Inicio Colombia Taganga, pueblo de pescadores que por la pandemia volvió a sus raíces

Taganga, pueblo de pescadores que por la pandemia volvió a sus raíces

Adrián Henriquez asegura que desde hace casi 10 años no veía a tantos jóvenes y personas de edad adulta reuniéndose en el corregimiento de Taganga, en Santa Marta,  para salir a pescar.

Aunque este sector de Santa Marta es reconocido como la comarca de pescadores, la mayoría de sus habitantes reemplazó los trasmallos y las canoas por motocicletas, celulares y computadores para dedicarse a otros oficios.

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Los tagangueros dejaron a un lado sus tradiciones ancestrales como principal fuente de ingresos y le apostaron a darle un nuevo aprovechamiento a sus playas y riquezas naturales, pensando en mejorar su condiciones de sobrevivencia.

Adrián, un veterano pescador de este corregimiento samario, testigo de esta transición laboral, expresa que solo los adultos mayores eran fieles a sus costumbres y raíces se mantuvieron en la pesca al no saber ganarse la vida de otra manera.

Una nueva etapa

Ante tantas restricciones para la pesca, hijos, nietos y bisnietos optaron ahora por asistir a una universidad o corporación técnica y capacitarse en carreras y programas afines con el turismo, la nueva apuesta de los habitantes de Taganga.

En este balneario, en los últimos ocho años, nacieron más agencias turísticas, academias de buzos, restaurantes, discotecas y otras actividades que hasta ahora habían rentables para las familias.

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«Ya los únicos que pescan en Taganga son los viejos. Las nuevas generaciones se inclinan por otro oficio; así que las faenas en el mar iban rumbo a desaparecer», cuenta Adrián.

Pero la dinámica económica que había tomado el corregimiento volvió a variar en los últimos meses, esta vez como consecuencia de la pandemia del covid-19.

Algunas familias ahora venden por internet sus pescados.

Foto:

Roger Urielis

El cierre de playas, las restricciones para establecimientos públicos y la parálisis del turismo en general desencadenó grandes afectaciones para esta población que al no tener forma de generar el sustento diario y con el hambre y obligaciones financieras acechando se vio obligada a volver a la pesca.

Daniel Mejía tiene 22 años y aunque su padre es un experto en la captura de peces de todas las especies, confiesa que lo admira y que si bien de niño lo acompañó un par de ocasiones a una jornada en el mar, nunca le llamó la atención esta labor.

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En cambio, el joven decidió unirse con otros amigos de Taganga y conformar una agencia que ofrece tours en lanchas y chivas a diferentes playas de Santa Marta.

Sin embargo, desde mediados de abril, luego de estar casi un mes en cuarentena sin percibir ingresos económicos y al ver a su papá enfermo y desesperado, no lo pensó dos veces para salir de su casa y aventurarse en el agua, apelando a la vieja técnica usada por sus ancestros que le permitiera comer y de paso lograr atender las necesidades de su familia.

Daniel cuenta que en un principio no fue sencillo, “porque se necesita ser muy habilidoso y tener claro manejo de los elementos de la pesca; afortunadamente conté con el apoyo de otros experimentados que hasta hoy me han ayudado a regresar a tierra con un buen producido para el consumo propio y comercializar”.

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Pescados para todos

Pasadas las 4:30 de la tarde, un numeroso grupo de pescadores, algunos nuevos y otros reintegrados al oficio, vuelve de su faena en el mar.

El gremio, que se ha fortalecido en los últimos días, coincide en que hay pescados para todos, así que sin celos ni competencia trabaja en equipo y antes de finalizar la tarde y parte de la mañana siguiente se dedica a vender el fruto a los propios y visitantes que lo consumen convencidos de que en Taganga se consigue el mejor pescado del mundo.

La ausencia de embarcaciones y bañistas ha aumentado la movilización de peces por las costas samarias. En un trasmallo caen de todos los tamaños y tipos.

Como en los viejos tiempos, los tagangueros se volcaron al mar para vivir de la pesca.

Los pescadores de avanzada de edad conservan su rol de salir en búsqueda del fruto, mientras que los más jóvenes apoyan la faena y, posteriormente, asumen la tarea de gestionar los clientes, que si por cuestiones de la cuarentena no pueden llegar a la localidad tienen la posibilidad de ver y elegir el pescado de su preferencia por redes sociales y solicitarlo a domicilio.

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“La venta de pescado también se reinventó en Taganga. Ahora como la gente no puede salir, se lo mostramos por fotografías en internet y la gente elige el que más le guste para recibirlo en la puerta de su casa”, manifestó Adrián Henriquez.

De esta manera, la pesca y la tecnología y los veteranos y la juventud se han unido para encontrar una nueva oportunidad en medio de la pandemia y retomar la esencia que desde siempre caracterizó a la comarca de pescadores.

ROGER URIELES
*Para EL TIEMPO
Santa Marta