Inicio Colombia ‘Opinión pública: evacuación fétida’, así la definía un diccionario

‘Opinión pública: evacuación fétida’, así la definía un diccionario

En 1811, durante el periodo de transformación política del conjunto de la monarquía, un diccionario publicado en Madrid la definió como “Evacuación fétida y asquerosa precedida de comunicación pecaminosa” y señaló que era “un animal quadrúpedo que anda en los cafés, en las calles y en las plazas”. Esta descalificación feroz evidencia que lo que llamamos “opinión pública” constituía una novedad que resultó incómoda y confusa para algunos sectores de las sociedades hispánicas. Otros, en cambio, acogieron este vocablo con entusiasmo como evidencia de un reclamo generalizado al sistema monárquico.

Pero ¿en qué consistía esa nueva modalidad de representación que apareció bajo el nombre de la opinión pública y estuvo en el centro de la crisis monárquica y la independencia de los países hispánicos?

La aparición de la opinión pública se originó en el reconocimiento de una voluntad general que –como señaló el ministro Jovellanos– emanaba de la “opinión de la mayor masa de individuos del cuerpo social” (c. 1790). El vigor de la voluntad general radicaba en que “esta fuerza es superior a todas las sumas de fuerzas de que puede disponer la sociedad y aun todos los medios que pueda emplear”. Por ende, consultar la opinión pública de una comunidad significaba reconocer una instancia superior –incluso al rey– a la cual había que apelar para el buen gobierno.

Esta fuerza es superior a todas las sumas de fuerzas de que puede disponer la sociedad y aun todos los medios que pueda emplear

No sorprende entonces que el término opinión pública apareciera por primera vez en nuestro país en 1809, en el contexto de la recepción de las noticias de la invasión napoleónica. En una circular, el virrey solicitó “a los sabios del reino que empleen sus luces y talentos para fijar la opinión pública a favor” de la monarquía. Los americanos respondieron de manera entusiasta y dieron vida al movimiento juntista que declaró la primera independencia.

Tanto Jovellanos como el virrey suponían que podían invocar y controlar la opinión pública. Así también lo creyeron quienes participaron en las primeras juntas. Ellos recurrieron a esta con la convicción de que, como señaló José Acevedo Gómez, “el pueblo bajo es siempre un instrumento que nosotros manejaremos en bien y provecho de la causa de la libertad”.

Sin embargo, la movilización popular que siguió al 20 de julio los llevó a descubrir que el pueblo es menos maleable de lo inicialmente pensado. Aparece entonces una nueva forma de concebir la opinión pública. Como lo señalaba el periódico Aviso al Público (1810), el “pueblo idiota” requiere instrucción, y son los notables e ilustrados quienes están a cargo de “fijar la opinión”. Aún hoy en día, el debate en torno a quién domina la opinión pública sigue vigente.

La importancia de la libertad de prensa

Los medios de comunicación son esenciales para la sociedad. Los hay oficiales y particulares, y dependiendo del contexto tienen más libertades o restricciones a la hora de escribir y divulgar sus contenidos.

Uno de los obstáculos para la difusión de los medios ha sido la censura, usada para restringir la información que circula dentro de la sociedad. Un ejemplo destacado fue el proceso que se siguió contra Antonio Nariño y sus colaboradores por la impresión y circulación de Los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1793. Paradójicamente, uno de esos derechos –el que generó mayor censura– fue el de la libertad de expresión.

Hace 200 años, los impresos funcionaron como forjadores de la opinión pública. Sin embargo, la redacción y publicación estaban sujetas a normas que limitaban lo publicado para evitar lo que se consideraba como un abuso; por ejemplo, las ofensas al dogma religioso, las incitaciones a la rebelión o la perturbación de la tranquilidad pública, las ofensas a la moral o al honor de una persona.

El abundante número de publicaciones que surgieron después de la Batalla de Boyacá y la proclamación, en 1821, de una ley que garantizaba un mayor acceso a la impresión de textos evidencian la importancia de la libertad de prensa para la vida democrática. Las diversas formas de censura –muchas de ellas por contenido religioso– indican algunas dificultades a las que nos hemos enfrentado.

La Constitución de 1991 garantizó la libertad de opinión para todos, pero aún hoy en día siguen en el mundo de la política apareciendo propuestas y tentativas para controlar lo que las personas dicen o divulgan por diferentes medios. Existen otras formas de censura, como la informal, en la que según los lineamientos políticos de una entidad o grupo de personas se restringe la divulgación de ideas contrarias a las suyas.

En algunos países, esto ocurre incluso con sus gobernantes, los que bloquean a las personas o cuentas que dirigen críticas contra ellos en redes sociales.

Finalmente, aparece otro gran peligro contemporáneo: las fake news. Su escenario ideal son las redes sociales e internet. Estas han provocado en los lectores una sensación generalizada de escepticismo ante el papel de la prensa.

La opinión pública nació como una expresión de la voluntad general. El grabado ‘Disfraz y pluma de todos’, que encabezó el Redactor Americano en 1806, recoge esa expresión colectiva que encuentra en el escritor público su lugar de enunciación. Hoy en día, una imagen asombrosamente similar es la máscara de Anonymous, que expresa el desafecto ante los grandes medios de comunicación y la necesidad de reencontrar en la prensa el ideario democrático.

Los medios en 1819

Territorio, lealtades y opinión pública aparecen este año profundamente divididos entre patriotas y realistas. En Caracas, Santafé y sus áreas de influencia circularon gacetas con postura monárquica, mientras que en la ciudad de Angostura –foco de resistencia republicana– se imprimió El Correo del Orinoco.

