Inicio Cosas que pasan Adelanto de “Plan Macri”, de Ari Lijalad (compilador)

Adelanto de “Plan Macri”, de Ari Lijalad (compilador)

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¿Qué pasó en el primer año de gobierno de Mauricio Macri? Plan Macri explora ese interrogante, y lo hace con lucidez que aportan autores y autoras especialistas en cada una de las áreas de gobierno. Las económicas, que incluyen desregulación, transferencia de ingresos y endeudamiento, las explican Martín Burgos, Pedro Biscay, Sebastián Soler, Romina Kupelian, Claudio Scaletta, Julia Strada y Sebastián Premici. Los cambios en el ámbito judicial los reseñan Ileana Arduino, Roberto Carlés y Graciana Peñafort. Del impacto en el ámbito estatal del poder corporativo escriben Ana Castellani, Paula Canelo, Horacio Cao, Analía Elíades, Tomás Aguerre, Mariana Melgarejo, Gustavo Galli, Juan Manuel Ottaviano y Juan

Plan Macri es la continuación necesaria de Macri lo hizo. Ambos libros comparten, además de la mayoría de sus autores, el análisis exhaustivo de qué hace el gobierno de Mauricio Macri, a quiénes representa, beneficia yperjudica, y cuáles son las consecuencias. Si Macri lo hizo reveló el rumbo del nuevo gobierno, Plan Macri traza una radiografía de sus políticas en plena ejecución. Se trata de un trabajo colectivo, en el que cada autor deconstruye parte de los cimientos del proyecto que hoy gobierna la Argentina. Sus capítulos resquebrajan el muro mediático que blinda los efectos de las políticas macristas, y plantean, a su vez, un dilema a resolver: ¿cuánto de novedoso y cuánto de restaurador hay en el gobierno de Macri?

A continuación un fragmento, a modo de adelanto:

La prensa y su plan de exterminio
Por Pablo Llonto

Ha sido el gran hallazgo del año y el mérito es de La Izquierda Diario. Julio Blanck, editor del diario Clarín, confesó en una entrevista, realizada el 17 de julio de 2016, que durante el Gobierno de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández “hicimos periodismo de guerra, sí. Eso es mal periodismo. Fuimos buenos haciendo guerra, estamos vivos, llegamos vivos al final, al último día. Periodismo eso no es, como yo lo entiendo, no es el que me gusta hacer. Y yo lo hice, no le echo la culpa a nadie, yo lo hice. Eran las circunstancias e hice cosas que en circunstancias normales por ahí no hubiese hecho, en términos de qué posición tomar o de cierta cosa terminante”. Cuando Blanck admitió aquello que tanto denunciamos durante años, le faltó agregar que todo sigue igual o peor. Pero que, además, Clarín ha sumado tantos ejércitos y tropa a sus batallones que hoy no tenemos otra cosa que un “periodismo de exterminio”. El macrismo y sus socios de la UCR han logrado algo inigualable en estos treinta y tres años de nuestra recuperada democracia: gozar del aliento diario que les brinda un ochenta por ciento de los medios de alcance nacional. A estos medios podríamos llamarlos “la prensa más amarilla”, y son los que practican la teoría Lilitense que sostiene a Mauricio Macri bajo una consigna que no escriben: “Es corrupto, pero republicano”. Una versión nacional, pero nada popular de una frase que el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt (1933-1945) repitió sobre el asesino dictador nicaragüense Anastasio Somoza: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”.

El trípode mediático argentino que da apoyo al macrismo se nutre de las políticas que la derecha internacional, sin eufemismos ni metáforas, desparrama por el mundo. Se trata del combinado Grupo Clarín, Grupo América, Grupo La Nación. Los nombres y apellidos de sus dueños no deben quedar sin repaso: Ernestina Herrera viuda de Noble, Héctor Magnetto, José Antonio Aranda y Lucio Pagliaro (Grupo Clarín); Daniel Vila y José Luis Manzano (Grupo América); y Matilde Ana María Noble Mitre de Saguier y sus hijos, Julio César y Alejandro Julio Saguier, Bartolomé L. Mitre y Alberto Gowland Mitre (Grupo La Nación).

Un escalón más abajo, pero no menos furibundos en la disposición para serles útiles al presidente PRO, están las empresas que podemos denominar medianas: el grupo Prisa (radio Continental); Infobae, de Daniel Hadad; y la familia de Jorge Fontevecchia, engalanada por las diversas revistas del Grupo Perfil. Después, cientos de medios en la Capital y provincias repiten la agenda que se escribe en la calle Tacuarí sobre la base de dos apotegmas: “Todo lo malo es culpa del kirchnerismo” y “Tendrás que sufrir un tiempo, para luego sentirte mejor”.

De todos los empresarios nombrados, el único que al menos intenta aprender a escribir es Fontevecchia. A los demás, les alcanza con mandar los dineros a paraísos fiscales, gozar de la premisa “el periodismo y la comunicación son dos grandes negocios” y esperar a que los siervos y las siervas hagan lo suyo.

Necesitaríamos dos artículos como este, de quince mil caracteres cada uno, para detallar la lista de periodistas que se pusieron la camiseta amarilla antes del 10 de diciembre y otros dos más para los macristas-radicales de la segunda hora. Elegiremos unos pocos, con cierto sentido democrático, prescindiendo de aquellos, como Jorge Lanata, cuya vida ya es un valle de bochornos e indecencias.

El Grupo Clarín encontró en Mirtha Legrand la musa conspiradora para concentrar en varias mesas bien servidas a la comunidad de los pusilánimes. No hay mes del año en que la señora que mayor photoshop acumula en la historia de la humanidad se prive de la compañía de algún integrante de la nueva orquesta de Magnetto: Nelson Castro, Daniel Santoro, Nicolás Wiñazki, Diego Leuco, Alfredo Leuco, Gerardo Young, Mercedes Ninci. Entre gazpacho, salmón y chocolate con helado de pistacho, la crítica política siempre apunta para el mismo lado: hablar de funcionarios kirchneristas a quienes Lilita Carrió denunció. Para ellos y ellas, la caída de los salarios, los miles de despidos, el salto enorme de la pobreza, los costos de alquileres e inmuebles, los cierres de fábricas, la represión que comanda Patricia Bullrich y las muertes que se multiplican de diversa manera en cada provincia son asuntos secundarios o nunca tocados en el programa.

El Grupo América usa básicamente tres cartas: las tribunas gritonas que conduce Santiago del Moro, a quien pugnan por diplomarlo de conductor, la falsa neutralidad de Luis Novaresio y el raquítico estilo burlón de Alejandro Fantino. Según el guion que llevan adelante los panelistas de Intratables, nuestro país fue un mar de problemas hasta el 10 de diciembre de 2015; desde entonces, acotan e histeriquean, llegaron al Gobierno hombres maravillosos reparadores de la política y la economía. Ni Paulo Vilouta ni Jonatan Viale ni Liliana Franco ni Carlos Campolongo trabajan sobre las responsabilidades y los nombres de los funcionarios que lograron récords de endeudamiento, caída de ventas, bajas en la producción y extensión de colas kilométricas de argentinos/as que van a comprar ropa y artefactos a Chile.

En cambio, lo de La Nación es más atildado. Marca el redoblante político de fondo con sus editoriales y, desde allí, sus anónimos escribas prueban puntería. Un ejemplo de ello fue el editorial de noviembre de 2015, con el título “No más venganza”, que pedía al nuevo gobierno que terminara con los juicios a los genocidas. La pronta reacción y repudio de muchos jóvenes que integran la redacción de La Nación fue un enorme gesto, digno de “los otros y las otras periodistas argentinos”, pero no fue tomado por la Dirección del matutino que, en agosto de 2016, exigió de nuevo por la libertad de torturadores y asesinos. El 29 de julio, también desde un editorial, se reclamaba un guadañazo a las conquistas laborales exigiendo una disminución de las “cargas (sociales e impositivas) sobre el salario”, “una negociación de salarios y condiciones de trabajo que considere la productividad y las posibilidades de cada empresa” y “establecer períodos de prueba y permitir contratos de plazo fijo flexible para promocionar el empleo y reducir costos laborales”. Todas cuestiones que guardan sintonía con las políticas de impunidad en Derechos Humanos y flexibilización laboral que albergan en sus portafolios los ministros y secretarios de Macri a la espera de un descuido o mil traiciones.

La protección periodística a Macri y sus funcionarios empezó con el silencio por exigir que cumpliera sus promesas: no devaluar, mantener el fútbol gratis, eliminar el Impuesto a las Ganancias. Luego vino la especialización en imponer a la sociedad “el sentido común de la derecha”. Allí se entremezclan la restauración del pensamiento neoliberal (achicar el Estado hasta eliminarlo y dejar que el mercado haga su tarea) con poner fin a la idea de una sociedad más equitativa, con rescatar los valores sangrientos de la justicia por mano propia, con la policía que mata pobres, previa estigmatización como chorros y narcos, y con unas fuerzas armadas y de seguridad que se rearman y posicionan para atacar a los pueblos rebeldes.

