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Paso a paso en tragedia de Tasajera; un estallido que su pudo evitar

Las víctimas fatales y los heridos que dejó el siniestro en Tasajera no solo tienen en común pertenecer a una misma población, sino que detrás de ellos hay historias marcadas por el desplazamiento forzado, el hambre y la adversidad.

Todos ellos son padres, hijos hermanos y primos que hacen parte de un núcleo familiar o por lo menos mantienen una relación de vecinos y amigos compartiendo las luchas y sacrificios que les exige ser nacido y criado en la tierra del olvido y el abandono.

Este corregimiento pesquero por historia convive todos los días con las necesidades más básicas, como la falta de agua potable y de alcantarillado, la cobertura de energía y se ve, cada día, sumido en la pobreza.

(Lea: Un camión se volcó cerca de Tasajera; no hubo saqueos ni alteraciones)

En la memoria de las familias que hoy lloran al ver a sus seres queridos muertos o sufriendo en una clínica, sobresalen recuerdos de angustia y dolor por experiencias que vienen soportando, desde hace muchos años.

Algunas llegaron a Tasajera huyendo de la violencia, con la ilusión de un nuevo comienzo,
pero se encontraron con una realidad en la que la falta de oportunidades y de condiciones mínimas, se convirtieron en los nuevos obstáculos para tener una vida digna.

Gran parte de los habitantes de Tasajera siguen buscando subsistir con ventas informales en la Troncal del Caribe.

Foto:

Roger Urieles

Uno de los casos es el de la familia Samper Miranda, que todavía sin superar una arremetida paramilitar que les costó la muerte de uno de sus seres queridos y los obligó a desplazarse a Tasajera, ahora enfrentan una nueva tragedia, por el incendio de un camión, en el que resultaron cuatro parientes gravemente afectados.

Estas personas, hace 20 años, perdieron la tranquilidad. Keivin Samper Miranda, uno de los hijos de la unión de Manuel y Rosa, recuerda que anteriormente en el corregimiento de Buenavista, pueblo palafito ubicado sobre la Ciénaga Grande, estaban mucho mejor porque tenían una casa propia e ingresos más estables que se originaban de la bonanza pesquera de la época.

Estábamos tristes y preocupados, hasta que escuchamos que un camión que transportaba gasolina se había volcado y pensamos que era una oportunidad del cielo

(Vea el especial ‘El fuego sacó del olvido a Tasajera’) 

Sin embargo, ese panorama cambió a partir del mes de febrero del 2000 cuando un grupo armado llegó a la zona y, tras asesinar a uno de sus hermanos en Trojas de Cataca, obligó a su familia y otras más a abandonar el pequeño poblado sin opción de regreso.

Keivin, quien en ese tiempo era un niño de 12 años de edad, asegura que salir con sus padres en la búsqueda de uno de sus 10 hermanos y encontrarlo con varios tiros en el cuerpo “fue hasta el día de hoy, cuando ocurrió la tragedia, lo más doloroso» que le había pasado”.

En la actualidad, con 32 años, insiste en que aunque su vida y la de su familiares se ha desarrollado en medio de dificultades, siempre encontraron juntos la manera de salir adelante.

“Nuestros padres nos transmitieron su fortaleza y empuje. Eso precisamente ha hecho que nunca nos demos por vencidos”,
expresa.

Pero la vida le puso a la familia Samper Miranda, una nueva prueba que los tiene quebrantados y a punto de desestabilizar.

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EL TIEMPO

El menor de sus hermanos Belisario Manuel y el cuarto, Deiner Alberto, al igual que dos hijos de otros hermanos Deybis José Samper y Deybis Garizabalo Samper, creyendo que aprovechaban una oportunidad para resolver una necesidad urgente de la casa, terminaron quemados en una clínica al borde de la muerte.

(También: ‘Vi el infierno de cerca’, dice sobreviviente del incendio de Tasajera)

Keivin Samper explica que ni él ni sus nueve hermanos -cuatro hombres y cinco mujeres- pudieron terminar el bachillerato porque “como no había con que comer tocaba dejar de asistir al colegio para rebuscarse”.

