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Sílaba, una historia de amor por los libros que nació por el azar

Lucía Donadío se levanta todos los días a la cinco de la mañana y comienza a escribir sus propias historias y poemas. A eso de las ocho, revisa un cuaderno con las anotaciones pendientes para saber cuáles son las prioridades de Sílaba Editores. El día se le va leyendo y releyendo, hablando con escritores y haciendo seguimiento de los procesos de edición, así como de nuevos lanzamientos. Cuando menos piensa, llega la noche y es momento de hacer sus propias lecturas, muchas veces de libros que Sílaba editó y quiso releer. Los libros y la literatura están presentes de principio a fin en un día de Lucía Donadío.

Así es la vida de Lucía desde que en 2009 nació Sílaba Editores, de la que es directora, con el objetivo de que Buenos Aires, portón de Medellín, de Orlando Ramírez, no se quedara huérfano. Y es que la administración municipal le pidió editar la obra que cuenta la historia de uno de los barrios más tradicionales de la capital antioqueña, así como del resto de la ciudad, pero ella, al trabajar en un libro que califica como memorable, no podía permitir que no entrara al circuito comercial y se quedara como el obsequio de una institución.

Ahí apareció la idea de crear una editorial. Era gran lectora, tenía experiencia en edición, un capital y amaba la literatura: “Como con un milloncito de pesos que tenía, Sílaba nació por el azar de un buen libro que llegó a mis manos. Sentía que por ahí podía explorar un poco ese camino”, recuerda Donadío.

La relación con cada escritor es diferente. Un editor tiene que ser una persona abierta a la conversación con el otro, con el autor, con los lectores

Pero antes tuvo que elegir un nombre. Debía ser uno que definiera la naciente editorial y diera valor al significado del libro. Entonces hizo una lista con unas 50 posibilidades y consultó con familiares y amigos, como cuando se escoge el nombre de un hijo –dice Lucía y se ríe–, porque una vez decidida, no había marcha atrás.

Y apareció sílaba. Luego de la búsqueda de significados encontró que la palabra significa juntar, reunir, abrazar las letras. Eso quería. Su deseo era juntar al autor con el lector. También encontró un equipo, entre ellos su socia Alejandra Toro y los correctores de estilo. Actualmente detrás de la editorial hay un equipo base de cuatro personas, pero hay colaboradores eventuales, entre estudiantes y amigos.
Desde entonces, con el dinero de esa primera edición llegaron nuevos trabajos, porque “ahí quedó la platica para hacer un segundo libro. Un libro trae otro”, cuenta Lucía.Por sus manos han pasado 190 obras de escritores, entre colombianos y extranjeros, como Álvaro Cepeda Samudio, Esteban Carlos Mejía, Juan José Hoyos, Juan Manuel Roca, Mario Escobar Velásquez, Pablo Montoya, Patricia Nieto, Wade Davis y Hugo Mujica. La lista es larga y diversa, ya que hay poesía, novela, cuento, periodismo, ensayo, memorias y hasta cartas.

Los más de 15 años que tenía en el oficio le sirvieron para ir posicionando a Sílaba como una de las editoriales independientes más importantes de Medellín y del país. Además, eso de “amar los libros sobre todas las cosas”, como ella misma lo dice, es una de las principales características de un editor.

Lucía explica que ahora existen talleres y formación académica para el oficio, pero no hay como la formación del día a día, de convivir con cada ejemplar y verlo desde que es un borrador hasta que sale de la imprenta. Además del amor, agrega, es necesario el “conocimiento del idioma, del lenguaje, amar las palabras y tener cierto sentido práctico. También, mucha paciencia porque realmente es un oficio complejo y cada libro tiene su historia. No siempre todas las cosas son iguales”.

Las historias llegan, como el primero, muchas veces por azar. Los autores ofrecen las obras y otras son recomendaciones de amigos. Ese es el primer paso para que sea publicado, pero es un proceso largo y de mucho cuidado. Luego se hacen algunas evaluaciones, varias a cargo del equipo de Sílaba, pero dependiendo del tema buscan expertos. Se evalúa la calidad del libro, se va a un comité editorial, se lee y se relee, se hacen anotaciones y ajustes, recomendaciones al autor, se vuelve a leer, se conversa con el autor, se lee otra vez, se va a diagramación y se programa fecha de lanzamiento. Parece un proceso sencillo pero en eso pueden pasar meses, lo ideal son mínimo cuatro.

