Inicio Colombia Lo difícil de vivir en Cumaribo, el municipio más grande de Colombia

Lo difícil de vivir en Cumaribo, el municipio más grande de Colombia

En Cumaribo las distancias son tan largas que los niños de la zona rural tienen que hacer un viaje de hasta tres horas en moto para llegar a clases. Si el vehículo falla, pueden llegar a caminar hasta 12 horas.

Este municipio, que ostenta el título del más grande del país, es tan extenso que recorrerlo de norte a sur puede tomar tres meses. Pero si llueve la excursión tardaría seis.

Son 65.674 kilómetros cuadrados de extensión, unas 40 veces el área metropolitana de Bogotá, ocho veces la superficie de Suiza y 43 veces la de São Paulo, Brasil.

La población cumaribense representa el 40 por ciento del departamento de Vichada; el otro 60 está dividido entre Santa Rosalía, Puerto Carreño (su capital) y La Primavera.

Luisa Pinzón, representante de las juntas de acción comunal de la zona rural, recuerda que cuando era una niña tenía que caminar 12 horas para llegar desde la vereda Guacamayas hasta el internado donde estudiaba.

Esa escuela, de nombre Santa Teresita, funciona como un hogar durante cinco meses para que los niños no tengan que desplazarse todos los días.

“Teníamos que salir de la casa a las 3 de la mañana para llegar a las 3 de la tarde al internado –recuerda Luisa–. La cosa se arregló cuando mi hermano compró moto”.

De esa infancia, que transcurrió corriendo por las calles, Luisa recuerda el paso de los campesinos por el pueblo, siempre exhaustos.

Leandro León dice que desplazarse por este municipio es atravesar un infierno de más de 30 grados centígrados. Pantalón ligero, camisa desabotonada y un sombrero forman parte del atuendo de los hombres. Las mujeres usan vestido.

Leandro ingresa a una pequeña tienda mientras espanta a tres perros que se refugian del calor. Una gran marca de sudor rodea sus axilas. Ríe al hablar de las distancias del pueblo.“A veces organizan rifas, pero la gente que se las gana vive tan lejos que prefiere no cobrar el premio”.

CumariboCumaribo, el municipio más grande de Colombia

Cumaribo (Vichada) el municipio más grande de Colombia

El último censo indica que de sus cerca de 60.000 habitantes solo 6.000 residen en el casco urbano.

Son solo 15 manzanas de pequeñas viviendas en un trazado de polvorientas calles de tierra de color cobrizo.

Cumaribo cuenta apenas con 20 policías y 400 hombres del Ejército. Se podría decir que en este municipio hay un agente de policía para cada 3.250 kilómetroscuadrados y un soldado para cada 164 kilómetros cuadrados.

La estridente música de las cantinas que rodean el sector llena el espacio donde se erigen la iglesia, un centro cultural y las dos escuelas. El medio de transporte más común es la motocicleta.

Ser el municipio más grande del país es más un dolor de cabeza para sus pobladores. La agricultura sirve solo como autoabastecimiento para las familias. El pésimo estado de las vías en una tierra tan enorme no les permite a los agricultores vender lo que cultivan.

Las personas que llegan a Cumaribo por aire aterrizan en una pista destapada de alrededor de un kilómetro de largo. A este terreno se le llama de manera pomposa aeropuerto. El vuelo, desde Villavicencio, tarda alrededor de 1 hora con 30 minutos en aviones pequeños tipo Cessna o Piper (monomotor y bimotor).

Al llegar, el visitante encuentra una vivienda construida con láminas de zinc, donde una familia indígena está a cargo de una tienda y de verificar que cada pasajero tenga su cédula y el recibo de pago de sus pasajes. La reducida sala de espera que consta de cuatro bancas de madera.

Fabio González maneja un camión para transportar a los que llegan, pues desde la pista de aterrizaje hasta el pueblo hay cerca de una hora de caminata.

Colombia ni debe saber de nosotros, es que el estado de las vías no da para que la gente se anime a venir

“Este camión me lo dieron sin llantas –alza la voz por el ruido del motor, mientras golpea el volante–, y en cuatro días lo puse a caminar. A veces la gente quiere ir a La Playita (un pequeño terreno ubicado a orillas del río Vichada donde los cumaribenses se van de paseo los fines de semana), pero caminar hasta allá sería caminar todo el día, por eso les cobro entre 10.000 y 20.000 pesos por llevarlos”.

A Fabio, el frente 16 de las Farc lo obligó a abandonar la vereda El Palmarito, y ahora vive en el casco urbano. Una hora y 40 minutos, en camión, lo separan de su natal vereda.

Entre los vecinos hay quienes aseguran que en Cumaribo debe vivir gente que no sabrá que existe el casco urbano, pues pocos han salido de la parte rural.

Sentado en su restaurante, Luis Olaya afirma que vivir en este lugar es como “vivir en otro país”.

“Colombia ni debe saber de nosotros –dice Luis–, es que el estado de las vías no da para que la gente se anime a venir. Si los que están cerca no quieren, ahora imagínese de otra parte”.

En su restaurante se sirven platos típicos de la región: carne a la llanera o su tradicional mañoco, un cereal similar al ajonjolí que se cultiva en la zona. Otros alimentos que se sirven en Cumaribo son el pescado moquiado (que se cocina envuelto en hojas de plátano) y el yare, una bebida que resulta de moler la yuca.

Aunque es el municipio más grande de Colombia, en el pasado contaba con muchos menos habitantes. Con la bonanza de la coca, en los años 80, el pueblo empezó a ser habitado por personas de todas partes, hasta de Ecuador y Venezuela.

