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La Secreta, de lo amargo de la guerra a lo dulce de la miel

Los campesinos de La Secreta, vereda de Ciénaga, Magdalena, ubicada en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, que vivieron los tiempos amargos de la guerra tras perder a algunos de sus familiares y ser desplazados por los paramilitares, hoy tienen puestas sus esperanzas en un proyecto dulce: la producción de miel de abejas.

José Antonio Castillo Pacheco salió huyendo de su finca el 13 de octubre de 1998, después de que un grupo paramilitar al mando de Adán Rojas Mendoza, alias ‘El Negro’, asesinó a los esposos Ana María Legarda Ballén y Marco Tulio Castillo Acosta, a Darwing Trigo Legarda y Florentino Castillo Acosta en una finca de La Secreta, por ser supuestamente colaboradores de la guerrilla.

Esa masacre provocó el desplazamiento forzado de más de 120 familias de la vereda hacía San Pedro de la Sierra, Ciénaga y otras poblaciones del país. José Antonio se fue con su familia para Riosucio, Caldas, pero a los dos años retornaron a su tierra.

“Nos vinimos a la vereda sin importar que tuviéramos que soportar lo que los grupos al margen de la ley hicieran aquí porque no teníamos futuro en otras tierras, sino en las nuestras. Los ‘paras’ se posesionaron acá y siguieron matando gente”, dijo José Antonio, alto y delgado, de 44 años.

Actualmente es el vicepresidente de la Asociación de Apicultores de La Secreta (Apisecreta), uno de los emprendimientos colectivos que surgió como parte del proceso de restitución de tierras iniciado en el 2012 en esta vereda, situada a 700 metros sobre el nivel del mar, por la Unidad de Restitución de Tierras, con el apoyo de la Embajada de Suecia y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Desde hace 25 años algunos campesinos de la región empezaron a trabajar en la apicultura ligada a proceso de conservación ambiental, con la asesoría de la Fundación Pro Sierra Nevada de Santa Marta y la Asociación de Apicultores Conservacionistas de la Sierra Nevada de Santa Marta (Apisierra), y producían miel a menor escala en sus fincas.

Luego siguieron capacitándose con el Sena y la Universidad Nacional y hace unos cinco años crearon Apisecreta. Sin embargo, solo hasta junio de 2017 la formalizaron. Esta Asociación la conforman 36 personas y cuenta con 10 apiarios, cada uno con 30 colmenas que tienen capacidad para producir 900 kilos de miel de abejas africanizadas al año.

Los apiarios están ubicados en predios de campesinos en La Secreta y las veredas La Unión y Nueva Unión, que fueron seleccionados por tener una vegetación frondosa que sirve de alimento para las abejas y estar a menos de 500 metros de las fuentes de agua, lo cual garantiza la producción de miel sin tener que usar ningún tipo de químicos, completamente pura.

La Asociación de Apicultores de La Secreta (Apisecreta) tiene 10 apiarios con 300 colmenas. Cada apiario produce 900 kilos de miel de abejas anual.

Foto:

Paola Benjumea/EL TIEMPO

Cada 15 días cada uno de los apiarios es visitado por un técnico – son cinco en total– y sus ayudantes, que les hacen seguimiento a las colmenas. Van vestidos con unos trajes blancos que les cubren todo el cuerpo, incluso la cabeza, y guantes de caucho para evitar picaduras. El primero en entrar lleva el ahumador con el que esparce humo de la cascarilla de café para apaciguar a las abejas.

“Nunca se puede abrir una colmena sin antes haberle echado el humo porque si no las abejas se ponen agresivas y ahí sí no las aguanta nadie. Nunca hemos tenido accidentes, de pronto una que otra picadura, pero yo estoy tan acostumbrado que las puedo manipular sin guantes. Me gusta cuando me pican”, dice José Antonio.

Apisecreta, al igual que la Asociación de Agricultores Orgánicos de La Secreta (Agrosec) y la Asociación de Productores de Hortalizas y Frutas de La Secreta (Aprohofrusec), se ha fortalecido con el proceso de restitución de tierras y les ha dado la oportunidad a estos campesinos de integrarse como comunidad y trabajar todos juntos para salir adelante.

José Antonio, quien desde hace una década está dedicado a la apicultura en su finca – tiene 16 apiarios- asegura que ahora cuentan con una cadena de producción más eficiente y amplia y que el 90 por ciento de la comercialización de la miel está asegurada, a través de Agrosec, que está exportando el café orgánico marca Kuali a Estados Unidos, Japón, Bélgica y Australia; y la Red Ecolsierra.

Hace unos meses cosecharon parte de un apiario, al que le sacaron cerca de 80 kilos de miel, para tener una muestra de la producción. Esa miel está en el centro de acopio de Agrosec, donde la envasaron en botellas plásticas y están a la espera de su comercialización.

La apuesta de Apisecreta es producir miel en grandes cantidades y, al igual que el café, conquistar mercados internacionales. Por eso están gestionando recursos para construir su propio centro de acopio para empacar la miel y un laboratorio.

“La expectativa es que a final de año manejemos nuestra asociación y sacar cuatro o cinco toneladas de miel. Es un proyecto ambicioso porque es un dineral que le va a entrar a la Asociación, pero como estamos avanzando creo que vamos a llegar allá”, dice Edinson Toscano Méndez, de 61 años, quien hace parte de Apisecreta y también tiene un proyecto de ganado y cultivos de mango y maíz en su predio.

Además de miel también tienen como meta producir propóleo, una resina que las abejas extraen de los árboles para recubrir las colmenas y que es utilizado para combatir la gripa y resfriados y tratar heridas o quemaduras en la piel, entre otros.

La producción de miel de abejas demora entre ocho meses y un año. En temporada de lluvias las abejas casi no salen y lo que queda en los colmenas son reservas. Apisecreta espera recoger su primera gran producción entre los meses de diciembre y febrero próximo.

Mientras tanto los apicultores se dedican a la siembra de café, aguacate, cilantro, maíz, mango y otras frutas y hortalizas. José Antonio también trabaja como albañil y dice que cuando la situación económica se pone dura vende las reservas de miel de los apiarios que tiene en su finca. En cada cosecha saca tres pimpinas, que equivalen a 90 kilos.

Los campesinos de La Secreta ahora viven tranquilos. Aseguran que los tiempos de zozobra de la violencia, que los hizo dejar sus fincas y cultivos abandonados, han quedado atrás y que ahora con los proyectos productivos del café y la apicultura han dejado de ser víctimas para convertirse en empresarios.

PAOLA BENJUMEA BRITO
Enviada especial de EL TIEMPO
LA SECRETA (MAGDALENA)