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Kobolds, reptilianos, hombres topo y otros seres bajo la superficie

Desde lo más profundo de los relatos mitológicos, nos llegan diversas historias sobre seres intraterrenos que han interactuado con aquellos humanos que osaron aventurarse en sus dominios. ¿Podrían estas historias tener asidero en una realidad que va más allá de simples cuentos folclóricos y leyendas?

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Los kobolds

En la mitología germana, un kobold era un tipo de espíritu menor que habitaba en cuadras, cuevas y casas. Se dedicaba a las labores domésticas cuando sus dueños se ausentaban de la casa, es decir, iba a por agua, partía la leña, daba de comer al ganado, siendo en este aspecto bastante parecido al brownie escocés, al domovoi ruso y al trasgo celta. A cambio de su trabajo exigía un poco de leche y los restos de comida, pero si al dueño de la casa se le olvidaba alimentarlo, se vengaba de ellos haciendo toda clase de maldades y pillerías.

Generalmente son descritos como seres pequeños, de aspecto reptiliano y con hocico parecido al de un perro.

Kobold.

Kobold.

La rama más interesante de esta criatura es aquella que se interna en la minas. Los kobolds son expertos mineros y amantes de los metales preciosos. Tienen la habilidad alquímica de encantar los metales, haciendo oro falso o metales que queman. De hecho, se cree que son responsables de la creación del cobalto, al cual le otorgaron su contenido de arsénico y poder tóxico.

Los mineros de Sajonia de la Edad Media, que consideraban al cobalto sin valor, tenían la creencia de que un un kobold lo ponía en sustitución de la plata que había robado —de allí el nombre del mineral—.

A su vez, el nombre kobold provendría del latín cobalus, que significa «pícaro», y el sufijo -olt sería un agregado germano, utilizado para designar monstruos y seres sobrenaturales.

Historias provenientes de la Bohemia y Hungría del siglo 19, hablan de sonidos de golpe que se escuchan en las minas cuando los kobolds están cerca. Los mineros de la época interpretaron dichos golpes como advertencias por parte de estas criaturas para que eviten ciertas regiones peligrosas; otros, por el contrario, aseguraban que los golpes indicaban el lugar donde se hallaban menas, cuantos más golpes, más abundantes.

El primo sudafricano

En Sudáfrica nos encontramos con otra criatura que, a pesar de la gran distancia geográfica, comparte características similares con los kobolds germánicos.

Según cuenta el mito, los grootslang (afrikaans y holandés para «serpiente grande») fueron la primera creación de los dioses, que en ese entonces eran unos novatos en el arte de crear vida. Esa inexperiencia provocó que el poder de los grootslang rivalizara con aquel de sus creadores, por lo que estos últimos decidieron dividirlos en criaturas diferentes y así se crearon los primeros elefantes y las primeras serpientes. No obstante, un grootslang original logró escapar y conservar así su especie.

Grootslang.

Grootslang.

Al igual que los kobolds, estas criaturas tienen predilección por las piedras preciosas, en especial diamantes y oro, haciendo gala de una codicia similar a aquella ostentada por los dragones y su afición de acumular gigantescos tesoros en cuevas.

Mientras buscaba tesoros en el richtersveld de Sudáfrica en 1917, el empresario inglés Peter Grayson desapareció después de que los miembros de su grupo fuesen atacados y heridos por leones, las leyendas locales dicen que lo mató el grootslang…

Los hombres serpiente venenosos

Cuenta una leyenda de los aborígenes australianos que una vez se libró una terrible batalla en Uluru durante el Tiempo de los Sueños, cuando un pueblo conocido como «los hombres serpiente venenosos» atacó para dar muerte a los pueblos que habitaban la zona, «los hombres serpiente no venenosos», pero Bulari, la diosa madre de la Tierra, logró vencerlos con una nube de gases letales. Muchos de los hombres serpiente permanecen encerrados en una prisión bajo el Uluru, el punto más sagrado de toda Australia, más conocido por el nombre de Ayers Rock, una enorme colina de arenisca que cambia de color durante el día y asombra a cuantos la visitan por constituir una de las maravillas del mundo mineral.

El Uluru (al fondo en la foto) es una formación rocosa compuesta por arenisca que se encuentra en el centro de Australia, en el Territorio del Norte a 460 km al suroeste de Alice Springs.

El Uluru (al fondo en la foto) es una formación rocosa compuesta por arenisca que se encuentra en el centro de Australia, en el Territorio del Norte a 460 km al suroeste de Alice Springs.

En Moon City o «La Ciudad Secreta», otros de los puntos sagrados de los aborígenes australianos, también se libraron duros combates entre el dios del Sol que llegó del cielo en una nave y el dios de la Tierra (más info AQUÍ).

La gente topo

Cruzando la frontera del mito hacia la realidad palpable, se encuentran los «hombres topo»: indigentes y gente oprimida que decidió refugiarse en estaciones y túneles subterráneos abandonados bajo grandes ciudades como la de Nueva York.

