Inicio Colombia Las trenzas y los retazos de una rebeldía e identidad negra

Las trenzas y los retazos de una rebeldía e identidad negra

A las muchachas negras, como le pasó a Nohemy Arboleda, les tocaba maquillarse con pigmentos que les desteñían la piel.

Ella, hija de chocoanos, enraizados en Palmira, Valle del Cauca, sufría porque “me sentía como un mimo. Mis amigas crecieron con la idea de que algún día debíamos alisarnos el cabello”.

En esos mismos tiempos en el barrio Bellavista, de empinadas calles, en Buenaventura, la mamá de Eloisa Montaño tejía retazos de telas para las cobijas o las blusas y vestidos. También les hacía la ropa a sus hijos mientras que el papá, siempre estaba de sombrero, camisa y pantalón blancos.En esos apuntes están fragmentos de los tropiezos que han tenido y tienen generaciones dejadas por esos esclavos y esclavas traídos como fuerza de trabajo hasta América, desde los años 1500.

Las trenzas en los peinados tienen explicaciones que se remontan a las épocas de La Conquista y La Colonia. Se dice que demarcaban rutas de escape de los esclavos.

Las trenzas en los peinados tienen explicaciones que se remontan a las épocas de La Conquista y La Colonia. Se dice que demarcaban rutas de escape de los esclavos.

Nadie leía en esos años coloniales que en la cabeza, el cuello y las manos negras se escondían secretos que quizá todavía no se han contado. Lo que apenas se empieza a decir es que en la población afro hay más autorrespeto a su raza, tratando de alejarse de ser un reducto en ciudades como Cali, considerada la segunda capital Latinoamericana con más negros y negras. Se estima que de los más de 2,5 millones de habitantes, un cuarto -unos 725.000- se reconoce afrodescendiente.

Los tratos del pasado, como cuando los colonizadores tenían a los negros a medio vestir, han tenido respuestas como la recursividad.

A Nohemy Arboleda, quien representó hace 24 años a Chocó en Miss Mundo Colombia, le impulsó desde esos años que debía buscar en historias de tatarabuelos alguna idea para que las negras no tuviesen que maquillarse a lo rubio o lo blanco.

Así fue gestando la línea de cosméticos que lleva su nombre para las mujeres afro.

“En el comercio no es un secreto que los tonos por lo general son hechos para mujeres blancas, Dios me dio la oportunidad y soy pionera en maquillaje para negras. Empecé con polvos compactos, luego bases liquidas, rubores, brillo y otras líneas”, cuenta.

Nohemy Arboleda, exreina de belleza, y la modelo Valeria Mosquera.

Nohemy Arboleda, exreina de belleza, y la modelo Valeria Mosquera.

Foto:

Juan B. Díaz / EL TIEMPO

Un ingeniero químico se encarga de las fórmulas o bases generales y luego se van definiendo tonos y variedades. “Todo lo de maquillaje lleva vitamina E, Aloe Vera y filtro solar. Es una década para darle vida a una línea cosmética para mujeres negras”, dice.

El empoderamiento no ha sido sencillo para escapar de tiempos como cuando Michael Jackson empezó a verse más blanco, aunque quedó siempre la leyenda de un vitiligo.

Eloisa Montaño, quien hace cinco años se dedicó a crear vestuario con sus pintas coloridas y adornos al natural, no olvida que los retazos de mamá son parte de sus propuestas en su tienda Esencia Negra.
Son puntadas de una historia en la que han nacido organizaciones que impulsan hasta un festival de moda afro para enseñar que todavía faltan puertas por cruzar. 

Expresiones culturales por resistencia afro

El brillo del oro o del ‘sueño americano’ han eclipsado durante no pocos tiempos las expresiones de la cultura negra en Colombia.

Se cuenta la historia de un o una afro cuando salta a los diarios como atleta, bailarín o una historia amarga. De vez en cuando, un escritor como Manuel Zapata Olivella.
Franklin Gil, en un estudio en la universidad Nacional sobre las páginas sociales, dice que “para el negro, solo hay un destino…y es ser blanco”.

Se cuenta la historia de un o una afro cuando salta a los diarios como atleta, bailarín o una historia amarga.

La mayoría de la población afro del Pacífico colombiano (más de 1,5 millones de personas), que se reconoció como una comunidad con la Ley 70 de 1993, de negritudes, aún pasa por invisible, luchando por su sustento diario. Hay poco tiempo para concretar una identidad en la desamparada pesca, las siembras de coco, plátanos o cacao o tratando de arrancar el oro de los ríos, como en la Colonia cuando las mujeres solían ocultar una que otra pepita dorada en sus cabellos de trenzas y caminos hasta la nuca para ocultar el medio de conseguir su libertad. También para indicar las rutas de escape o, inclusive, para asegurar su supervivencia alimentaria, ocultando algunas semillas.

La modelo Ashley Córdoba, de NV Modelos SAS.

La modelo Ashley Córdoba, de NV Modelos SAS.

Foto:

Maquillaje Kiko Rincón. Foto Juan B. Díaz / CEET

Y esos antecesores que arrastraron pesados grilletes y fueron marcados con hierros candentes con el fin de embarcarlos en navíos para cruzar el Atlántico desde su originaria África (del occidente y del sur del desierto del Sahara), hasta el Nuevo Continente, no dejaron sus creencias de la mano de los dioses yoruba como Oshún, Shangó, Obatalá, Yemayá, Oyá, Ogún y Elegbá, o de dioses de la cultura bantú.

