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Ignacio Camacho: "Rajoy se ha convertido en el gran muñeco de Pokémon, todos a cazarlo"

El encargo del rey Felipe VI a Mariano Rajoy para que pueda ser investido presidente del Gobierno es el tema esencial que podrán leer este 29 de julio de 2016 en las tribunas de opinión de la prensa de papel.

Quien más y quien menos considera que mucho tendrán que cambiar las cosas para que al final el líder del PP pueda seguir cuatro años más en La Moncloa. A día de hoy, Pedro Sánchez dixit, no cuenta con apoyos suficientes y someterse a una investidura es acudir a una cacería cruenta.

Arrancamos en ABC y lo hacemos con Ignacio Camacho que hace un acertado paralelismo entre el acoso político a Rajoy y la caza de los Pokemons:

Mariano Rajoy se ha convertido en el gran muñeco de Pokémon de la política española. El bloqueo de la investidura es un juego destinado a cazarlo para exhibir la captura en la pantalla del móvil. La estrategia de los ojeadores consiste en presentar al ganador de las elecciones como responsable, y no como víctima, de la imposibilidad de formar Gobierno; un bucle dialéctico que cerca al adversario para luego señalarlo como culpable de su aislamiento. El único candidato que progresó en las urnas de junio ha sido estigmatizado por los perdedores, que intentan maquillar su propio retroceso achicándole la victoria. Se trata de un caso palmario de mobbing político, lo que antiguamente se llamaba «luz de gas»: le han cerrado cualquier vía de acuerdo al negarle de antemano todos los apoyos, y a continuación le reprochan su incapacidad para recabarlos.

Aclara que:

En el caso de Pedro Sánchez, la negativa tiene un sentido: pretende tumbar la candidatura del presidente, haciéndole pasar primero por una aparatosa derrota parlamentaria, para presentarse como la única alternativa posible a la repetición electoral; otra cosa es que su partido lo deje. La posición de Albert Rivera es menos comprensible porque en el momento en que Rajoy desaparezca de la escena Ciudadanos perderá su principal razón de ser: vive de un electorado de centro-derecha disconforme con el marianismo, un segmento social que se reagrupará en torno al PP en cuanto tenga un líder nuevo sin lastre en su trayectoria. Ambos, el socialista y el reformista, se niegan a asumir el veredicto de las urnas para no enfrentarse a la incómoda evidencia de que a los dos les fueron adversas. Podrían -y deberían- exigir al vencedor el pliego de reformas que la sociedad española no les compró; podrían imponerle medidas de regeneración y obligarle a transar en asuntos sobre los que por sí mismo nunca cedería. Pero lo quieren liquidado, exánime. Fuera. Esto no es una negociación; es una cacería.

Por alguna razón, que cuesta trabajo atribuir al desconocimiento de la Constitución cuya observancia tiene encomendada, el presidente ha admitido el envite. La aceptación del encargo del Rey sin garantías de poder cumplirlo hace pensar en una tentativa de revertir la presión hacia los que le hacen la pinza. Acostumbrado a resistir, Rajoy parece dispuesto a volver a jugar con los tiempos, confiado en que soplen de ida y vuelta. Sabe que las terceras elecciones le beneficiarían y que en cambio a C’s le pueden pasar por encima. Su ventaja frente a un Sánchez cada vez hostigado por los suyos es que tiene la retaguardia tranquila. Si no está utilizando cartas marcadas, quizá quiera situar a ambos ante el vértigo del riesgo. Pero si se ha equivocado al interpretar los márgenes de la Carta Magna, una investidura sin mínimas garantías de respaldo puede ser una quedada de cazadores de Pokémon en el interior del mismísimo Congreso.

Carlos Herrera entiende que Rajoy, como cualquier otro candidato que no tenga la mayoría suficiente o absoluta debe de ganarse la investidura, pero también entiende que debe haber responsabilidad política por parte de otros líderes para no hacer que España vaya a votar por tercera vez en menos de un año para unas generales:

Que sí, que sí, que la investidura hay que ganársela, que hay que seducir a tus posibles aliados, que hay que ser generoso, que hay que ser valiente, que hay que derrochar imaginación, que hay que hacer algo más que enviar tu programa electoral… todo eso es verdad; pero esa misma apelación a la responsabilidad política de quien tiene mandato popular para ser investido debe ser espetada también a quienes pueden desbloquear la situación, los cuales, hasta el momento, no han hecho más que desentenderse de la cuestión. El PSOE es el no; y lo es, posiblemente, porque su secretario general acaricia la esperanza de articular una alternativa, iniciativa que ayer tuvo mucho cuidado de no desmentir. Ciudadanos es el no a Rajoy, el veto personal a un político que, sintiéndolo mucho, no es corrupto; ha sido poco vigilante, todo lo más, con individuos que le rodeaban, pero no mucho más que aquellos que han ejercido el mando en el partido socialista.

