Inicio Colombia ‘Las 31 bodas del mismo sexo que casi me cuestan la carrera’

‘Las 31 bodas del mismo sexo que casi me cuestan la carrera’

Carlos García Granados había dormido poco la noche anterior por estar pensando en una mujer. No se trataba de una enamorada. Quien lo trasnochaba era nada más y nada menos que María Antonieta, reina de Francia. Trataba de imaginar lo último que le pasó por la cabeza, segundos antes de perderla por acción de la guillotina.

Al entrar al Palacio de la Inquisición en Cartagena, donde funciona la Sala Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura, a mediados de 2016, decidió espantar de su mente a la reina trágica y se concentró en sus propios pasos. Caminaba lento y sentía ardor en la boca del estómago. Tenía miedo; estaba a punto de quebrarse.

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Mientras esperaba para defender sus acciones como juez, comenzó a hacer un inventario de los últimos tres años. Se consideraba un hombre honesto. Su único interés siempre fue administrar justicia y apegarse a la ley. ¿Cuál fue su gran pecado? ¿Permitir que dos hombres o dos mujeres pudieran unirse en matrimonio como cualquier otro ciudadano? Devolvió la película hasta el momento exacto en que llegó al cargo que ahora lo tenía contra el paredón. Apeló a su memoria, capaz de recordar fechas y detalles con suma exactitud, para reconstruir las decisiones tomadas siendo juez de San Estanislao de Kostka, Bolívar.

Los comienzos

“Doctor, arremánguese el pantalón para que saquemos los muebles, porque nos estamos inundando”, le dijo Elvira Heredia, su secretaria, aquel 16 de diciembre de 2011, en su primer día de trabajo como juez del juzgado promiscuo en este municipio al oriente de Cartagena.

Él, Elvira y Sandra Correa, la escribiente, no habían alcanzado a concluir los formalismos de ese encuentro inicial cuando tuvieron que vaciar la oficina por los estragos de una lluvia que había comenzado a caer desde la medianoche.

Antes de posesionarse, García Granados había visitado el lugar para saber cómo serían las condiciones de trabajo. Desde Cartagena, en teoría, el viaje era solo de 48 kilómetros, pero el viejo bus se tomó casi tres horas, pues la mitad del recorrido era destapado. A San Estanislao también lo llaman Arenal, un apodo más que justo a juzgar por la camisa del jurista que era blanca al salir y de color indescifrable al bajarse en su destino.

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No fue difícil ubicar el juzgado. Entró e hizo un recorrido de exploración por esa casona de bahareque de una sola planta. “Ese lugar estaba al garete, vuelto una etcétera por la cantidad de telarañas y murciélagos. Parecía la mansión de la familia Monster”, recuerda.

Luego recibió otro baldado de agua fría: 198 procesos represados. “Incluso encontré un proceso de alimentos al que ya casi debíamos celebrarle el quinceañero. Ahí estaba muerto de la risa, sin notificar”.

Para su fortuna, hizo buena llave desde el principio con Sandra y Elvira, su único equipo. Entre todos le metieron agilidad a la gestión y poco a poco durante todo el 2012 fueron poniendo al día las tareas mientras intentaban darle mantenimiento a la casona ellos mismos y hasta sacando de su plata.

Quienes soñaban con casarse tenían a un enemigo poderoso

Días más tarde los sorprendió la caída de un palo de mango que estaba en el patio y destrozó parte del techo. Otra cosa que se cayó no mucho tiempo después fue el ventilador, por culpa del comején. “Dos días antes del percance, yo les dije: ‘No prendan ese abanico, que Está sonando feo’. Y llamé para que vinieran a arreglarlo”.

No alcanzaron a recibir la visita de un técnico cuando el aparato se vino abajo y le cortó la frente a Sandra, a quien le tuvieron que coger cuatro puntos.

