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‘Perdí a mi esposa y a mi bebé cuando el carro que manejaba cayó al río’

Ese día íbamos felices y jugábamos a adivinar los colores de las mulas cuando las veíamos desde atrás. Recuerdo las risas, la lluvia y la música. No sé en qué momento me dormí, pero al abrir los ojos ya íbamos hacía el río.

Emprendimos el viaje a las 7 de la mañana del sábado 14 de noviembre de 2020 de Barranquilla a Barrancabermeja junto con mi esposa -Sonia Parra, de 46 años-, mi bebé -James David, de 5 años- y nuestro perrito, Arthur.

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Tenía vacaciones en diciembre, pero como la pandemia por el covid-19 iba bajando, decidimos adelantarlas un mes. Era la oportunidad para visitar a nuestras familias después de estar tanto tiempo encerrados. El plan era que ellos se quedarían en Barrancabermeja y yo seguía en un bus para Honda, Tolima, y ellos llegarían a los 4 o 5 días.

William Gustavo, mi hijo mayor, no pudo viajar porque estaba haciendo las prácticas en el Puerto de Barranquilla, donde también trabajo. Eran las primeras vacaciones en las que él no iba a estar. Nos despedimos de él y arrancamos muy contentos. Todo el camino le decía a mi esposa que me sentía raro sin William y ella me molestaba: “Se le quedó el bebé”.

Estaba lloviendo por tramos en la vía, pero íbamos felices. Llegamos primero a Ciénaga, Magdalena, para comprar pescado. Y luego paramos en una estación de servicio para ir al baño y sacar al perrito.

A las 11:30 de la mañana, aproximadamente, le pregunté a mi esposa si almorzábamos en ese momento, pero decidimos ir más adelante. Minutos después, volteé a mirar por el retrovisor del vehículo y vi que mi esposa estaba dormida y mi hijo estaba jugando. Seguí manejando y escuchando música. No sé en qué momento me quedé dormido si no sentía sueño ni cansancio, fueron segundos.

Íbamos por una vía de Cesar. Exactamente en la carretera que une a La Loma, corregimiento de El Paso, con La Aurora, jurisdicción de Chiriguaná, Cesar. Llegando a Chiriguaná tuve un microsueño y cuando abrí los ojos ya íbamos hacía el río.

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Empezamos a caernos y el carro se fue llenando de agua. Las puertas tampoco abrían porque el sistema eléctrico colapsó con el agua y la única ventana que estaba abierta era la mía

El carro iba por un lado del puente y ya no había manera de evitar la caída. El vehículo dio media vuelta y cayó en el río. Mi esposa en ese momento se despertó y me preguntó: ¿Qué pasó, qué pasó? Lo único que le alcancé a decir fue: “Mi amor, un microsueño”.

Empezamos a caernos y el carro se fue llenando de agua. “Dios mío, dios mío”, gritábamos. Las puertas tampoco abrían porque el sistema eléctrico colapsó con el agua y la única ventana que estaba abierta era la mía. Le dije a mi esposa que como ella sabía nadar, que yo salía y que me pasara al niño, pero cuando pude pasar por la ventana la corriente se los llevó. Se desaparecieron en cuestión de segundos de mi vista, ni ellos ni el carro; yo trataba de sumergirme, pero la corriente estaba fuerte.

Ahí empezó mi desespero, gritaba, pedía ayuda y no había nadie. La corriente estaba muy dura. Yo me agarré a una rama de un árbol.

A los 10 o 15 minutos después llegaron más personas, la gente se bajaba de los carros y se lanzaba al río a tratar de ayudar, pero no se veía nada. Ya había perdido las esperanzas de hallarlos con vida.

Luego llegó la policía de carreteras y una joven, como un ángel, estuvo cerca de mí acompañándome todo el tiempo, me prestó el celular para que llamara a mi hijo y le di la triste noticia. Su número y el de mi esposa son los dos únicos celulares que tengo en mi memoria.

