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Los imprescindibles: héroes que trabajan para todos

Son jóvenes, adultos de mediana edad, otros mayores; también padres, madres e hijos. Lo que tienen en común es que hacen parte de ese grupo de colombianos que antes de la crisis sanitaria causada por el nuevo coronavirus eran trabajadores inadvertidos, que cumplían con sus horarios laborales sin mayores presiones, y que hoy se han convertido en personas imprescindibles para el mundo entero.

Durante estos días han sido ellos los que salen a exponerse al contacto con otras personas, a los viajes en transporte público y al temor presente en todos frente a un virus invisible que no discrimina.

Médicos en fuego

Las manifestaciones ciudadanas en el mundo han aplaudido su labor desde los balcones y ventanas en las noches. Desde España, donde la cifra de muertos ya supera los 600 por día, hasta en Colombia, en donde enfrentamos una etapa de aislamiento para evitar que el virus alcance dimensiones desbordantes para el sistema de salud.

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El ambiente es tenso porque hay tanta información nueva y las situaciones de angustia de otros países donde tenemos amigos y familia han sido complicadas. Se trata de un virus nuevo que, aunque ya sabemos sobre sus síntomas y transmisión, no sabemos cómo se va a comportar individualmente, en cada organismo”, señala María Clara Mendoza, la jefe de Urgencias del Hospital Universitario de San Vicente Fundación en Medellín.

Esta mujer y su equipo de trabajo están acostumbrados a sortear situaciones extremas, a tomar decisiones rápidas y a sobrellevar el síndrome del ‘burn up’ o del desgaste entre los médicos. Pero enfrentar un nuevo virus los pone en situaciones que atraviesan profundamente su ética.

“Uno de los temores más grandes es tener que tomar decisiones éticas sobre la vida que nunca hemos pensado. Porque cuando uno está trabajando en una condición con un paciente, pues hace lo mejor por él, pero cuando deba tomar una decisión sobre tres pacientes en las mismas condiciones y escoger quién podría tener mejores probabilidades de éxito en el tratamiento, ese tipo de cosas nos dan mucha angustia”, dice la jefe.

Aunque los médicos son la cara más visibles de la contención del nuevo coronavirus, otros profesionales de la salud como los trabajadores sociales atienden a los familiares que no pueden acompañar el tratamiento de los pacientes confirmados o sospechosos de portar el virus.

El aislamiento en una situación como esta pone a las familias en una condición de ansiedad muy alta, tan crítica como podría llegar a ser la condición médica de los pacientes.

“Por el hecho de que haya un contagio, o que sean sospechosos, no vamos a segregarlos con un trato excluyente. Nuestra vocación es darles la tranquilidad de que los estamos acompañando y que así como es importante el paciente, lo es su familia”, comenta Jorge Mora, trabajador social del Hospital San Vicente.

Su compañera, Mónica Cuartas, y quien dirige el departamento de Trabajo Social del Hospital, asegura que la angustia está presente pues saben que es muy probable que el virus desborde en algún momento su capacidad de acompañamiento. La incertidumbre de no saber cómo amanecerá mañana la pandemia afecta su vida laboral y familiar.

Lo que más no has impactado es que en casa nos esperan. En este departamento somos 20 personas, todos tenemos una familia

“Lo que más no has impactado es que en casa nos esperan. En este departamento somos 20 personas, todos tenemos una familia. Hay quienes viven con sus padres adultos mayores, quienes tenemos hijos menores de edad, entonces tenemos temor como lo tienen muchos”, dice Cuartas.

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Los nunca más invisibles

Conductores de buses, cajeros de tiendas y supermercados, entre otros, se han convertido en el soporte de las necesidades básicas.

“La gente a veces no mira la magnitud del trabajo que hacemos. Nosotras nos sentimos bien haciéndolo pero sería bonito que la gente lo valorara más, que porque no somos médicos no significa que no somos importantes”, dice Jhoana Ramírez, una cajera de la cadena Justo Y Bueno que trabaja en una tienda de Mosquera, Cundinamarca.

En la tienda donde cumple funciones de atención al cliente trabajan otras seis mujeres que son madres como ella, y entre las que se han derramado algunas lágrimas estos días mientras cumplen con su trabajo en medio de la posibilidad llevar el virus a sus hijos y familiares. “Lo valioso es saber que gracias a nuestra labor las personas pueden llevar comida a sus casas, que la gente no está aguantando hambre”, añade.

Es tratar de seguir mi vida lo más normal posible, de no incumplir estas normas que está a nivel global

Una percepción similar tiene Mauricio Alfonso, un conductor de Transmilenio de 44 años, quien trabaja jornadas diarias de ocho horas en medio de estrictas medidas protección y aseo. “Es tratar de seguir mi vida lo más normal posible, de no incumplir estas normas que está a nivel global. No quiero contagiar a mi señora ni a mi hijo, que son el núcleo de mi familia”, apunta.

Aunque de acuerdo a las declaraciones de la alcaldesa Claudia López, en Bogotá el uso de Transmilenio llegó a registrar hasta un 80 % menos de pasajeros, y que 59 % de la ciudad tiene claro cómo funciona la cuarentena obligatoria, personas como Mauricio y Jhoana deben asumir la calle y el trabajo presencial como una medida de sobrevivencia económica y de aporte a la sociedad.

Héroes de las carreteras

Alimentos, carga de insumos, combustibles e implementos de aseo son algunas de los elementos que por estos días llevan a sus espaldas los camioneros de Colombia. Para ellos ha sido un honor reforzar en esta pandemia el trabajo que normalmente hacen durante noches enteras por las carreteras y trochas del país.

Desde que el gobierno nacional tomó medidas como reducir los precios del ACPM y no restringir el cobro de peajes, este gremio ha conducido por carreteras fantasmas donde pasan kilómetros sin encontrar un restaurante u hotel donde descansar. En las vías enfrentan atracos a sus cargas, microsueños y la soledad mientras tratan de cuidar de sus familias aisladas para esquivar el virus.

En este momento la policía tiene que mantener una orden presidencial para evitar que este virus se propague pero también tenemos mucha inseguridad en las vías, y no podemos acarrear la responsabilidad solamente a la Policía, hay ejército, inteligencia, Fiscalía, y ellos no están colocando todo su brazo en el cuidado de transporte de carga en Colombia”, señala Eddie Ruíz, un camionero bogotano que lleva 14 años trabajando en el gremio. “Yo a qué me quedo en Bogotá sabiendo que puedo hacer algo por mi país. Prefiero morir con la frente en alto, luchando por llevar el pan, que acostado en una cama viendo cómo se desabastece el pueblo”, añade.

Igual que los médicos del San Vicente Fundación, o los conductores de bus y TransMilenio de Bogotá, Eddie Ruíz tiene claro que prefiere salir a trabajar como una manera de aportar a que la vida en la mayoría de casas pueda seguir de la mejor forma posible. Trabajar en medio de una pandemia pone a prueba la voluntad de los seres humanos y su capacidad de ponerse al servicio de la sociedad.

KAREN PARRADO BELTRÁN
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO