Inicio Colombia Los niños no nacidos, el capítulo pendiente de Bojayá

Los niños no nacidos, el capítulo pendiente de Bojayá

Fue la última en subirse al barco de madera que los sacó de Bojayá. “Mi barriga subió arrastrada por el filo del bote, las balas cruzaban por la cabeza de uno y estábamos remando con las manos”, cuenta Gigiola Rentería. Tenía 30 años y siete meses de embarazo cuando tuvo que huir junto a toda la comunidad sobreviviente de Bellavista, el casco urbano del municipio chocoano asediado por el enfrentamiento entre guerrilleros y paramilitares.
Después de dos días en Vigía del Fuerte, el municipio de Antioquia que acogió a los bojayaseños que huyeron luego de la explosión de un cilindro bomba en la iglesia de Bojayá, en medio de combates entre el bloque ‘Élmer Cárdenas’ de las AUC y miembros de las Farc, Gigiola empezó a sentir dolores. Todavía no era hora, pero el estrés y los golpes precipitaron su trabajo de parto.
Al menos ocho mujeres embarazadas -en mayo del 2002- cuando ocurrió la masacre de Bojayá, perdieron sus hijos, según consta en un informe de la Fiscalía General. Cinco de ellas murieron. Tres más, entre ellas Gigiola, salieron con vida de los combates.
El médico de Bojayá los atendía en Vigía del Fuerte, en una casa. Él le advirtió a Gigiola que si seguían sus dolores, era mejor que fuera al centro de salud del pueblo. Y siguieron, pero no había tiempo para esperar. Continuaba el éxodo hacia un lugar más seguro.

Gigiola orinaba sangre y sentía escalofríos, y así se tuvo que subir al bote que la llevó, junto con tres de los cuatro hijos que tenía entonces, hasta Quibdó. “Me atendieron otros médicos en Quibdó y me mandaron para la casa. Como a los dos días tuve que subir otra vez al hospital porque me estaba hinchando. Me hospitalizaron y me mandaron una ecografía, ahí se dieron cuenta de que el niño estaba muerto”. Después de 17 años, permanece en la capital chocoana.

La remitieron al hospital San Francisco, de segundo nivel, donde le pusieron una inyección para forzar el parto de su bebé fallecido, el 17 de mayo del 2002. Habían pasado 15 días desde la masacre de la iglesia de Bojayá. “Los médicos no me explicaron nada, pero yo alcancé a ver en la historia clínica que hubo un desprendimiento de placenta”, explica.

Está convencida de que el niño –Geimar Palacios Rentería, así lo iba a llamar– murió por el golpe que ella sufrió mientras se montaba al bote para huir. Ella no estaba enferma y sus embarazos siempre fueron normales. A todos los demás hijos los tuvo en su casa, con la ayuda de parteras.

El impacto sobre su vientre al subirse al bote no fue el primero. Rumbo a la orilla del río también sufrió varios golpes, porque el pueblo estaba inundado por el río Atrato y bajo el agua no se ven las raíces que baja el caudal. Además, Gigiola le agrega el susto que sintió en medio del enfrentamiento por las balas que iban y venían a lo ancho del Atrato.