Abunda en el aspecto de que:

Después del encargo del Rey se espera oferta de entendimiento programático y, a partir de ahí, habrá que esperar a saber si ese veto se levanta o no. Si no es así, si el veto continúa -y ayer no hubo señal explícita en sentido contrario- Rajoy no podrá hacer más que presentarse en la investidura y recibir cornadas como panes. Con 137 escaños y la sola abstención en segunda ronda de 32 diputados no se va a ninguna parte. O sí: a las terceras elecciones, ese escenario que todos dicen no querer, o a la alternativa endemoniada por la izquierda que encabezaría Sánchez sumando a tirios y troyanos. Las dos posibilidades son estremecedoras. Unas terceras elecciones paralizan el país seis meses, justo cuando los desafíos europeos son mayores, las amenazas terroristas rebanan Europa y el Parlamento catalán se pasa el día haciendo cabronadas. Un gobierno insensato de Pedro Sánchez con el batiburrillo Podemos y el añadido de los independentistas no haría más que desestabilizar la delicada posición de España en todos los órdenes -sería curioso saber cómo emprenderían el recorte que Bruselas ha impuesto para el próximo año- y asegurar un desbarajuste territorial de primer orden.

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Con lo cual el calendario incierto que nos espera no garantiza nada por mucho que el Rey haya encargado a Rajoy que inicie trámites. En ningún momento se ha asegurado que Rajoy vaya a presentarse. Simplemente va a buscar apoyos; ¿y si no los encuentra?, ¿se presentará igualmente?, ¿le obliga a hacerlo el artículo 99.2 de la Constitución?, ¿aceptar el encargo obliga a poner fecha de investidura pase lo que pase? Los socialistas esperan con ansia el momento en el que Rajoy se presente y lo haga, esperan ellos, sin apoyos suficientes: será el momento de devolverle el mal trago que pasó Sánchez cuando se tiró a aquella piscina sin agua. Pactar con los nacionalistas independentistas es impensable viendo lo que están montando en el Parlamento catalán, esa feria permanente de ilegalidad. Ni siquiera es contemplable que puedan acceder a grupo parlamentario; a tipos que desafían leyes no se les puede dar absolutamente nada.

Y vislumbra el único camino posible para que haya Gobierno:

Pactar con Ciudadanos garantizándose el sí es la única posibilidad de formar algo parecido a un gobierno. Si Rivera no da el sí el país va a entrar en la barrena de la inoperancia, aún más quiero decir. Sólo con abstenerse no se consigue nada, ni siquiera salvar la cara, con lo que alguien deberá dar algún paso: el primero le corresponde al actual presidente en funciones, y es ofrecer reformas atractivas a quienes pueden facilitar su investidura, pero el segundo es desbloquear una situación que puede ser todo lo curiosa históricamente que queramos, pero que causa auténtico hastío en una ciudadanía absolutamente harta de vivir en un país incapaz de hacer lo que han hecho otros, casi todos, de esta Europa a la que dicen que pertenecemos.

Hermann Tertsch tiene un mosqueo del quince con Rajoy porque, ni quiere echarse a un lado y encima está alimentando económicamente al bicho del separatismo catalán:

Era el día de ayer uno muy especial para los maltratados nervios de los españoles. Ellos ya empiezan a notar claramente, pese a las celebradas cifras de la EPA y del PIB, los inquietantes indicios de que España puede estar en el umbral de otro batacazo monumental. Político, económico y en su convivencia. Y tienen miedo. Lo que no parece importar demasiado a ninguno de los contendientes en los navajeos de estos pasados meses.

Todos parecen empeñados en ganar en el jueguito que tanto admiraban algunos en aquel guardián de discoteca griego con conocimientos contables que se llamaba Yanis Varoufakis. Él jugaba a lo grande en esa teoría de los juegos en la que se decía un gran experto. Presumía de que Angela Merkel acabaría asustándose y dejaría paso a su locomotora griega en el cruce. Y entonces tendría razón y habría ganado. Como se sabe, no fue así, la locomotora de Merkel pasó por encima a la griega de Varoufakis y de su jefe Alexis Tsipras. Y este ahora sobrevive, sin locomotora propia, escondiéndose de noche de los votantes de su partido y presentado cuentas por la mañana ante los contables extranjeros.

Apunta que:

Pues, pese a sus resultados poco reconfortantes para aquel matón de camiseta, nuestros políticos están empeñados en emularlo. Llevan siete meses apostando a ver qué conductor de locomotora se asusta antes. Siguen sin corregir rumbo y es previsible que todas las locomotoras de juguete choquen y estallen en la cabeza al españolito de a pie. Ese que no acaba de creerse el espectáculo de egoísmo, mezquindad, falta de patriotismo y pasión cainita que se ha apoderado de todos los políticos en un espectáculo que parece una grotesca traca final en que se escenifica en clave de negra humorada el hundimiento de un sistema que nos había concedido estabilidad política y paz civil. Mariano Rajoy dijo ayer que intentará sumar lo que no ha sumado. Quiere hacer lo que todos quieren impedirle. Todo menos irse. Y la alternativa es profundizar en el lodo. Las terceras elecciones acabarán por destruir los aprecios que se mantienen vivos y dispararán la discordia.

