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La historia no contada de Dilan Cruz

Dilan Cruz Medina no es un mártir, ni fue un héroe, era un joven de 18 años que soñaba con ser psicólogo, pero al que un fogonazo de una escopeta calibre 13, disparada por un miembro del Esmad, lo redujo a víctima la tarde del jueves 23 de noviembre del 2019.

En la carrera 4 con calle 19 de Bogotá, el 23 de diciembre pasado, un mes después del hecho en el que cayó gravemente herido Dilan, un nutrido grupo de personas le rinden un homenaje. Hay música en vivo, un telar grande con su rostro dibujado a escala de grises, carteles que lo recuerdan y un reverendo que lee unas sentidas palabras.

“Cuánto nos hace falta a los colombianos conmovernos frente al dolor del otro, pero para eso debemos ver la realidad del país así como vimos impotentes caer a Dilan al suelo, ese joven que hoy se vuelve símbolo de las marchas, del paro nacional, y símbolo de todos los ciudadanos olvidados por el Estado colombiano”.

Decenas de personas escuchan y responden conmovidas con gritos y arengas. A un costado, Denis y Mayerli Cruz permanecen de pie, con los ojos clavados en el suelo. Hablan poco mientras un grupo reducido de amigos las rodea y sus manos cansadas aplauden pasito.

Un niño ayuda con pintura de Dilan Cruz, en medio del homenaje realizado el 23 de diciembre de 2019.

Foto:

Óscar Murillo. EL TIEMPO

Denis, de 21 años, se convirtió sin quererlo en vocera de su familia y a través de Twitter, envió mensajes de calma y reconciliación en medio del dolor. Cuando se enteró de la muerte de su hermano, ocurrida el lunes 25 de noviembre, dijo que “el mejor homenaje que le podemos hacer a Dilan es que no haya más disturbios ni violencia”. Una frase cargada de prudencia y amor que le quitó fuerza a quienes querían desatar el caos en su nombre.

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Pero detrás de la mirada fija y segura, y el tono de voz feroz y convincente, hay una joven sensible con un peso que todavía no se acostumbra a cargar.

Denis está sentada en una banca de cemento, y mira fijamente la cancha de voleibol del parque Ciudad Montes donde Dilan iba a jugar. Es una tarde con sol picante de enero del 2020. La acompaña su hermana menor Mayerli, de 16 años, y su abuelo, José Arturo Medina. Es la primera vez que hablarán públicamente sobre la vida del joven.

“Mi relación con él (Dilan) fue como cualquiera con un hermano, a veces discutíamos un poco por su rebeldía, porque no lavaba la loza, no se acomedía a veces, y yo siempre he sido muy ordenada, y él es un poco desordenado, yo lo molestaba mucho por eso”, relata Denis, a quien todavía le cuesta referirse a Dilan en pasado, y cuando habla de él, por momentos parece que estuviera vivo.

Como todo niño, era muy rebelde, pero tenía su corazoncito y, en medio de todo, era un niño muy noble

Y es así porque aún cree que es mentira que su hermano; joven, hiperactivo, deportista, noble, con sueños por cumplir, ya no esté con ella. Juntos pasaron una infancia con dificultades. Cuando Dilan tenía tres años, su papá murió de hepatitis, y su mamá, Yeny, se hizo cargo de sus tres hijas (Geraldine, Denis y Mayerli) y su hijo. Trabajaba desde muy temprano en la mañana hasta muy tarde en la noche, y no había tiempo de calidad para compartir con ellos.

En su adolescencia, Dilan se fue a vivir con José Arturo, su abuelo, quien, pese a que siempre le brindó su amor y apoyo, tampoco tuvo el tiempo suficiente para su nieto. Los inconvenientes de indisciplina surgieron en el colegio, y la salida que encontraron sus profesores fue enviarlo al Claret, un centro donde atienden a adolescentes y jóvenes con problemas de comportamiento.

“Es un sitio para jóvenes, digamos, con problemas de pronto de temperamento, que son muy rebeldes en ciertos aspectos, entonces él de allá salió muy renovado. Eso fue muy bueno para él porque aprendió muchas cosas, muchos valores. Empezó también a valorar cosas que anteriormente no valoraba, porque, como todo niño, era muy rebelde, pero tenía su corazoncito y, en medio de todo, era un niño muy noble”, relata conmovida la joven.

Después de esa experiencia, Denis interpretó que su hermano se interesó más por las personas, y el deseo de estudiar sicología se transformó en sueño. Compañeros del colegio Ricaurte, del que Dilan debía graduarse como bachiller el día que murió, recuerdan al joven como “la alegría de todos”.

“Dilan tenía muchos amigos, todos lo sentíamos como muy cercano porque siempre ayudaba, se ofrecía en lo que pudiera y siempre daba de lo que tenía, por eso tal vez era tan especial para la mayoría de nosotros”, cuenta una amiga del salón.

La madre de Dilan

Otro de los desafíos que la vida le puso por delante a Dilan y a sus hermanas fue que su madre, Yeny Medina, perdió la libertad.

“He escuchado por ahí cosas que no son ciertas; simplemente es un delito menor, un error que cometió, que posiblemente mucha gente comete en momentos de desesperación, en momentos de necesidad, entonces yo no la juzgo a ella por nada, absolutamente nada, porque sé que todo lo que hace lo hace (silencio) o lo hizo por nosotros, siempre, todo. Ella siempre nos lleva en su mente, en su corazoncito”, aclara Denis.

