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Los ritmos tropicales que ponen a bailar a Medellín

Un compás rápido se apodera de los paisas. Primero, comienzan a marcar el tiempo con sus pies, vienen las palmas, las personas se levantan de sus sillas y se unen para bailar. Ritmos alegres y rebeldes amenizan el ambiente, se trata de la música tropical. En los hogares antioqueños no faltan los discos de cantantes como Gustavo Quintero o Rodolfo Aicardi, las fiestas necesitan sus canciones.

La música tropical no distingue estratos económicos, niveles de cultura ni edades, los adultos acuden a ella con ánimo de recordar su juventud y los adolescentes llegan por curiosidad, para conocer el pasado de sus progenitores. Todas las generaciones convergen en sus canciones, aunque diciembre sea el mes cumbre de los ritmos bailables, la música tropical no tiene fechas ni horarios.

“Es esencia, vida, inspiración transformada en sentimiento que se mete por los poros, te llega a los huesos, te hace sentir la vida y te pone a bailar, a gozar, te alegra el espíritu, tenemos para dar de nuestro acervo musical en nuestro país”, afirma el locutor de música tropical Hernando Enrique Aguilar, también conocido como El Gitano, para quien los intérpretes e instrumentistas colombianos son maestros de los ritmos bailables en el exterior.

El ejercicio de definir la música tropical es complejo, no podría estar concentrado en una sola región, se trataría de una mixtura de costumbres y ritmos, una simbiosis entre la costa y la montaña, entre el calor y el frío. No obstante, el conjunto de géneros bailables se ha visto con desdén, al punto de denominarlo ‘chucu- chucu’. En un sentido peyorativo, el término hace referencia a la onomatopeya obtenida del sonido del idiófono raspador llamado güiro.

El doctor en Filosofía, Juan Diego Parra Valencia, establece tres enunciados de los ritmos bailables en su libro Arqueología del chucu-chucu. El primero manifiesta que la música tropical es todo aquello que no es salsa, una degeneración de la música tropical costeña y todo tipo de música tropical bailable grabada en Colombia. Ante los duros juicios encontrados por el investigador, resalta la música tropical como elemento fundamental de la cultura e, incluso, trata de resignificar el término ‘chucu-chucu’.

Si se creara una línea cronológica de la música tropical en Medellín, la década de los 60 resaltaría por la incursión de grupos empíricos en la ciudad. Sin embargo, los 40 y los 50 fueron la semilla para uno de los momentos estelares de los ritmos bailables en la ciudad. Incluso, el periodo de los 60 es considerado por Parra Valencia como una revolución sonora tropical urbana con aires juveniles.

Los 60 se destacan en la historia de la música tropical producida en Colombia, especialmente en Medellín, cuando agrupaciones como Los Teen Agers, Los Golden Boys, Los Claves, Los Falcons, Los Black Stars, Los Graduados y Los Hispanos comenzaron a sonar por toda la ciudad, siendo los primeros pioneros en el conjunto de géneros bailables. Dos figuras se consolidaron como los grandes representantes del sonido paisa: Gustavo “El Loko” Quintero y Rodolfo Aicardi.

El hecho de que Medellín fuera el epicentro industrial de Colombia influyó en la difusión de la música tropical en la ciudad, según el músico e investigador Juan Sebastián Ochoa, en su tesis doctoral Sonido sabanero y sonido paisa, la producción de música tropical en Medellín durante los años sesenta. Aparte de la llegada de dos cadenas radiales importantes como RCN y Caracol, también, se asentaron casas disqueras como Discos Fuentes, Codiscos, Sonolux, Discos Ondina, Discos Victoria, entre otros.

“El sonido paisa satisfizo unos deseos de modernización con base en la inclusión de ciertos elementos icónicos superficiales como los nombres de los grupos y las imágenes de las carátulas, mientras que los elementos estructurales musicales se desarrollaron principalmente a partir de tradiciones de carácter local; esto lo podemos definir como una forma de modernización fetichizada”, expresa el investigador en su libro.

Tanto Parra como Ochoa piensan que Medellín era una especie de babel musical en aquella época, la ciudad recibía todo tipo de ritmos: tangos, boleros, rancheras, bambucos, pasillos, porros, guarachas, pasodobles, rock and roll junto a la música clásica. Y los pasos sutiles de la música tropical concluían en los cafés, las cantinas, los clubes sociales y los grilles.

La proliferación de clubes sociales y grilles, espacios de diversión nocturna para jóvenes de clase media, facilitaron la conformación de orquestas tropicales, pues cada lugar tenía su propia agrupación. Tal es el caso del Club Campestre con la orquesta de Lucho Bermúdez, el Club El Rodeo con el conjunto Los Hermanos Martelo, el Club de Medellín con la Orquesta Rítmica y la Italian Jazz.

“Quizá una de las marcas más importantes en los conjuntos juveniles de los sesenta como el de Quintero y Aicardi es que no eran muy buenos ejecutantes, su música era un poco amateur mientras que los músicos venezolanos sí eran muy profesionales. Los sabaneros, así se caracterizaran por ser músicos de la calle, eran virtuosos, tenían la intención de ser músicos; los paisas no, la idea de ser profesionales los cogió por sorpresa cuando eran principiantes que se acercaron a la música por gusto, sin darse cuenta, resultaron siendo estrellas”, dice Ochoa.

El investigador enfatiza en que Medellín se constituía como uno de los puertos musicales de Colombia para la época, propicio para la migración de intérpretes e instrumentistas sabaneros o de otras regiones del país a la ciudad. La demanda comenzó a ser más grande que la oferta, como si primero se creara la empresa y después el producto, las casas disqueras y las emisoras necesitaban más artistas de los que podían llegar, los músicos locales vieron una oportunidad para incursionar en el cuarto arte.

No obstante, cabe anotar que para los años 70, el vallenato tomó más protagonismo y opacó a la música tropical, especialmente al sonido sabanero. Para las décadas siguientes, se formaron conjuntos como el Combo de las Estrellas y el Tropicombo.

Uno de los distintivos en el sonido paisa es la jocosidad de las líricas que no está completamente relacionada con la picardía. Sin embargo, esto no significaba que la música tropical antioqueña se alejara de la parranda. La hipérbole se impuso como la figura retórica por excelencia de los conjuntos juveniles paisas, canciones como La gorda, de los Teen Agers, y La suegra, de Rodolfo Aicardi, lo demuestran. La representación de mundos inverosímiles e ilógicos también caracterizaba los contenidos de las canciones tropicales, la seriedad empieza a ser burlada.

En los ritmos bailables de los 60 se gesta un espíritu de carnaval y de liberación que paradójicamente coincide con la religiosidad de diciembre. “La música tropical como está asociada a este mes, hace parte de un ritual, cantar la novena con la familia, hacer buñuelos y natilla, tomar aguardiente y bailar. Dudo mucho que ese ritual se vaya a perder, mientras se siga comiendo buñuelos y natilla en diciembre, se va a seguir cantando música tropical”, puntualiza Ochoa.

MELISSA OROZCO DUQUE
Para EL TIEMPO
MEDELLÍN
En Twitter: @MelissaOrozcoD