Recuerda que:

Es posible que el día en que algunos decidieron usar de nuevo la guerra entre españoles para ganar elecciones se diera ya un paso irreversible. Se comenzó a despreciar el pacto de buena fe de hace cuarenta años. Ya nadie parece saber qué es eso de la buena fe. La hostilidad entre políticos solo es el reflejo de los odios que unos cultivan y otros toleran. Y ahora estalla la siguiente carga que es el nuevo paso de la sedición de una clase política golpista catalana alimentada y mimada desde Madrid. Financiada y protegida en su impunidad, pese a la cada vez mayor contumacia en el delito.

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Ayer se atrevía el PP a publicar un tuit que parecía una provocación gratuita: «El Estado vigila para que ni un euro de los españoles vaya al proceso independentista». No hay necesidad de insultar a la gente con mentiras tan obscenas. Cuando el proceso golpista en la Generalidad gasta ingentes cantidades de dinero para la destrucción de España. Otro tuit, este de Rajoy, anunciaba también ayer: «El Gobierno seguirá actuando con firmeza y proporcionalidad para garantizar el cumplimiento de la ley en Cataluña». ¿De verdad que necesitan ofender con frases en las que no hay verdad ninguna? ¿Qué proporcionalidad frente al golpe de Estado en marcha? ¿Qué firmeza en defensa de la ley cuando no se cumple ninguna y todas sus violaciones han sido impunes hasta hoy? Nadie sabe cómo acabará esto. Muchos creemos que no puede ya acabar bien. Pero los españoles se merecen, en estos momentos de discordia y zozobra, algo de verdad y un mínimo de respeto. Nadie parece querer darlos.

Raúl del Pozo, en El Mundo, aprovecha su tribuna para, al margen de informarnos de que aún habrá que esperar para que se forme Gobierno, él coge el petate y se va de vacaciones durante el mes de agosto de 2016:

Ayer, el Rey Felipe VI en el palacio de La Zarzuela del monte del Pardo recibió a Albert Rivera, a Pablo Iglesias, a Pedro Sánchez y a Mariano Rajoy. Les dio el primer apretón de manos delante del tapiz de oro y lana, «Alejandro distribuye riquezas entre sus amigos».

En los viejos tiempos se celebraron en ese palacio operetas y zarzuelas, de ahí bien el nombre. Ayer, se escenificó una opereta del autismo político. Fue Alejandro, precisamente, el que se enfrentó al nudo gordiano -dificultad imposible de resolver- con la famosa frase: «Tanto monta atar como desatar». Así demostró que en la decisión para resolver un problema lo más importante es la solución, no los métodos para llegar a ella. Alejandro conquistó Asia porque cortó de un tajo el nudo que tenían sus cabos escondidos por el rey labrador que había atado la carreta y los bueyes. El nudo gordiano de las investiduras -la incomunicación y confusión de los partidos, el bloqueo al que están sometiendo a la nación, los siete meses sin Gobierno- se clarificó sólo en parte, ayer, porque la incertidumbre continúa.

Dice que:

Albert Rivera reconoció que los españoles se están hartando y con razón; propuso o una abstención masiva, o un Gobierno de gran coalición, sin Mariano Rajoy. Pablo Iglesias, absolutamente desactivado, se quejó, no de los números sino del veto de los profetas del Antiguo Testamento socialista. Pedro Sánchez envió a Mariano Rajoy a ser alanceado como el Toro de la Vega en el Congreso por la mayoría de los líderes parlamentarios cuando exigió que se sometiera a la investidura sin mayoría suficiente. Más tarde matizó: «Habrá Gobierno y la legislatura echará a andar. Encontraremos la solución».

Mariano Rajoy reconoció que no podemos permitir una nueva frustración y el Rey le ha encargado formar Gobierno y ha aceptado el encargo. Buscará los apoyos, y para ello pide un plazo razonable de tiempo. No dio ninguna fecha concreta y dijo que cuanto antes se constituya un Gobierno mejor, aunque no dejó claro si se presentará a la investidura o no. Declaró que Albert Rivera nunca ha pedido que se vaya en las conversaciones que ha tenido con él.

Y añade:

El nudo gordiano sigue. Pero me voy tranquilo al tedio de agosto porque he visto como Pablo Iglesias, aún descamisado, ha olvidado que la guillotina es la madre de la Democracia y ya piensa que el Rey es un profesional solvente que no expresa estados de ánimo.

Dejo de hablar con ustedes hasta septiembre, me voy en la siesta de las horas, la ardiente canícula que decían los poetas latinos, tañendo el dulce ruido de sus liras de oro. Observaré como maduran las granadas, entre virgen y virgen de agosto cuando no solo trabajarán las abejas, sino que sudarán tinta los políticos. Saludemos a los culos y al agosto que son la misma cosa. A pesar de las matanzas, y los bloqueos, no creo que llegue el Apocalipsis con caracoles tocando el trombón y un batallón de langostas anunciando que la Tierra va a ser inundada por los rebaños de las olas.