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Un cine que muestra lo mejor de vivir en el Cerro Popa, en Cartagena

Un estudio musical que opera desde lo más alto del Cerro de La Popa y una líder que enseñó a mujeres del barrio Santa Rita que a través de la danza pueden cambiar sus vidas, hacen parte de un centenar de historias de superación de ‘Contra lo Corriente’, una productora audiovisual de Cartagena que considera que las comunidades populares tienen más que contar que la crónica roja que abunda en la prensa.

El proyecto es una idea de los hermanos Manuel y Arnold Díaz Polo, cineastas; David Puello, historiador, y Agustina Martínez Morelo, trabajadora social.

Este ‘combo’ de creadores cartageneros caminaron desde niños las estribaciones del cerro tutelar de la ciudad, y fueron testigos de la desigualdad social y la violencia, pero también de la historia de solidaridad y emprendimiento de sus comunidades.

“Contra lo Corriente nace de unas necesidades que tenemos los habitantes del Cerro de la Popa de luchar contra la estigmatización, porque siempre se han narrado noticias negativas de lo que sucede acá. Nos relacionan con pandillismo, drogas y conflictos; pero aquí hay muchas historias positivas para narrar”, dice Manuel Díaz Polo, un joven de 30 años, curtido realizador audiovisual.

Ascender al Cerro de la Popa es agotador. Sofocante. Sus calles son tan empinadas como escaleras. Hasta estas faldas, que mezclan vegetación y urbe, no sube aún Transcaribe ni ningún transporte público. Es por ello que movilizarse hasta cualquier punto de la ciudad cuesta el doble.

Barrios como Los Comuneros, Pablo VI y Pablo VII, Pedro Salazar, Petares y Santa Rita, parecen haber inspirado el vallenato ‘La casa en el aire’: “El que no vuela no sube…”. Pese a ello todos los días miles de hombres y mujeres que viven allí, bajan y suben la cuesta para ir en busca del trabajo digno, levantar sus hogares y alimentar a sus hijos.

El mototaxi es el transporte casi que obligado en estas colinas desde donde Cartagena se ve hermosa y efervescente. En todo su esplendor.

Aquí, entre jóvenes descalzos que juegan béisbol en una cancha con el asfalto caliente, vendedores de fruta en las esquinas y las notas de una champeta como telón de fondo, nace esta productora que narra nuevas historias y que está al servicio de proyectos e iniciativas que defiendan los derechos humanos y el territorio.

Hoy en la Popa habitan las comunidades afro de siempre, que se han mezclado con miles de desplazados que dejó el conflicto armado.

Foto:

Yomaira Grandett / EL TIEMPO

Pandillas que cantan

Así nació por ejemplo, ‘Barrio Fino Mundial’, un cortometraje que cuenta la historia de un estudio musical en el barrio Pablo VI, primer sector, que unió alrededor de la música a jóvenes de pandillas antes irreconciliables.

“Ese flow y esa energía que llevan los jóvenes por acá no estaba bien canalizados y se la pasaban en una guerra inútil entre pandillas, pero el estudio musical nos unió alrededor de algo que a todos nos llama la atención: la música urbana”, señala Ariel Valdés, un joven de 28 años que fundó el estudio de música urbana ‘Barrio Fino Mundial’, en una habitación de un humilde hogar de la Popa.

-¿Por qué Barrio Fino… ‘Mundial’ ? “Porque desde el Cerro de la Popa parece que pudiéramos ver todo el planeta”, responde con una carcajada alevosa el músico afro orgulloso de sus raíces palenqueras.

‘Contra lo Corriente’ es uno de los emprendimientos ganadores del proyecto ‘Fortalecimiento de la Participación Juvenil en Escenarios de Reconciliación’ que llevan a cabo la Cámara de Comercio de Cartagena y el Programa de Alianzas para la Reconciliación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI/VOCA, Ampliando Oportunidades en el Mundo.

El objetivo de esta iniciativa es apoyar emprendimientos juveniles en las comunidades que habitan en las faldas del Cerro de la Popa y el barrio Nelson Mandela, con el fin de erradicar la estigmatización en estos territorios.

Queríamos retratar la explotación sexual en Cartagena, pero darle un tratamiento muy especial respetando los derechos de los niños y su privacidad

Territorios reconciliados

Cuenta la leyenda que un grupo de mulatos esclavos agotados del castigo español, un día escaparon y se escondieron entre la manigua de La Popa, pero cada noche golpeaban con tristeza el tambor al que siguieron otros esclavos que pronto colonizaron el famoso cerro.

Hoy en la Popa habitan las comunidades afro de siempre, que se han mezclado con miles de desplazados que dejó el conflicto armado, y se suman centenares de ciudadanos venezolanos que buscan un rincón de patria para vivir. Todos unidos ‘Contra lo Corriente’.

“Este es un proyecto audiovisual pensado para que desde los territorios se visibilicen los proyectos sociales, se rescate la memoria de los barrios y sus personajes; siempre rescatando acciones propositivas”, agrega Arnold, el menor de los hermanos Díaz Polo, con 27 años, y quien estudia comunicación audiovisual y multimedia en la Universidad de Bellas Artes de Cartagena.