En noviembre del año pasado, cuando empezaron las movilizaciones, desde donde estaba, Yeny hablaba con sus hijos, les pedía que se cuidaran, que no fueran a salir a las protestas. “Antes de que pasó lo que pasó, mi mami nos llamó y nos dijo que (se le quiebra la voz) teníamos que tener mucho cuidado con las marchas, que pilas con Mayerli, con Dilan, que no saliéramos, que eso era peligroso, pero, pues, uno no sabe cuándo le va a tocar”, dice con voz resignada Denis.

Pero las advertencias no solo fueron de su mamá. Uno de sus amigos más cercanos, días antes de la agresión, también le pidió que no fuera a marchar, pero Dilan era terco, y tenía motivos para protestar.

“En ese momento no salí con él, no me gusta salir a eso, pero obviamente hablé con él, le decía que tuviera cuidado, que lo quería mucho, que no saliera a eso; pero él siempre nos dijo no, ‘pero yo voy en plan pacífico, solo quiero salir a marchar’”, narra un compañero de clase y amigo.

Yeny Alejandra, madre de Dilan, junto a él y sus hijas. Día de la graduación de bachiller de Denis Cruz.

Foto:

Archivo particular

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La agresión

El 23 de noviembre del 2019, en circunstancias que las autoridades deben terminar de aclarar, Dilan Mauricio Cruz Medina, fue impactado por un proyectil disparado por un arma del Esmad. Pese a la gravedad de la herida, y a que tuvo que ser ingresado a la UCI del hospital San Ignacio, amigos y familiares estaban confiados en la recuperación del joven.

También lo estaba la ciudadanía que se solidarizó con plantones frente al centro médico, rogando por su salud y enviando mensajes de apoyo, y personalidades políticas, que presionaron para que la atención médica fuera completa, y que Dilan no falleciera.

“Al hospital fue cantidad de gente, que el uno que el otro, me llamó el Presidente Duque a brindarme su apoyo, que sí, que estamos con ustedes, que Dilan se va a recuperar, le dije a él que lo que queríamos era que nos apoyara y que oráramos mucho”, confesó Denis. Sin embargo, tras su muerte, no volvió a recibir personalmente un llamado de aliento.

Al enterarse del fallecimiento del estudiante, el presidente Iván Duque, desde su cuenta de Twitter, escribió un mensaje de condolencias. “Lamentamos profundamente la muerte del joven Dilan Cruz. Expresamos nuestras sinceras condolencias a su mamá, su abuelo y sus dos hermanas. Reitero mi solidaridad con esta familia”, dijo el mandatario.

En realidad Dilan tenía tres hermanas, no dos. La mayor, Geraldine, vive desde hace tres años fuera del país, y no ha podido estar acompañando físicamente a sus hermanas en Bogotá.

Desde Canadá recuerda entre lágrimas a su hermano, el único hombre de la casa, el que trabajaba con su abuelo los fines de semana en obras de construcción, el que escuchaba a Canserbero y salsa, el que quería saltar más alto para mejorar su golpe ganador en voleibol, el que siempre tenía una sonrisa en el rostro.

“A Dilan siempre lo caracterizó su alegría, que era un niño muy empático, que siempre estaba sonriendo, lo caracterizaba que era de pequeño muy hiperactivo, no se quedaba quieto, siempre quería estar jugando; en su juventud ya fue más sociable y extrovertido, más genuino, porque tenía una forma muy propia para comportarse en diferente situaciones”, dijo a través de un video Geraldine.

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En medio del luto, Denis, Mayerli y Geraldine, saben que deben seguir adelante, y luchar hasta conocer toda la verdad en el caso de Dilan, y que quienes sean responsables sean sancionados. Es por eso que, siendo tímida, Denis ha tenido que salir a enfrentar públicamente, a través de sus redes sociales, decisiones que consideran inapropiadas, como la más reciente del Consejo Superior de la Judicatura, que puso en manos de la justicia penal militar la investigación del caso.

El lugar donde sucedieron los hechos, ha sido intervenido de diferentes maneras los últimos meses.

Foto:

Mauricio Moreno. EL TIEMPO

“Tomamos esta decisión como un revés, consideramos que no se ha escuchado el clamor de quienes hemos sido víctimas y de miles de personas que se han solidarizado con lo sufrido con mi hermano”, expresó en un comunicado de prensa en su momento la familia.

Las hermanas Cruz, que están solas en esto mientras su madre cumple su condena, también han tenido que luchar para limpiar el nombre de Dilan, del que, lamentan, se han dicho muchas cosas falsas.

“Dicen que era un vándalo, un terrorista, que robaba, que atracaba, que vendía yo no sé qué, no, era un chico como cualquier otro, estudiaba, rebelde,
salía con sus amigos a fiestas, y luchaba por su sueño. Él quería sacar rápido el bachillerato y ponerse a estudiar, me decía -porque yo salí de estudiar y me puse a trabajar- ‘yo no voy a hacer eso Denis, yo voy salir de estudiar y voy a seguir estudiando, no ve que es perder tiempo’.

ÓSCAR MURILLO MOJICA
BOGOTÁ EL TIEMPO
​@oscarmurillom