Bodas con todas sus letras

Por esa época, en Bogotá, la Corte Constitucional, mediante la sentencia C-577 del 2011, reconoció que las parejas del mismo sexo eran familia y estaban protegidas por la ley. También exhortó al Congreso a legislar sobre el déficit de protección de sus derechos y le dio hasta el 20 de junio de 2013 para hacerlo. De no ser así, desde esa fecha la población LGBTI tendría vía libre para formalizar y solemnizar sus uniones ante jueces y notarios.

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El plazo otorgado se venció y no hubo ley. Y no la ha habido. Varias parejas entonces tuvieron que formular acciones de tutela contra notarios que se negaban a tramitar su aspiración de organizarse, según reseñó Colombia Diversa, ONG que ha acompañado las luchas por el reconocimiento de los derechos plenos para las personas LGBTI.

Quienes soñaban con casarse tenían a un enemigo poderoso, dispuesto a sancionar a todo funcionario que oficiara uno de estos matrimonios: Alejandro Ordóñez Maldonado, el procurador general, un hombre de ultraderechas, católico de misa y confesión, y convencido de que el único matrimonio posible es entre un varón y una mujer.

“La autoridad disciplinaria de los notarios es el Procurador, mientras que la de los jueces es el Consejo Seccional de la Judicatura en primera instancia y el Consejo Superior en la segunda. En teoría, los jueces no tenían el mismo miedo que los notarios al cumplir el mandato de la Corte, pero es que no estábamos ante cualquier procurador”, recuerda el juez García, quien desde Arenal seguía con interés el momento histórico que se cocinaba en Bogotá.

Tras algunos meses de pulso político, social y jurídico, el 20 de septiembre de 2013 se celebró oficialmente el primer matrimonio de una pareja del mismo sexo en Colombia. A los dos hombres los casó Juan Carlos Cerón, juez 48 civil municipal de Bogotá. El segundo fue en Gachetá, Cundinamarca, de una pareja de lesbianas, unidas por el juez Julio González Hoffman. El tercero fue llevado a cabo por la jueza 44 civil de Bogotá, Luz Stella Garay.

El ojo estaba sobre los jueces del centro del país que osaban realizar estas uniones. Al ver que su despacho estaba fuera del radar del Procurador, García Granados conversó con González Hoffman y con gente de Colombia Diversa sobre la posibilidad de casar a parejas de gais y lesbianas allá en su Juzgado Promiscuo de Arenal. “Yo ofrecí mi pueblo en la quinta porra, y ellos aceptaron”.

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El 28 de octubre de 2013 llegaron en carro dos parejas de mujeres de Bogotá listas para casarse. “Lo recuerdo perfectamente porque era lunes y yo cumplí años el día anterior. Llevé torta para compartir con Sandra y Elvira, pero también les brindé a las novias. Desde ese momento inicié la tradición de hornear una de red velvet la noche previa a cada unión de estas”, rememora. No es el ideal de romanticismo irte a un pueblo caliente, lejano y lleno de tierra a hacer un trámite de estos. Las instalaciones tampoco eran las más lindas, así que quise tener ese gesto para que la pasáramos bueno, porque alcohol no se podía tomar”.

Tras estrenarse en el matrimonio igualitario, el juez celebró dos uniones más durante ese año y poco a poco fue incluyendo más elementos al ritual. Uno de sus miedos era que los novios se equivocaran de ruta y terminaran en otro Arenal, un pueblo que sí se llama así y queda a 10 horas de Cartagena. Para evitar la confusión, citaba a todas sus parejas en el terminal de buses de Cartagena y se ponía una gorra para que lo distinguieran; allá se encontraba también con Sandra y Elvira, y se devolvían todos juntos.

“Cuando madrugábamos y llegábamos a tomar el transporte antes de las 6 a. m., nos tocaban los mejores buses, los playa oro; pero también había playa plata y playa bronce. Ninguno tenía aire acondicionado, aunque en los primeros las sillas eran buenas. En los últimos sí nos tocaba subirnos con las gallinas y la cosecha”.

