Inicio Colombia José Ardila, la luz que guía a los jóvenes escritores

José Ardila, la luz que guía a los jóvenes escritores

La relación de José Ardila con la literatura comenzó de manera tardía. A pesar de eso, hoy se desempeña como editor de Angosta, la editorial antioqueña que ha dado espacio para que los nuevos narradores publiquen sus textos. Su labor, precisamente, es la de acompañar a los nuevos escritores en sus proyectos.

Su relación con la literatura fue tardía porque en Chigorodó, el municipio del Urabá antioqueño en donde nació y vivió hasta los 18 años, estuvo lejos de los libros. En su familia no hubo nunca una gran biblioteca. Tampoco llegaban hasta allá los clásicos universales.

El encuentro con la lectura fue accidental: en el bachillerato empezó a hacer teatro. Pero la ausencia de libros era tal que había muy poco teatro qué leer. Para suplir esa ausencia empezó a escribir algunos dramas adolescentes que luego llevaba a las tablas.

José, el editor

Luego de llegar a Medellín para estudiar ingeniería industrial, carrera de la que desertó en el quinto semestre, decidió inscribirse a periodismo. “Pensé en alguna carrera en la que pudiera escribir y vivir de ello. El periodismo fue esa opción, aunque después tuve un gran desencanto, al menos con el que se hace en los medios de comunicación”, dice.

Para ese momento se inscribió en el taller de escritura de Luis Fernando Macías. Allí, cuenta, se le abrió la mente y entendió que podía escribir tomando la literatura ya como un fin, no como un mero instrumento para algo más, como lo había sido cuando escribía las obras de teatro en su pueblo. Y, para complementar lo que había aprendido con Macías, entró al taller de Héctor Abad Faciolince, en Eafit.

Siempre hay una impresión, una idea o una anécdota que es el comienzo de una historia. Lo más difícil es encontrar el tono. ‘Para La casa’, tardé casi tres años en escribirlo

Cuando Abad decidió crear su propia editorial, Angosta, creyó que José era el indicado para convertirse en el editor. “Él me eligió porque veía en mí dos cualidades que necesita un editor: empatía y sentido crítico. Es decir, saberse comunicar con los autores y decirles las cosas. Además, ser un lector formado, con sensibilidad”, dice.
Desde el comienzo de la editorial ha estado al frente de la línea de nuevos escritores, escuchando sus propuestas, acompañándolos en el proceso de escritura e incluso de reescritura.

Algunas veces ha sido él quien se ha acercado a alguien para preguntarle si tiene algún texto que pueda ser publicado: “Estaba leyendo Arcadia y me encontré con un artículo de Esteban Duperly. Me pareció que tenía una muy buena prosa, así que le escribí. Le dije si quería hacer una saga sobre la historia de su familia. Me dijo que todavía no era momento, pero que estaba trabajando en una novela”.

Pensé en alguna carrera en la que pudiera escribir y vivir de ello. El periodismo fue esa opción, aunque después tuve un gran desencanto, al menos con el que se hace en los medios de comunicació

Duperly comenzó a enviarle los capítulos que iba escribiendo. Entre los dos, como en una especie de negociación, se iban poniendo de acuerdo para suprimir algunas cosas que consideraban superfluas o añadir algunas otras que dieran más fuerza a la historia. Al final, la novela fue presentada en diciembre con el nombre de Dos aguas.

Pero no siempre es tan fácil. José, como editor, se ha visto en la necesidad de decirle a alguien en persona que su texto no va a ser publicado. Eso sí, con el mayor tacto posible.

José, el escritor

El primer libro de Ardila se publicó en el 2012. Se trató de una colección de cuentos que, por todo el trámite para que pudieran ser publicada, lo dejaron agotado de sobremanera. Solo en el 2017 publicó su segundo volumen con el título de Libro del tedio (Angosta).

Son en total 12 relatos en los que el autor, desde diferentes ángulos, presenta como el tedio, la monotonía y la soledad hacen parte de la vida humana. Las historias se desarrollan en tres ámbitos por los que se mueven los seres humanos: la familia, las relaciones amorosas y el trabajo. Y, a pesar de que en cada historia hay un trago amargo, bien sea por la muerte de un familiar o una ruptura sentimental, en los cuentos siempre hay espacio para el humor y la ironía.

Ardila reconoce en ellos un rasgo característico de su personalidad: la exageración. En uno, por ejemplo, el lector se encuentra con un incipiente funcionario público que pasa meses enteros sin saber cuáles son sus funciones en el trabajo. En otro, siente la angustia de un hombre que, en su afán de llegar a tiempo a su primer día de trabajo, trata de bajarse del metro sin éxito y termina sumergido en un laberinto de gente y olores extraños.

La novela tiene otro ritmo, es más como una carrera de resistencia, en eso estoy trabajando ahora

Los relatos, dice, son producto de experiencias personales. “Siempre hay una impresión, una idea o una anécdota que es el comienzo de una historia. Lo más difícil es encontrar el tono. ‘Para La casa’, el primero del libro, tardé casi tres años en escribirlo. Me costó encontrar el tono”, explica.

Mientras continúa con su labor de editor, trabaja en una novela corta que espera pueda ser publicada por la editorial a la que pertenece. “Ella tiene otro ritmo, es más como una carrera de resistencia, en eso estoy trabajando ahora”, concluye el escritor.

Miguel Osorio Montoya
Para EL TIEMPO
MEDELLÍN