Esta familia sigue dependiendo de la pesca, “pero ya no es igual de rentable que antes, así que no toca vender en la carretera o hacer cualquier otra labor”.

Todo por proteger su herencia: la pesca

El pasado lunes no hubo faena porque la canoa que utilizan se dañó y no tenían dinero para arreglarla.

“Estábamos tristes y preocupados, hasta que escuchamos que un camión que transportaba gasolina se había volcado y pensamos que era una oportunidad del cielo para conseguir unas pimpinas y ganarnos unos 100.000 pesos que nos sirviera para reparar nuestro medio de trabajo”, relata Keivin.

Los dos hermanos que estaban cerca del lugar del accidente se marcharon adelante con recipientes para llenarlos con el combustible.

Keivin, entre tanto, salió a buscar otros tanques para seguirlos. Cuando se dirigía hacia el camión, escuchó el estallido que lo hizo temer lo peor.

Quedé paralizado, luego reaccioné e intenté comunicarme al celular de los dos y como sonaron apagados, me desesperé mucho porque pensé que estaban muertos. Fue horrible

“Quedé paralizado, luego reaccioné e intenté comunicarme al celular de los dos y como sonaron apagados, me desesperé mucho porque pensé que estaban muertos. Fue horrible”, añade.

Milagrosamente, Belisario y Deyner y los otros dos sobrinos que los acompañaban lograron sobrevivir, no obstante, sus cuerpos sufrieron quemaduras de consideración que les afectaron órganos vitales y los puso a librar la batalla más dura: contra la muerte.

Los cuatro familiares tuvieron que ser trasladados a clínicas de Santa Marta, Valledupar y Barranquilla, donde los médicos intentan salvar sus vidas.

Belisario alcanzó a hablar con su hermano Keivin, y le pidió que no le dijera nada a sus papás sobre el estado en el que se encontraba.

“Nuestros padres han sufrido mucho y no queremos verlos peor, por eso decidimos solo decirle que los ‘pelaos’ sufrieron un accidente, pero que estarán bien, porque estamos seguro que así será”, expresa Keivin, quien consciente de lo delicado que están sus hermanos, se aferra a la ayuda divina.

Mientras varios hermanos acompañan en las clínicas a Belisario y Alveiro, en un rancho humilde en Tasajera permanecen Manuel Samper y su esposa Rosa Miranda sin saber con claridad lo que está pasando.

El hecho de ver a sus vecinos desesperados, les preocupa, pero creen en las informaciones que reciben por teléfono. Están convencidos que sus hijos y nietos en cualquier momento entrarán por la puerta sanos y salvo y estarán juntos.

Dolor incomparable

El sufrimiento de esta familia es solo una entre cientos de historias que se desprenden de los 35 muertos y 15 herido.

Ireina Paola Carranza, por ejemplo, este viernes conoció la pérdida del cuarto miembro de su familia, su esposo Carlos Manuel Ortiz, quien tampoco soportó las quemaduras.

La semana ha sido la más dura de toda su vida, pues esta madre de seis hijos ha tenido que ver desde el lunes fallecer a su hijo mayor de 18 años, Adolfo León; sus hermanos Heyder Carranza, de 21 años, y Deiby Carranza, de 19 años; y ahora a su cónyuge, al que no pudo brindarle su último café de la mañana.

Sobre el fatídico día cuenta que preparaba el desayuno “cuando se fueron por un tanque porque iban a ver que conseguían del accidente, ya cuando los volví a ver eran trasladados en un carro al hospital quemados».

La mujer se enteró de la muerte de su esposo. De inmediato en las afueras de la clínica donde se encontraba recluido se escuchó el fuerte grito de dolor en el que rogaba al cielo, pidiendo respuestas del por qué de la tragedia.

La señora Carranza es una de las tantas víctimas indirectas de este siniestro ocurrido en la población en la que sus habitantes no paran de llorar.

ROGER URIELES 
Para EL TIEMPO
SANTA MARTA