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Se desaparecieron en cuestión de segundos de mi vista, ni ellos ni el carro; yo trataba de sumergirme, pero la corriente estaba fuerte.

Él estaba trabajando y cómo yo hago parte del área de seguridad del puerto, le dije que parara cualquier carro de la empresa de vigilancia y que lo trajeran al sitio. Él se encargó de darle la noticia al resto de la familia.

Luego veía cómo empezaron a saquear todas nuestras cosas: las maletas, la ropa y la bicicleta que llevaba. Todo lo robaron, pero para mí eso no era importante, necesitaba que encontraran sus cuerpos.

Llevábamos la bicicleta porque quería subir La Línea y me había preparado con mi esposa. Nos encantaba montar bicicleta. En una oportunidad fuimos de Barranquilla hasta Aracataca, unos 130 km, y ella me llevaba empujándome, era una dura para el deporte. El regreso fue en bus y me dormí sobre sus piernas, aun lo recuerdo y siento como me acariciaba.

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James y Sonia

James y Sonia salían varias veces a montar bicicleta.

Foto:

Cortesía de la familia.

El rescate de los cuerpos

El primer cuerpo en ser recuperado fue el de mi esposa. Verla inerte y con el cabello colgando, me impactó demasiado. Su pelo era hermoso, era lo que más me encantaba.

Después, yo estaba con la policía de carreteras para la prueba de alcoholemia. Cuando me dijeron: – “Su hijo, su hijo, parece que está vivo”. “Dios mío, esto un milagro- pensaba”. Dejé solo al patrullero que me estaba haciendo la prueba y salí a correr.

– “Su hijo, su hijo, parece que está vivo”. “Dios mío, esto un milagro- pensaba”. Dejé solo al patrullero que me estaba haciendo la prueba y salí a correr

No estaba vivo, pero como su cuerpo estaba lleno de agua, parecía que se movía todavía. Alcé a mi bebé y lo llevé donde estaba mi esposa. Al poco tiempo rescataron a mi perrito, también muerto.

Me acosté a dormir con ellos a la orilla de la carretera, esperando que todo fuera una pesadilla. Quería que al despertar ellos estuvieran conmigo.

Al lugar del accidente llegaron mis hermanos, la hermana de mi esposa, unos amigos y otros familiares. No se separaban de mí porque pensaban que yo intentaría suicidarme, pero nunca estuvo eso en mi mente, nunca ha sido una posibilidad. Este dolor que tengo es igual al amor que tuve por ellos y que sigo teniendo y seguiré luchando por lo que soñamos juntos.

Esperamos a que Medicina Legal nos entregara los cuerpos y los llevamos a Barranquilla para las honras fúnebres. La primera noche no me pude quedar en el apartamento y preferí ir donde una sobrina.

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James Mesa y su familia

Celebración de cumpleaños de James.

Foto:

Cortesía de la familia.

‘El amor de mi vida’

¿Quién es Sonia? Es y será por siempre el amor de mi vida.

Nos conocimos en el año 93. Yo trabajaba en un comando de la Policía y ella estaba haciendo un curso de policía en Barrancabermeja. Nos enamoramos y nos cuadramos.

Pero casi siempre estuvimos separados por temas laborales míos. Ella se retiró de la institución y comenzó a estudiar Contaduría Pública en San Gil – Santander y yo me quedé en Barrancabermeja, pero iba seguido a San Gil a visitarla.

Me acosté a dormir con ellos a la orilla de la carretera, esperando que todo fuera una pesadilla. Quería que al despertar ellos estuvieran conmigo

Cuando ella retornó a Barrancabermeja a mí me trasladaron al Tolima donde estaba haciendo un curso de contraguerrilla. Ella se pegaba las escapadas para visitarme y siempre nos llamábamos por teléfono de cabina, eran horas hablando.