Sílaba Editores durante la Feria del Libro en Bogotá en 2018.

Foto:

Cortesía Sílaba Editores

“La relación con cada escritor es diferente. Un editor tiene que ser una persona abierta a la conversación con el otro, con el autor, con los lectores. Es toda una experiencia de vida y todo un trabajo. Creo que un editor cuida un libro como si fuera un ser humano hasta que camina más o menos solo”, explica Lucía.
Pero la historia no termina con la impresión. Cuando tienen el libro en su mano hay dos posibilidades: la felicidad o un susto, ya que en cualquier página puede haber un error.

Si eso pasa, con una risa burlona, Lucía recuerda al poeta y periodista antioqueño Óscar Hernández, quien le recomendaba escribir un colofón en cada ejemplar donde, además de la fecha, incluyera la siguiente dedicatoria: “Querido lector, si usted en este libro no encontró ninguna errata es porque no lo leyó bien o usted o nosotros no somos humanos”.

Aunque no lo ha hecho, considera que vale la pena, porque esas erratas, aunque dolorosas y complicadas, hacen parte de los libros.

Pese a los esfuerzos, no todos los libros pueden ser evaluados. Son pocos quienes trabajan en la editorial y por alguna época no dan abasto.

También otros manuscritos no pasan las pruebas y se informa al escritor que no podrán publicarlo. “Uno trata de evaluar lo más objetivamente la calidad del libro, pero también hay cierta subjetividad que se nos escapa. Son famosos los rechazos editoriales que hay en la historia. Si uno encuentra que no funciona simplemente se le dice al autor, yo a veces comparto los informes de evaluación con algunas personas sin dar el nombre del evaluador y siendo muy cuidadoso, uno sabe del trabajo que lleva un libro. Eso le puede servir al autor para mejorarlo. Algunos lo hacen y se publica”, relata Donadío.

Los lanzamientos pueden ser en cualquier época del año, pero no es un secreto que los eventos literarios, especialmente la Fiesta del Libro de Medellín y la Feria en Bogotá, marcan el calendario.

Después de la imprenta, lo primero que hacen es la entrega al autor, luego llega el lanzamiento, que siempre está acompañado por una charla. Ahí no han terminado esa etapa, en ese momento empieza “el incierto camino de buscar a sus lectores. Uno está cerca pero hay una parte que se sale de las manos. El trabajo de los editores independientes lo hacemos con mucho amor, pero obviamente no tenemos recursos como lo tienen las grandes editoriales y a veces eso afecta la divulgación”, dice Lucía, y agrega que la falta de grandes recursos no impide cumplir con el trabajo, porque el objetivo nunca ha sido ser una compañía que genere grandes recursos. Su función, principalmente, es cultural, de dar la posibilidad a los lectores de encontrar libros diferentes, así como a los escritores de publicar sus obras.

Ellos, asegura lucía, abren las puertas “cuando todo el mundo le dice que no. Hemos tenido autores que han publicado su primer libro con nosotros, eso es lo importante porque es sacar del anonimato y darle vida a una obra. Hay muchos escritores que les gustan las editoriales pequeñas porque sienten que hay un tratamiento más cercano, de más calidez. Creo que sí hay algo diferente del hecho de ser pequeños”.

Por ahora trabajan a todo motor para la Fiesta del Libro y la Cultura en Medellín, que será en septiembre. Además, a futuro no se planean grandes cambios, lo único que quieren en Sílaba Editores es seguir publicando buenos libros, porque están convencidos de que los buenos libros son para siempre. “Esa frase nos define porque siempre pensamos que el libro va a perdurar y nosotros no hacemos libros para el ahora”, sentencia Donadío.

MATEO GARCÍA
EL TIEMPO
En Twitter: @teomagar
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