El 85 por ciento de su población es indígena y habitan, en su mayoría, en la parte rural; sin embargo, en el último año se empezó a dar el fenómeno de los asentamientos indígenas en la cabecera municipal.

Una de las familias indígenas que llegaron en los últimos años al casco urbano es la de Jorge Alcides Chipiage, quien observa cómo cae la tarde mientras se mece en su hamaca.Se lamenta porque hoy no pudo visitar a su familia, que se encuentra en el resguardo siakuni chepagío, a tres horas, en moto, del casco urbano.

“Llovió. Ni modo –comenta–. No solo es lo lejos, yo no conozco a alguien que no vaya en moto a alguna parte de Cumaribo y no regrese con algún golpe. Las vías son terribles”.

Un lío de distancias

El único hospital que funciona en el municipio, el San Juan de Dios, cuenta con un personal de más de 50 personas; atiende a cerca de 60 pacientes a diario y tiene en funcionamiento una ambulancia que, en ocasiones, debe atravesar el río Vichada en bote para llegar hasta las comunidades indígenas.

“Por bien que nos vaya –señala Efrén Kacuá, gerente del hospital–, la ambulancia puede regresar en tres días, sin contar con que llueva”. El gerente aclara que dependiendo de cuál sea la emergencia, así también se pide la ayuda de un helicóptero.

Cumaribo (Vichada) el municipio más grande de Colombia

Las polvorientas calles de este municipio tienen un color cobrizo que le da un aspecto atractivo.

Foto:

Diego Santacruz / EL TIEMPO

Sin embargo, campesinos no creen que la atención del hospital sea buena, pues cuando se han dado agresiones, dicen las autoridades, los heridos prefieren curarse ellos mismos las lesiones con machete por la demora en la ayuda.

El alcalde de esta población, Hermenegildo Beltrán, sostiene que es tan difícil llegar a ciertos rincones que los recursos que ingresan no alcanzan a llegar a manos de muchas familias.

“Trato de que entienda –habla el alcalde, mientras un pequeño ventilador lo refresca– que todo queda tan lejos que los recursos de movilización para los funcionarios se acaban antes de que termine el año”.

En razón de su censo poblacional, Cumaribo recibe alrededor de 30.000 millones de pesos en recursos. La administración pavimentó calles, ha invertido en la estructura de edificaciones y escuelas, pero movilizarse requiere de más recursos. Funcionarios consideran que debido a lo separados que están el casco urbano y la zona rural, monitorear las comunidades es imposible. Vichada, según el Ministerio de Salud, es el departamento donde más niños sufren desnutrición.

Como dichas ayudas del Estado no pueden llegar a todas las familias, Tito Sánchez y Nancy Darapo, dos indígenas de la vereda El Palmarito, caminan una hora y 30 minutos para extraer la fibra de la palma de cumare, con la que bordan todo tipo de bolsos, sombreros y figuras tradicionales de su cultura para venderlos a los comerciantes o personas que pasan por este municipio.

“Uno tiene que comer –dice Tito–, ya uno sabe que esto es gigante. El no dejarse morir de hambre nos motiva a recorrer estas distancias, es algo que los nacidos acá saben”.

Un municipio sin salida

Arnulfo Romero atiende a los clientes de su cantina mientras fuma. Él arribó a Cumaribo hace 14 años. Asegura que no se ha movido de este lugar porque le va muy bien con el juego de billar que instaló. Romero no sufre por las distancias, pues poco se mueve de su tienda, que al mismo tiempo es su casa.
“Si es verdad que estamos aislados –abre grande los ojos–, pues qué bueno que no me vengan a molestar”.

Jairo Pardo, cura de la parroquia del municipio, dice que cuando llegó, cinco años atrás, el proceso de evangelización que se le encomendó era una tarea casi imposible.

“Me tuve que conseguir una moto –recuerda el cura–; antes tenía que caminar para llegar, y eso que solo iba a las más cercanas. La experiencia me dejó con un buen estado físico”.

Cumaribo (Vichada) el municipio más grande de Colombia

Los caminos son la cruz de los habitantes de este extenso municipio. Muchos aseguran que cuando llueve se ponen aún más difíciles.

Foto:

Diego Santacruz / EL TIEMPO

Para el sacerdote, Cumaribo es un buen lugar para vivir, ya que la extensión ayuda a que el ruido no se concentre en un solo punto. Como apenas hace un año se la dotó de energía eléctrica, la comunidad apenas aprende a tener vida nocturna. Al caer la noche, aún se ven las calles solas.Luis Alejandro López, uno de los asistentes a la misa, dice que una de las virtudes de las distancias en la zona es que caminar es bueno para la salud.

“Míreme –dice, mientras sonríe–: tengo 70 años y parezco de 30; el hecho de que uno acá tenga que caminar tanto hace que la gente no se envejezca tan rápido”.

Mientras se prepara para oficiar la misa de las 6 de la tarde, el padre Pardo se da un tiempo para esperar que lleguen más feligreses, pues sabe que muchos se desplazan por largos caminos. Algunos llegaron temprano y se acomodan en sus sillas y hay quienes se quedan afuera, esperando a que el calor de la caminata se les pase. Nadie se molesta porque la misa no se inicie aún, en Cumaribo ya están acostumbrados a esperar.

MIGUEL ÁNGEL ESPINOSA
Enviado especial de EL TIEMPO
CUMARIBO (VICHADA)