Y esos antecesores que arrastraron pesados grilletes para cruzar el Atlántico desde África no dejaron sus creencias de la mano de  Oshún, Shangó, Obatalá, Yemayá, Oyá, Ogún y Elegbá(…)

Por ello, creaciones y diseños son el mensaje de una comunidad que aspira a dejar la invisibilidad marcada por factores socioeconómicos, como lo recalca Fernando Urrea en su estudio ‘Gente negra en Colombia’ con Olivier Barbary.

La tendencia de décadas atrás ha sido llevar a las mujeres como empleadas de hogar o trabajar en construcción, a los hombres.

Según el Centro de Estudios Afrodiaspóricos de la Universidad Icesi, “el periodo de la trata y la esclavitud es el mecanismo a través del cual se conecta masivamente África con las Américas hasta bien entrado el siglo XIX, lo que tiene consecuencias fundamentales para el rostro de las Américas”. Y ese rostro es el que hoy tratan de lucir estas comunidades con elementos distintivos en su cuerpo, como deseo de resistencia. A diferencia a la del siglo XIX, esa fue “una época de revueltas de esclavos, los amotinamientos, el ejemplo de Haití, y la circulación de periódicos y panfletos anunciando nuevos vientos revolucionarios para crear un escenario cada vez más cercano y concreto para la libertad de los esclavizados”.

Hoy esa resistencia, como lo explica la investigadora caleña Emilia Valencia, de Asociación de Mujeres Afrocolombianas (Amafrocol), se refleja en las costumbres, en fomentar las enseñanzas de las raíces ancestrales, de lucir con orgullo turbantes o elaborados peinados con nombres de rebelión: tropas, al tiempo que siguen presentándose migraciones del litoral a capitales colombianas. Son desplazamientos por la pobreza y por la violencia.

Mientras tanto, empieza a crecer un compendio cultural que, a través de la estética en actividades, como la Día del Pacífico, el Festival Petronio Álvarez o el concurso de peinados ‘Tejiendo esperanzas’ (organizado desde 1984 por la Amafrocol), muestra las voces de una nueva historia.

Mujeres, difusoras de la memoria histórica

Ese movimiento de resistencia mediante lo estético y lo cultural pretende asumir un liderazgo, como lo enfatiza la investigadora Emilia Valencia.

De hecho, esta líder en Aguablanca sostiene que las mujeres de su raza en esta zona oriental trabajan no solo en iniciativas de sostenimiento económico o emprendimiento. Son la difusoras de su cultura y lo hacen por ejemplo, a través de los peinados. Son una manera de decolonizar, término que utilizan los investigadores Alain Lawo-Sukam de la Texas A & M University y Gina Morales Acosta, de la Universidad de Santiago de Chile, como un sentimiento de arraigo y de rebeldía frente a los parámetros occidentales de la población que ha sido dominante.

“Más allá de su valor artístico, el rescate y la valorización del peinado tradicional del Palenque, como el de los afrocolombianos en general, constituye una forma de decolonización, de resistencia a los modelos estéticos occidentales, un marco de identidad étnica y espiritual”, dicen Lawo-Sukam y Morales Acosta.

Más allá de su valor artístico, el rescate y la valorización del peinado tradicional del Palenque, como el de los afrocolombianos en general, constituye una forma de decolonización, de resistencia.

Añaden que “es innegable el papel femenino, para conservar la memoria de los saberes ancestrales de lo estético, la comida, los bailes, etc., que se continúan transmitiendo entre niñas, jóvenes y mujeres en diferentes líneas de parentesco, y en mayor relevancia la madre, como encargada de transmitir la cultura de origen en acciones cotidianas”.

En el caso de los peinados, como lo señalan las investigadoras Emilia Valencia y la barranquillera Ereilis Navarro, este es un rasgo para romper con esquemas homogeneizantes. “Nuestro cabello, nuestra resistencia”, reitera la lideresa Valencia. 

La belleza y estilo hacen su diferencia

 “No somos la del cabello liso, nariz perfilada ni tez blanca. La negra con su cabello afro, duro, ‘su pajón’ como dicen, nariz chata o ñata y ojos grandes debe aprender a reconocerse como tal y es el inicio para imponer su propio estilo”.

Así se ve y opina Angie Carolina Perlaza, mamá, estudiante, modelo y empresaria de productos para belleza, en especial aceite de coco, con el que maneja diversas fórmulas para el cabello, piel y otros tratamientos.

Agrega que los labios voluptuosos, ‘carnudos’, son otro atractivo. “La belleza de la mujer afro es exótica, diferente, y lo primero que tenemos que hacer es aprender a reconocer eso y en adelante es aptitud”.

Y Valeria Mosquera Paredes, quien empezó a los 17 en el modelaje y ya son tres años en pasarela, cuenta que el primer paso es vencer el temor.

Dice que la estatura y porte son parte esencial. Y si bien la sensualidad y cuerpo de las mujeres afro son un atractivo, en modelaje deben evitar que cadera y ‘cola’ se hagan muy pronunciadas.

Cree que se ha avanzado y cada vez son más las reinas y modelos hombres y mujeres afro, y en cargos públicos, pero queda algo de discriminación en el modelaje. 

CALI​