Después del curso quedé trabajando en Bucaramanga y ella en Barrancabermeja. Nos la pasábamos de aquí para allá y luego decidimos casarnos y estar juntos por siempre. Fue un matrimonio de 25 años, con algunas discusiones normales, pero hermoso. Yo la llamaba a ella Sowi y ella me llamaba Wiso.

Mi esposa era trabajadora social, siempre fue su profesión natural, vivía para servir a la gente y laboraba haciendo visitas domiciliarias y estudios socioeconómicos para empresas. Tras su muerte, muchas personas se acercaron a darme mensajes de las buenas acciones que siempre hizo. Fue y sigue siendo un ángel para muchos.

James y Sonia

James y Sonia cuando eran novios.

Foto:

Cortesía de la familia.

El duelo

“Si yo muero primero, es tu promesa
Sobre de mi cadáver dejar caer
Todo el llanto que brote de tu tristeza
Y que todos se enteren de tu querer
Si tu mueres primero, yo te prometo
Escribiré la historia de nuestro amor
Con toda el alma llena de sentimiento
La escribiré con sangre
Con tinta sangre del corazón”

Nuestro juramento, de Julio Jaramillo, era el himno que nos unía. Siempre nos gustó esa canción, pero la cantábamos con la versión de Vicente Fernández. La molestaba y le decía que si me moría primero ella se quedaba con la pensión y la casa. Siempre pensamos que yo iba a morir primero.

Tuvimos un matrimonio muy bonito y casarme con ella fue mi mejor premio en la vida. Era una persona buena, hermosa, apreciada por todo el mundo y para quien nunca había un problema, todo lo resolvía.

Con su muerte y la de mi bebé pensaba que no iba a ser posible levantarme y aquí estamos haciendo todo lo posible.

James Mesa y su familia

Celebración de cumpleaños de James.

Foto:

Cortesía de la familia.

Le hago dedicatorias cada vez que puedo y le prometí contar su historia algún día y que todos supieran que es el amor de mi vida. Este texto es el primer paso, pero ahora quiero recopilar todas las cartas- ya llevo 45- y dejarlas en un libro. Es un homenaje y agradecimiento al amor de mi vida, una hermosura de mujer y con un alma muy bonita.

Muchas veces sueño con ella y los escribo con todos los detalles para que no se me olviden. El sentimiento de culpa ya me pasó completamente, en sueños ella y el bebé me han dicho que yo no tuve la culpa de nada, que eso tenía que pasar. Son sueños muy reales que me han servido para enfrentar este duelo. El último sueño fue hace unos 20 días.

Mi bebé era la alegría de la casa. Lo tuvimos ya mayores, yo, de 43; y ella, de 41. Para nosotros fue un milagro, mi hijo ya quería tener un hermanito y lo buscamos.

Ni mi hijo ni mi familia me han hecho reclamos por el accidente, de ellos he recibido abrazos, fuerza y un vamos a seguir adelante. Han sido mi compañía

Nació y fue un regalo de Dios. No pensé que algún día me debía despedir de él y que fuera tan doloroso. Era tan querido por todos que en su bautizo fue la primera vez que se unieron las dos familias.

Ni mi hijo ni mi familia me han hecho reclamos por el accidente, de ellos he recibido abrazos, fuerza y un vamos a seguir adelante. Han sido mi compañía.

Con mi hijo la relación se ha fortalecido más, nos hemos conocido más, es muy dedicado en lo que hace y es igual de tranquilo a la mamá. Tengo palabras de agradecimiento por toda la colaboración que ha tenido conmigo.

Luego del accidente, yo no quería que los días avanzaran. A mí me gustaba mucho la Navidad y mi esposa arreglaba la casa hermosísima. Mi hijo menor, Jamitos, quería que sacáramos la Navidad antes del viaje, y dos noches antes armamos el árbol de Navidad, pero no lo adornamos.

