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Medellín, el experimento de turismo comunitario que está funcionando

Cuando Cremas Doña Consuelo comenzó como negocio, hace 18 años, vendía unas 30 paletas de mango al día. Hoy, en un día promedio, vende entre 300 y 500. El negocio, ubicado en una casa familiar del barrio Las Independencias, en la comuna 13 de Medellín, refleja lo que el turismo comunitario ha hecho por el sector.

Jaime Castro, quien ahora está al frente de las cremas, explica que todo comenzó cuando las escaleras eléctricas públicas que instaló la alcaldía en el barrio entraron en funcionamiento.

A partir de ese hecho, sucedido en el 2011, cientos de turistas comenzaron a llegar al barrio. Desde el 2009 un grupo de muchachos había empezado a hacer recorridos guiados, aliados con empresas privadas, por los murales e intervenciones artísticas que promovían la paz y la reconciliación en una comuna marcada por la violencia.
Las escaleras fueron el detonante para que, por medio del arte, los habitantes de la comuna 13 explotaran todo el potencial del turismo comunitario.

Carolina Muñoz y Santiago Rodríguez, estudiantes de Economía de la Universidad de Antioquia, se dieron a la tarea de investigar cómo el tour de los grafitis ha impacto la economía del barrio. Encontraron que en el momento hay 27 empresas establecidas que ofrecen el recorrido. De ellas, el 60,5 por ciento fue fundado en los últimos cinco años, lo que habla del reciente crecimiento del fenómeno.

“Esto es una tendencia mundial: en otros países hay experiencias similares en las que por medio del arte se promueven sectores marcados por la violencia. Lo que sucede en la 13 es una reconexión que ese barrio está teniendo con la ciudad”, explica Rodríguez.
Para los investigadores, el tema turístico se convirtió en la economía principal del barrio.

Según concluyeron en su trabajo, unas 300 familias viven directa o indirectamente de los visitantes. “Es muy interesante ver cómo se hacen encadenamientos productivos. Es decir, los únicos que se benefician no son los guías y las empresas: están los que venden paletas, camisetas, recuerdos”, explica la investigadora Muñoz.

Jaime Castro vende entrte 300 y 500 paletas al día. Antes de que llegara el turismo apenas lograban vender unas 30 en todo el día.

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Guillermo Ossa / EL TIEMPO

Las empresas constituidas que prestan el servicio, según la investigación, generan al año 3.641 millones de pesos. Su público principal son los extranjeros. Según encontraron los egresados de la Universidad de Antioquia, el 78 por ciento de los visitantes son foráneos.

Una de las 27 empresas reconocidas es ‘La cuatro Trece 4-13’, fundada hace un par de años por unos jóvenes del barrio. Esteban Agudelo, conocido en el mundo del Hip-Hop y los grafitis como ‘Chavo Censura’, es uno de los socios que está al frente del negocio.

Además de ofrecer el tour por las escaleras eléctricas, su organización tiene un sentido social. “Este barrio nos ha dado todo, tenemos que retribuirle. Por eso hacemos jornadas de pintura y otras actividades. No se nos puede olvidar la parte social por pensar solo en lo económico”, expresa Chavo Censura.

Lo que sucede en la 13 es una reconexión que ese barrio está teniendo con la ciudad

A pesar de que el turismo ha traído ingentes beneficios económicos y los negocios han crecido de manera considerable, como las Cremas Doña Consuelo, el número de turistas ha excedido la capacidad del barrio.

En enero, según cifras de la alcaldía de Medellín, 48.200 personas hicieron el tour. Chavo asegura que fue ‘una locura’. Solo su empresa recibió unas 6.000 reservas. “Esto fue un descontrol. Había tanta gente que hasta los niños del barrio se ofrecían para hacer los recorridos. Incluso, familias enteras bajaban hasta la estación del metro y subían a los turistas hasta el barrio”, señala Chavo.

Luz Miriam Villada ilustra bien este fenómeno de habitantes-guías. Es una mujer de 64 años que ha vivido toda la vida en Las Independencias. Según su forma de ver, el turismo es lo mejor que le pasó al barrio. Desde hace ocho meses es guía. Casi todos los días sale de su casa y ofrece un recorrido guiado por las escaleras y los grafitis. “A la edad que tengo no me contrata ninguna empresa. Yo soy separada y vivo sola, con esto al menos me alcanza para comer”, comenta.

En enero, según cifras recogidas por funcionarios de la alcaldía de Medellín en el sitio, 48.200 personas visitaron las escaleras eléctricas.

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Guillermo Ossa / EL TIEMPO

El joven emprendedor comenta que la economía del barrio sigue creciendo de manera exponencial: “Esto va muy rápido. Yo camino por acá y todos los días me doy cuenta de un negocio nuevo. La gente siempre está buscando la manera de aprovechar este fenómeno”.

Ejemplo de ello es el negocio familiar de Maryori Uribe. Su madre comenzó a vender paletas hace 10 años. Hace cinco se dieron cuenta de que la cosa funcionaba.

Entonces, los hermanos que vivían en el exterior retornaron al país y los resultados son evidentes: el negocio comenzó como un segundo piso, ahora funciona en una casa entera; de tres congeladores pasaron a tener ocho; además de paletas ahora diseñan y venden camisetas alusivas a la comuna 13.

Esto va muy rápido. Yo camino por acá y todos los días me doy cuenta de un negocio nuevo. La gente siempre está buscando la manera de aprovechar este fenómeno

A pesar de los beneficios económicos, el turismo ha traído fenómenos indeseables. Por ejemplo, algunos muchachos de colegio han preferido pedir plata a los turistas en vez de estudiar. “Acá una vez había un pelado que quería cambiar 260 dólares. ¿Quién va a querer estudiar si pidiendo le dan esa cantidad de plata?”, se pregunta un habitante del barrio.

El sector se ha transformado por medio del arte. A los turistas se les ensaeña la historia y el sentido de los grafitis que adornan las calles del barrio.

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Guillermo Ossa / EL TIEMPO

No obstante, Chavo Censura considera que el impacto ha sido más positivo que negativo. Por eso, su corporación está intentando replicar esta experiencia de turismo comunitario en otras regiones del país. En Bogotá, por ejemplo, ya se están ofreciendo tres recorridos en los que se aprecia la importancia del grafiti como arte callejero y eje de transformación social.

Para él esta es una experiencia que debe repetirse en otras partes porque a fin de cuenta la que se beneficia es la comunidad. “Hemos pensado incluso llevar la idea a Centroamérica”, dice Chavo.

Miguel Osorio Montoya
PARA EL TIEMPO
MEDELLÍN
@MigoroMontoya