La primera pareja del mismo sexo que se casa en Irlanda del Norte.

Sinceramente, yo nunca había sentido adrenalina casando; más bien era un trámite que me gustaba

‘Vox populi’

Pocos en el municipio sabían lo que estaba ocurriendo, pero las cosas cambiaron en enero de 2014, cuando llegó una nueva pareja a la capital de Bolívar. Uno de los novios decidió vestirse de drag queen con todas las de la ley: tacones, pelo largo, maquillaje, un vestido amarillo enorme y un collar muy llamativo.

Después del episodio, los matrimonios del juez ya fueron vox populi en San Estanislao, y pareció no haber mayor problema con eso. Incluso con el cura párroco, quien por casualidad había sido su compañero del colegio, se acordó que se respetarían sus distintos territorios. “Usted, a lo suyo, y yo, a lo mío”, concluyeron.

García Granados celebró 31 matrimonios igualitarios. De todos se acuerda, pero el que más lo conmovió fue el de Amanda y Amparo, que llevaban más de 30 años juntas. “A doña Amparo le habían diagnosticado un cáncer terminal y estaba calvita. Nunca voy a olvidar el 28 de junio del 2014, cuando les di el sí. El diagnóstico de los médicos decía que de septiembre no pasaba. Sin embargo, disfrutó su matrimonio y nos acompañó unos meses más de los pronosticados”, recuerda sin ocultar la emoción.

Una de las últimas uniones que alcanzó a oficializar fue la de un periodista de Bogotá y su novio. Tras celebrarse el matrimonio, el reportero le propuso contar su historia, y el juez no le vio mayor problema a dejarse entrevistar. Cuando salió el reportaje se vino un huracán informativo y empezó el calvario para Carlos.

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“Si pudiera darme un consejo a mi ‘yo’ de esa época, le diría que no aceptara esa entrevista, confiesa. “Sinceramente, yo nunca había sentido adrenalina casando; más bien era un trámite que me gustaba. Yo no lo veía como un reto a Ordóñez, sino como una forma de no ser un juez del montón”, dice.

Y le cayó encima el miedo. Sus bodas, que duraban 15 minutos, se redujeron a la mitad del tiempo. En las últimas leyó la información a toda velocidad, como términos y condiciones de juegos de azar, por miedo a que llegaran a interrumpirlos.

Ante tanta angustia, decidió que era momento de cerrar el ciclo y se presentó a un concurso para ser juez de familia. Los resultados salieron en febrero de 2015, mientras iba en la carretera a San Estanislao. Cuando leyó el mensaje de que había pasado sintió la felicidad más grande, pero le duró muy poco, pues en otro chat Colombia Diversa le informaba que Amparo, la mujer con cáncer, había fallecido. “No pude procesar ambos sentimientos. La historia de ellas me había llegado al alma”.

La inquisición

Meses después de la fama inesperada y ya en su nuevo cargo, a García Granados le llegó un proceso disciplinario y tuvo que rendir descargos en el Palacio de la Inquisición. “Nadie se imagina el efecto psicológico de defenderse en ese lugar”, dice. Siempre confió en su inocencia y cree que le archivaron el proceso gracias a la Virgen de Fátima, a quien le hizo la petición durante un viaje a Portugal.

Hoy, varias de las parejas que casó ya están separadas, incluso la primera y la última. Aunque extraña la tradición de la torta y las historias de amor, en su nuevo trabajo tiene la tarea de realizar divorcios y en voz baja confiesa que estos son, de lejos, mucho más divertidos.

No pude procesar ambos sentimientos. La historia de ellas me había llegado al alma

LAURA ROBLES MUÑOZ
Para EL TIEMPO*Texto realizado en el Taller Distrital de Crónica, de Idartes, a cargo del escritor Sergio Ocampo Madrid.