Cuando llegué al apartamento, después del accidente, pedí que desarmaran ese árbol, no lo quería ver. Era la primera Navidad sin ellos.

El 24 y 31 de diciembre la pasamos con la novia de mi hijo, pero me devolvía rápido y me acostaba a dormir para no pensar mucho, fue muy triste porque el accidente fue tocando diciembre y estar ahí, sin ellos, fue difícil.

Nosotros dormíamos agarrados de la mano y para mí fue muy difícil asimilar que ya no estaba conmigo. Cuando estaba en la cama, buscaba la mano de ella y lloraba. Una noche me quedé con la gatica de ella, una persa himalaya llamada Sachi, y me puso su patica en mi mano. No sé si son coincidencias, pero cuando estoy triste llega Sachi al rescate.

Cuando pasó la tragedia por el huracán Iota en San Andrés, tomé la ropa de ella para donarla. Me quedé con algunas cosas representativas en una cajita.

Pero lo más duro fue sacar lo de mi bebé, no fui capaz. Me fui a caminar, a llorar y mi hijo y mi cuñada se encargaron de eso para entregarlo a un hogar sustituto.

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Las cartas

“Al cielo miro y te encuentro sonriendo, encuentro la sonrisa que siempre tenías pintada en tu rostro. Allí donde me refugié siempre para encontrar paz, tranquilidad y seguridad, paz que irradiabas por naturaleza, tranquilidad que siempre fue su enorme virtud y la seguridad de que caminar al lado tuyo era caminar por buen camino y con un buen destino”. Así comienza la última carta que le escribí para el día de la madre (8/05/2022). Es la carta #44 titulada ‘Gracias al cielo’.

Pero también le he escrito cartas a mi hijo: “Sigo hermoso bebé, buscándote en el apartamento, como cuando jugamos a escondernos en los lugares más apartados de la vista, pero que de repente el corazón sabía dónde buscarlo o donde buscarme.

Sigo amado mío, hijo hermoso, orgulloso de todo lo que avanzaste en descubrir que era la vida, en sus clases magistrales de ciencia y tecnología, eras todo un científico loco, me enseñaste cómo hacer nieve, cómo cambiar de colores con un solo toque y cómo era que se cambiaba la materia”. (2/05/22). Carta #43 titulada ‘Se quedaron conmigo’.

Mi esperanza es pensar que hay algo más después y habrá un reencuentro. Sigo viviendo un día a la vez y hacer escritos para sacar todo lo que tengo adentro me ha ayudado a liberarme. Me demoro una hora o 40 minutos escribiendo y luego se lo comparto a mis amigos más cercanos, a mi sobrina y a mi cuñada.

Me acuerdo mucho de la película ‘Coco’ y el mensaje de que no muere quien se va sino a quien lo olvidan. Y yo a ellos nunca los olvidaré. Los visito en el cementerio y les leo los escritos.

Tuve la fortuna de tenerla 28 años conmigo (3 años de novios y 25 de casados). En enero de 2021, dos meses después del accidente, cumplíamos 25 años de casados. Para la celebración planeaba un viaje a San Andrés, destino que quedó en deuda.

La recuerdo también con la canción ’10 razones para amarte’, de Martín Elías. La escuchábamos en la noche, la bailábamos. Nos encantaba.

Siento que a veces me arrepiento de que nos tomamos la vida muy en serio. Siempre pensábamos en comprar la casa, en el colegio, en la universidad y en ahorrar. Siempre pensando en el mañana. Ahora a todos les digo que disfruten el momento, no sabemos si llega el mañana.

Les mando un beso a las estrellas, allá donde sé que están y dónde algún día llegaré, solo que día tras día, la distancia se hace más lejos.

JAMES WILLIAM MESA CIFUENTES*
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*Este texto contó con la construcción periodística e investigación de Angy Alvarado Rodríguez (@angyalvarador), periodista de ELTIEMPO.COM.

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