La Gaceta de Caracas, fundada en 1808, cambió de manos varias veces durante sus primeros años. Monarquista en sus comienzos, opta por la vía republicana a partir de 1810. En 1812, con la entrada a Caracas del general Monteverde adopta el bando español; al año siguiente, Bolívar toma la ciudad y la restaura para la causa patriota. En 1814, al caer la segunda República, José Domingo Díaz, gran ideólogo monarquista, asume el cargo de editor hasta el triunfo definitivo de la República en 1822.

Por su parte, la Gaceta de Santafé fue el vocero oficial de la restauración española. El periódico, redactado por Juan Manuel García de Tejada y Castillo, defendió al Ejército del Rey y atacó el bando republicano hasta la toma de Santafé en 1819. Después de esto, es refundada y nombrada Gaceta de Bogotá, esta vez bajo la dirección de Santander.

La dinámica prensa de las primeras repúblicas había sido censurada, los patriotas no tienen ningún órgano de difusión oficial en el virreinato hasta que el Ejército Libertador –con sede en Angostura desde 1817– publicó El Correo del Orinoco y le dio alcance continental.

Además de hacerles contrapeso a los órganos de opinión realistas, El Correo se encargó de informar sobre las operaciones militares, recoger y elaborar propuestas republicanas. En sus páginas aparecieron el ‘Reglamento para las elecciones de representantes’ y el ‘Discurso de Angostura’ de Simón Bolívar, entre muchos otros textos notables. El británico Andrés Roderick fue su impresor, mientras que la redacción estuvo a cargo de Francisco Antonio Zea y Juan Germán Roscio.

Sitios de encuentro de letrados e iletradosFocos de opinión local

1. Imprenta del Estado. De esta, a cargo de Nicomedes Lora, salieron muchas de las publicaciones oficiales en 1823, a excepción de la Gaceta de Colombia, de la que se encargaba José María Espinosa.

2. Imprenta de Cowie. Desde 1824, los papeles oficiales empezaron a imprimirse en el taller de Cowie, junto con los papeles privados que siguió publicando como venía haciéndolo desde 1820.

3 y 4. Plaza Mayor y Mono de la Pila. Lugar de encuentro y conversación. El viernes era día de mercado en la plaza, además de que allí se ubicaba la primera fuente pública de agua de Bogotá, el Mono de la Pila, construida en el siglo XVI. Fue lugar de encuentro y conversación de las personas que iban por agua.

5. Tienda de Rafael Flores y otros comercios. En la calle del Comercio se encontraban tiendas en donde se vendían periódicos y otras publicaciones. En la tienda de Flores se vendían números y recibían suscripciones de la Gaceta de Colombia. Carrera 7.ª entre calles 11 y 14.

6. Oficina de Correos. Las noticias llegaban y se difundían en correos. Unas en cartas, otras en periódicos americanos y europeos, otras en libros y tratados.

7. Biblioteca Nacional. Fue el lugar de encuentro de aficionados a las ciencias y las letras. Contaba con más de 6.000 volúmenes de libros, periódicos y publicaciones varias para 1823. En enero de 1823, estaba en el Palacio San Carlos, pero ante la ruina que la fue afectando, Santander mandó que se trasladara, y el 25 de diciembre se instaló en el edificio de Las Aulas (calle 6 con cra. 9).

8. Palacio de Gobierno. En una casa de tejado bajo y balcón corrido en la fachada, adosada a otras dos construcciones más bajas, se encontraban las dependencias del Palacio de Gobierno, las de los ministros y las de la cárcel.

9. Catedral Primada. Desde el púlpito, el arzobispo y los sacerdotes manifestaban sus consideraciones frente a noticias y sucesos. Los sermones han sido una fuente de circulación de la opinión de la Iglesia hacia sus feligreses.10. Iglesia Nuestra Señora de las Nieves.

11. Iglesia de Santa Bárbara.

12. Iglesia de San Victorino.

13. Iglesia de San Francisco.

14. Iglesia de San Agustín.

15. Senado. Estaba ubicado en el modesto palacio que fue parte del convento de los dominicos. Este no tenía salón de recepción, vestíbulo ni antecámara.

16. Cámara de Representantes. Quedaba en una casa situada en una esquina. Su planta baja estaba ocupada por tiendas donde se vendía aguardiente.

17. Colegio Nuestra Señora del Rosario. Por los cuerpos colegiados transcurrieron discusiones sobre el orden que debía instalarse en la nueva república. La opinión pública se creaba y circulaba por allí.

18. Teatro. Personas de todas las clases iban al teatro. La buena sociedad iba los días en que la representación era gratuita, porque el vicepresidente, que corría con los gastos, la honraba con su presencia.

19. Chicherías. Abundaban en las calles bogotanas. Al ser una bebida de bajo costo, la población (letrada e iletrada) concurría a los lugares de expendio en su búsqueda. Resultaba tan buen negocio que incluso órdenes religiosas llegaban a alquilar propiedades para este negocio. Calle Real y calle del Florián.

20. Algunos lugares habituales de pregones. El pregón era el oficio de leer en voz alta para hacer algo público y notorio y dárselo a saber a todos. Se leían bandos, edictos y sentencias en las principales calles.

21. Artesanos. Zapateros, herreros, fundidores, carpinteros y otros que sobrevivían de las artes en Bogotá se ubicaron en diversos lugares de la ciudad, entre estos el sector de Las Nieves. Sus talleres y comercios fueron lugar de formación y difusión de opinión.

EL TIEMPO