Y el toque final comprende el rol del periodismo para pintar de bueno aquello que es sencillamente malo: así tenemos que el coro oficial oculta que la ley que aprobó el blanqueo, mal llamada de “reconocimiento de deuda con jubilados y una mejor liquidación de haberes”, en realidad permite el lavado de dinero, premia a los evasores y reduce como nunca antes en nuestra historia el impuesto a la riqueza. Por ejemplo, los millonarios que cumplieron sus obligaciones 2014 y 2015 están eximidos de pagar por el trienio 2016-2018.

Cuando a finales de agosto de 2016 la revista Veintitrés mostró una tapa con los rostros de dos periodistas de TV con el título “La conversión de Luis Majul y Alfredo Leuco. El periodismo militante”, sacudió el inevitable escenario de la grieta que vivimos en el gremio, y que en buena hora se desató desde 2008 en adelante. Para la revista se trataba de un ejemplo de una cantidad de cronistas que después de la llegada de Macri a la Rosada pasaron de “independientes” a “militantes”. El semanario fue a fondo y dio detalles de cuestiones administrativas vinculadas a la producción del programa que emite la señal TN y donde los Leuco se despachan todos los martes contra el cristinismo. “En sociedad con Daniel Milicich, Leuco vende bien y recibe pauta oficial. El Banco Ciudad, el Gobierno de la Ciudad, el Banco Nación, la provincia de Buenos Aires y la de San Juan son algunos de avisos que se cuelan en hora y media de programa. Durante 2011, la productora con sede en el barrio de Caballito también recibió pauta de la secretaría de Comunicación del Gobierno porteño”.

Pero no hay dudas de que el aspecto más turbador de la protección al elenco macrista se dio en la investigación de los Panamá Papers. Luego de las revelaciones mundiales de más de once millones de documentos del despacho de abogados Mossack Fonseca, los argentinos/as pensábamos que la prensa de investigación nacional iba a sonreír por un lustro. Teníamos material de sobra para tirar del piolín y contarles las vértebras y las evasiones a más de mil doscientos compatriotas que huyeron con sus riquezas a tierras tan paradisíacas como fiscales. Sin embargo, fue tan obscena la complicidad de los medios y los periodistas de mayor circulación que los cronistas del diario alemán Süddeutsche Zeitung y muchos integrantes del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en sus siglas en inglés), que trabajaron para revelar cuentas bancarias y sociedades offshore, denunciaron la deshonra argentina. En el prólogo de su libro El club mundial de los evasores de impuestos, Frederik Obermaier y Bastian Obermayer dicen: “Nuestros compañeros argentinos del diario La Nación estaban entusiasmados ante la perspectiva de airear los negocios secretos de su entonces presidenta. Pero tampoco encontraron prueba de nada ilegal ni que incriminara a la pareja”. El relato de los periodistas alemanes se complementa con el hallazgo, en cambio, de información “sobre su sucesor en el cargo”, hablando de Mauricio Macri. Es decir, el tiro les salió por la culata. La Nación buscaba ruta del dinero K y se encontró con ruta del dinero M.

Desde entonces, ni Hugo Alconada Mon ni Daniel Santoro ni Ernesto Tenenbaum, de los pocos integrantes argentinos del ICIJ, metieron mano y tiempo en publicar las relaciones de los evasores macristas con las offshore. O se preocuparon por pedir la renuncia de ellos. La nómina evasora va en aumento día a día e incluye a Daniel Angelici, presidente de Boca y operador político de Macri; a Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos; a Gustavo Arribas, a cargo de la Agencia Federal de Inteligencia (ex-Side); a Jorge Macri, primo del presidente e intendente de Vicente López; y a Néstor Grindetti, exministro de Hacienda de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y actual intendente de Lanús. Hoy, solamente la revista Mu, la cooperativa Tiempo Argentino y algunas facultades de periodismo continúan la que debería ser la investigación más profunda del periodismo nacional.

Y si en algunos lugares el blindaje sobre los Panamá Papers fue más evidente, sin duda ese lugar lo ocupan los medios públicos. Allí es donde naufraga la directora de Radio Nacional, Ana Gerschenson, denunciada por nuestra colega Cynthia García de ser dueña, junto a su marido y ex director del diario El Cronista, Fernando González, de la compañía offshore MOMO LLC radicada en Florida, Estados Unidos, en mayo de 2011. Sería muy sencillo valerse de la conclusión más angelical y pensar que solo por ello la radio no aplica investigaciones a los funcionarios evasores del macrismo. Nos ubicaremos, por el momento, en la santa piedad de comprender que no quiere dañar a su patrón político.

