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La ‘vida normal’ de Arrieta, el hombre que asesinó a niña en Fundación

Hasta la semana pasada Adolfo Arrieta García vivió todos sus 54 años en el barrio El Porvenir del municipio de Fundación (Magdalena). De niño estuvo junto a sus padres y hermano menor, posteriormente heredó un lote y a medida que comenzó a trabajar, levantó su casa, donde sacó adelante a sus dos hijos con su esposa Carmen. Fue en ese mismo lugar en donde abusó, asfixió e incineró hace 15 días una niña de tan solo  9 años de edad. 

Sus vecinos, por todo el tiempo que lo vieron crecer y realizarse como persona y padre de familia, le tenían confianza y pensaban que lo conocían. Todo aquel consultado sobre ‘El Negro’, como era llamado, lo describían como un hombre trabajador y, aunque introvertido y poco conversador, no negaba un saludo o el trato a alguien de su entorno.

Cuando se supo que había acabado con la vida de una niña del sector, la sorpresa fue mayúscula entre los moradores de la localidad. Como lo dice Erika Cantillo, “no sabíamos que convivíamos con un monstruo”.

No sabíamos que convivíamos con un monstruo

Otra vecina que prefirió no revelar su identidad asegura que cuando vio que la Policía lo sacaba esposado le preguntó “‘Negro’, ¿qué te pasó? ¿por qué te llevan preso?”. “En ese momento él solo me miró y agachó la cabeza, minutos después quedamos impactados por la atrocidad que había cometido”, añadió.

Arrieta García incluso había tratado con Jeimmy Vizcaíno, madre de la pequeña víctima. Ella asegura que “no existía ningún tipo de amistad, pero como él me conoció desde niña, siempre que veía me saludaba a mí y a mi esposo Benjamín. Jamás lo creí capaz de hacerme este daño tan grande”.

Habla madre de la menor que fue asesinada en Fundación, Magdalena.

Foto:

Archivo particular

No existía ningún tipo de amistad, pero como él me conoció desde niña, siempre que veía me saludaba a mí y a mi esposo Benjamín

Su comportamiento no generaba ningún tipo de alerta. Siempre permanecía muy callado trabajando o jugando billar, era el único espacio en el que compartía con amigos, sin embargo desde hace unos dos años, algunos que lo trataron de toda la vida comenzaron a notar un cambio en su forma de ser.

“Discutía más seguido con su esposa, al extremo que ella no soportó más y se fue de la casa con la hija de 17 años. Él se quedó con su hijo mayor de 19”, indica un morador del barrio, quien ahora que sucedió este hecho lamentable reconoce que “Adolfo hace mucho tiempo no era el mismo”.

El Fiscal del Magdalena, Vicente Guzmán, informó que el confeso homicida tenía antecedentes por lesiones personales y que sus conductas agresivas habían sido causantes de su separación, pues “en una ocasión amenazó con asesinar a su mujer con un arma de fuego”.

Algunos creen que la separación con la mamá de sus hijos le afectó anímicamente a Adolfo. “Permanecía más tiempo encerrado escuchando música y tomando en su casa”, indicó un amigo que tampoco quiso ser identificado.

Arrieta se apartó del trabajo, su camión sufrió un desperfecto mecánico, así que la situación económica desmejoró. Últimamente había dejado su actividad como camionero y transportador de leche para dedicarse a la venta de pescado.

Casualmente Jeimmy, la madre de su víctima, recientemente le había comprado el producto que ofrecía en las calles de los barrio El Porvenir y San José.

La distancia del conductor de camión con la población se hizo más evidente luego que decidiera ponerle un cerramiento a su casa con alambre de púa para que ninguno se sentara en la terraza, acto que era una costumbre especialmente de los adolescentes, por la ubicación esquinera que tenía.

Luego que se produjera el homicidio de la niña de nueve años, los vecinos consultaron con sus hijos para saber si Adolfo antes había tenido algún ataque o insinuación hacía otro menor. El asombro fue mayor para muchos padres que supieron de boca de sus propios hijos, que efectivamente Arrieta había intentado engañar a otros niños del barrio, a quienes llamaba para ofrecerles dulces y dinero a cambio de ‘favores’.

Afortunadamente esas veces, su propósito, al parecer no se cumplió por la prevención de sus posibles víctimas. La misma suerte no tuvo la pequeña del hogar de Yeimmi y Benjamìn, quien sí terminó engañada, abusada, asesinada e incinerada.

ROGER URIELES
SANTA MARTA