. Y pasamos luego a lo que yo llamo la formación de los anillos de integridad de que ya hablamos. Entonces, en la medida en que podamos colocar en el cerebro de nuestros niños esos valores y esos principios, y sembrarlos en una forma tan sólida que el viento de la corrupción y de las tentaciones no los tuerzan, vamos a ir construyendo una sociedad cada vez más justa y ajena a todos estos escándalos que vivimos. O sea, es como moldear los universales éticos, para adaptarlos como un patrón de vida de cada ciudadano.

Como conclusión de esta entrevista, ¿qué podemos decir: que se salvaron los corruptos de Córdoba o que se salvaron los pacientes del doctor Burgos?

(Ríe) Mire, si yo le mostrara mi celular, en el 50 % de los mensajes me dicen: doctor, ayúdenos, lo necesitamos, no nos abandone, no se vaya; y el otro 50 % por ciento me dice, doctor, venga para su tierra, usted tiene que trabajar con nosotros, lo necesitamos cerca.

¿Y qué les va a responder a unos y a otros?

Que vamos a continuar un ejercicio en donde podamos construir un liderazgo colectivo, y en donde cada cordobés sienta que la tierra que pisa es parte de sus entrañas, y que la va a cuidar, y que la va a proteger, y que la va a fomentar. Yo seguiré con toda mi energía, por supuesto, dedicado a mis enfermos, a mi actividad quirúrgica, a mi actividad académica. Pero sí ayudaré activamente a que sea prioridad en Córdoba, por ejemplo, el control social. Una persona que se roba los recursos de un hospital no merece el saludo de ningún cordobés.

Me queda la tranquilidad de que la semana entrante le podré pedir cita en el consultorio… (risas).

MARÍA ISABEL RUEDA
Especial para EL TIEMPO