‘Contra lo Corriente’ no solo produce documentales, también se ha internado en los vericuetos de la ficción, como es el caso del cortometraje ‘Mi muñeca’.

“Queríamos retratar la explotación sexual en Cartagena, pero darle un tratamiento muy especial respetando los derechos de los niños y su privacidad. Entrevistamos a niños que fueron abusados y explotados sexualmente, pero llevamos el tema a la ficción y con actores profesionales planteamos este drama”, señala Manuel.

Otro proyecto muy significativo para estos jóvenes productores es el documental ‘Tierrabomba, símbolo de la resistencia de un pueblo’.

“Esta es una producción que documenta la situación de esta isla ubicada frente al Laguito, y que muestra la lucha de sus comunidades por tener mejor calidad de vida, una vida digna. Este trabajo es muy significativo porque nos generó una cercanía muy especial con la gente, y se construyó una confianza que hoy perdura”, relata Manuel.

El documental de Tierrabomba fue aplaudido en el festival internacional de cine de derechos humanos de Bogotá en el 2014.

“Fue importante esa participación porque permitió proyectar a nivel nacional esas problemáticas de la isla que se quedan en el territorio. Pese a estar a 5 minutos de las zonas más ricas de la ciudad, no cuenta con servicios públicos ni atención en salud”, denuncia Agustina Martínez Morelo.

La historia de estos soñadores comenzó, cuando eran muy niños, en la Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción (Funsarep).

Foto:

Yomaira Grandett / EL TIEMPO

Las primeras tomas

La historia de estos soñadores comenzó, cuando eran muy niños, en la Asociación Santa Rita para la Educación y Promoción (Funsarep), que educa a niños y jóvenes en arte, derechos humanos y respeto por la vida.

“Allí nos unimos a un colectivo de comunicación llamado Griots Comunicaciones, que se dedicaba a comunicar las voces de los jóvenes del sector a partir de un canal de video comunitario llamado ‘Palabra Joven’”, explica Manuel.

“Nos enamoramos de lo audiovisual y la comunicación porque permite contarnos como somos, dar y escuchar nuestra propia palabra. Permite darle voces –audios-, rostros –imágenes- y cuerpos -historias- a las comunidades, procesos e individuos del territorio. Permite narrar nuestras historias, donde la gente se reconozca y genere memoria colectiva”, cuenta Arnold.

La primera cámara que tuvieron en sus manos fue una Handycam, en el 2004, pero era de la fundación donde se capacitaban, y de inmediato entendieron que para hacer sus proyectos necesitaban su propia cámara, así que en el 2005 compraron una Nikon réflex de rollo.

“Todo lo que tenemos en cuanto a conocimientos, experiencia y equipos técnicos lo hemos conseguido con el propio trabajo y esfuerzo, pensamos que no tenemos los grandes equipos para trabajar pero creemos que es mucho más importante la creatividad, las ideas y la conexión con las comunidades para encontrar formas de narrativas propias para sacar adelante los proyectos”, explica Arnold.

“Sin importar el lenguaje que tú trabajes, en video, fotografía o textos lo importante son las ideas e historias, es el gran poder que tiene la comunicación en pro del desarrollo social y del servicio a las comunidades donde vivimos”, añade Agustina Martínez Morelo.

El rastro de Esteban

Una historia que marcó a este grupo de cineastas y que les hizo entender el valor del documento audiovisual en la construcción de memoria de un pueblo, fue un cortometraje donde el protagonista era Esteban, un joven que se rebuscada la vida reciclando. La plata que llegaba a las manos de Esteban, luego de escarbar en la basura, la malgastaba comprando droga.

“Nos contó muchos detalles de su vida. Uno no se imagina que una persona drogadicta que uno ve en la calle escarbando basura pueda tener tal conciencia de la realidad. Entre muchas cosas nos contó lo que quería ser en realidad y por qué había caído en la drogadicción”, cuenta David Puello, el historiador de Contra lo Corriente.
Un mes después de aquella entrevista, el joven drogadicto murió por una infección en los pulmones.

“Un día yo estaba en mi casa y llegó el hermano de Esteban preguntando si le podía pasar el video y si tenía una foto de su hermano, porque en su casa no tenían fotos para hacer las tarjetas de recordatorio para la misa de un año de su muerte. El video que hicimos fue el único registro en vida de aquel joven, en condición de calle. Para su familia el video y las fotos que tomamos al hacerle esa entrevista fue lo único recuerdo que quedó”, explica Manuel.

Contra lo Corriente se alista para celebrar sus primeros dos años de fundación y lo que quieren es ‘devorarse’ con bellas y positivas historias sobre Cartagena.

“Queremos contar las historias de los líderes sociales de las comunidades que en silencio realizan un trabajo en defensa de los derechos humanos, la igualdad y la justicia, incluso poniendo en riesgo sus vidas. También queremos meternos a fondo en los proyectos de desarrollo de ciudad, pero vistos desde las comunidades impactadas”, concluye Arnold, el menor del grupo.

JHON MONTAÑO
Corresponsal EL TIEMPO
Cartagena

*Apoyado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI / VOCA