Los pocos espacios de mínima resistencia en los medios públicos se dan en la TV Pública, pese a la pobre y claudicante gestión de Néstor Sclauzero en la gerencia de Noticias y en la agencia Télam. Al menos allí mantienen una llama encendida los compañeros que hacen posible, entre otras cosas, que el programa de las Madres de Plaza de Mayo continúe por la TV, que algún juicio de lesa humanidad tenga cobertura y que unos pocos invitados opositores al plan de hambre y represión intervengan en la denuncia de atropellos e injusticias.

Otros peones de la comunicación

Pero no es solo con periodismo militante que el macrismo atropella. Más de diez millones de dólares destina el gobierno PROUCR para que una treintena de empleados lancen propaganda y mentiras por las redes sociales. La ejecución de estas campañas corresponde a la subsecretaría de Vínculo Ciudadano, un invento bien rentado que maneja el abogado Gabriel Gonzalo Riera. La buena investigación de Tiempo Argentino en agosto de 2016 determinó que el muchacho Riera surgió como otro aporte para Macri desde la cantera de La Nación (ex digital media manager del diario mitrista). Además, Riera es buen amigo de otro periodista que balbuceaba ser independiente hasta que el empleo acomodado y adinerado lo ganó: Jorge Grecco, hoy secretario de Comunicación Pública del presidente.

El decreto que permite el accionar de las ametralladoras twitteras macristas dice que la repartición tiene como misión “entender y colaborar en la elaboración de contenido para las redes sociales”. Marcos Peña, el jefe de Gabinete, tiene línea directa con Riera desde los tiempos en que se formaron los falsos equipos de “voluntarios” que militaban las campañas virtuales del PRO. Riera no era nada voluntario, poseía una empresa, G-Digital S.A., favorecida y subvencionada por contratos del Gobierno de la Ciudad para realizar difusión entusiasta de actos de gobierno y desgobierno de las espadas macristas. Por si los medios hegemónicos no bastaran, los “comandos de trolls”, grupos de tareas similares a call centers, plantan e infiltran consignas en las redes, de día y de noche.

El gran ganador de todo este armado es el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, a quien ya no le agrada tanto el acoso telefónico de vecinos que ideó para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a fin de instalar la imagen del Macri bueno y de Cristina mala. Desde mucho antes del 10 de diciembre de 2015 el trabajo gordo de captación de conciencias se lo han nacionalizado los grandes medios privados y un batallón de soldados periodistas (mujeres y hombres) a quienes el macrismo tendrá que hacerles un monumento a semejanza de los bronces de Bianchi, Riquelme o Mostaza Merlo. O pagarles más de acuerdo a la vía indirecta. El sueldo, a esta altura del siglo, se maneja desde las torres de cristal del trípode antes mencionado.

El trofeo más codiciado

Cuando Macri disparó los treinta y seis artículos del decreto 267 el 29 de diciembre de 2015 y Magnetto brindaba en las oficinas de Clarín, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual quedó herida de muerte. Cuatro meses después, con los votos del autodenominado Peronismo Renovador, la derecha conseguía el aval constitucional para la derogación de los aspectos centrales y democráticos de nuestra Ley. Pocas fueron las voces desde el periodismo que salieron a defenderla. Aquel día, el jefe de Gabinete anunciaba en conferencia de prensa junto al ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, y al titular del Enacom, Miguel de Godoy: “Se termina la guerra del Estado contra el periodismo”.

Meses después, La Nación lanzaba en la primavera 2016 su señal de noticias La Nación LN+, sumándose a las cinco señales porteñas y nacionales de noticias que desbordan las pantallas de los consumidores de TV cable en el país menos federal en materia de comunicación. Paralelamente, Canal 13 copaba a la fuerza la señal 33 de la Televisión Digital Abierta bajo el disfraz de realizar transmisiones experimentales en televisión digital pero sin que medie concurso alguno. Así, la poderosa señal del Grupo Clarín interfiere las emisiones de Barricada TV, canal sin fines de lucro que ganó el concurso de aquella frecuencia. La ley de la selva con la bestia suelta.

Guerra, dijo Peña. Guerra, dijo Blanck.

Es que, efectivamente, estamos en guerra. Y hay que dejar de llorar para evitar el exterminio.

Plan Macri

Plan Macri traza una radiografía de sus políticas en plena ejecución. Se trata de un trabajo colectivo, en el que cada autor deconstruye parte de los cimientos del proyecto que hoy gobierna la Argentina. Sus capítulos resquebrajan el muro mediático que blinda los efectos de las políticas macristas, y plantean, a su vez, un dilema a resolver: ¿cuánto de novedoso y cuánto de restaurador hay en el gobierno de Macri?

Escrita por: Ari Lijalad (compilador)

Publicada por: Continente

Fecha de publicación: 12/01/2016

Edición: 1a

ISBN: 9789507546020

Disponible en: Libro de bolsillo