La gente topo se adaptó, ante la hostilidad de la superficie, a su vida subterránea. Tras décadas de residir en la oscuridad sus ojos se habrían vuelto más sensibles a cualquier atisbo de luz y sus oídos se habrían acostumbrado a guiarlos en sus jornadas —mostrando, quizás, los primeros atisbos de ecolocación humana—. Su piel habría palidecido en ausencia de luz solar y ya no serían capaces de resistirla sin sufrir serias quemaduras.

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Pero más allá de eso, la gente topo se dio cuenta de las posibilidades de vivir lejos del ojo omnisciente de la sociedad moderna y de las ventajas que esto conlleva. Viviendo bajo tierra, donde no existen cámaras, habrían comenzado a desarrollar una nueva sociedad, y no estarían interesados en dejar su proyecto a medias.

Existen varios libros y series que han profundizado en el tema de la creación de una sociedad subterránea.

Razas superiores

Entre los autores de libros que tratan la temática de sociedades subterráneas se encuentra H.P. Lovecraft. En sus Mitos de Cthulhu habla de la ciudad subterránea de K’n-yan, habitada por seres inteligentes de corte aristócrata, así como plantas y criaturas extrañas.

Estos seres son de aspecto humano, y de ellos se cree que descendieron los antiguos pobladores norte y sudamericanos, habiéndose trasladado al reino subterráneo tras el hundimiento de la Atlántida. Debido a su aislamiento (llegando a prohibir salir a cualquiera que encontrase el lugar), perdieron parte de su cultura, incluyendo sus conocimientos de magia, pero son grandes soñadores y poseen poderes mentales y científicos, manejando con maestría el poder atómico. Se cuenta que podrían tener origen extraterrestre, pero otros afirman que esto no es sino un ardid usado por los nativos para otorgarse la supremacía ante otros seres humanoides.

Ilustración de la ciudad subterráneo de K’n-yan.

Ilustración de la ciudad subterráneo de K’n-yan.

También podemos hablar del trabajo del rosacruz británico Edward Bulwer-Lytton. En su novela Vril, el Poder de la Raza Futura (1871), el narrador es conducido por un ingeniero de minas a un mundo subterráneo poblado por una raza extraña: los Vril-ya. Ese pueblo posee un poder misterioso que le ha permitido vivir sin maquinas y sin todos los aspectos de la civilización moderna. Ese poder es el llamado Vril.

Según relata el autor en su libro, los Vril-ya son los antepasados de la raza aria. Hubo un tiempo en que habitaron la superficie, pero fueron diezmados y recluidos al mundo subterráneo a causa de inundaciones incontrolables: «Un grupo de la desdichada raza, invadida por las aguas del Diluvio, huyendo de ellas se refugió en cavernas entre las más altas rocas y vagando por hondonadas cada vez más profundas perdieron de vista para siempre el mundo de la superficie» (Pag. 52).

Esta raza subterránea que domina el poder Vril, una energía natural tan poderosa que puede «destruir como el rayo» o —por el contrario— «vigorizar la vida y curar», estaría «destinada a volver al mundo de la superficie y suplantar a todas las razas inferiores que hoy lo pueblan».

La película 'Iron Sky: The Coming Race' (2018) es un guiño a la obra de Edward Bulwer-Lytton.

La película ‘Iron Sky: The Coming Race’ (2018) es un guiño a la obra de Edward Bulwer-Lytton.

Si lo dicho por Lytton les suena filonazi, no se equivocan. De hecho, al autor se lo recuerda mucho más en los círculos esotéricos que entre los amantes de la ciencia ficción. Por ejemplo, en Alemania, en medio de la proliferación de grupos ocultistas y teosofistas que encontramos al final del siglo 19, hallamos una Sociedad Vril, dedicada al dominio de ese poder. Su símbolo era la esvástica o cruz gamada, el mismo que años después usarían los nazis.

Los miembros de la Sociedad Vril pensaban que la novela de Lytton era más que ficción. Según ellos, encerraba ciertas verdades ocultas que solo eran visibles para los iniciados…

Dicotomía

Luego de este breve repaso, donde seguro dejamos afuera mucho material interesante, nos preguntamos si tantos mitos, leyendas y ficción, tienen algo de sustento en una realidad, ya sea consciente o inconsciente. Después de todo, ¿a qué se debe la abundancia de historias sobre habitantes de mundos subterráneos en diversas culturas y partes del mundo? ¿Acaso tendrá algo que ver nuestro pasado cavernícola?

La memoria impregnada en los genes más primitivos de nuestra especie, nos dice que las cuevas y cavernas alguna vez fueron símbolo de protección frente a las inclemencias y amenazas del exterior. Pero también un lugar oscuro, la frontera entre dos mundos —o realidades—, un punto de divergencia en la psique humana.

O puede ser que —como sugieren Lovecraft y Lytton—, en un tiempo inmemorial, alguna catástrofe de niveles apocalípticos llevó a seres de la superficie a albergarse en lo recóndito del planeta, evolucionando, desarrollándose, estableciéndose allí y cortando, eventualmente, el cordón umbilical con los habitantes en la superficie que, tal vez hoy, son considerados hostiles y peligrosos para los intraterrenos… en una irónica inversión de nuestros miedos más profundos.

Por Arkantos Khan.