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La mirada ecológica del culto celta

La profunda unión de los celtas y celtíberos antiguos con las fuerzas de la naturaleza condiciona la múltiple manera en que a éstas se sacrifican y, debido a esto, se mantiene con ellas la comunidad de vida.

Estos antiguos pueblos ofrecen sacrificios a los espíritus de la fuente y del árbol encendiéndoles luces, por medio de himnos y de proverbios (o poesías de una sola estrofa), por medio del sacrificio de animales y de plantas. Se venera la fuerza vital en los árboles, cuando se les cuelga de sus ramas flores, cintas y frutos o se les rodea cantando y danzando.

En las más lejanas épocas se construía la vivienda rodeando el tronco de un árbol vivo y se crecía así compenetrado en el dar y recibir con estas fuerzas. «Esta naturaleza común entretejida de dioses fusionará a los hombres en comunidad», decía Tácito.

Los celtas se oponían a limitar a los dioses en espacios cerrados o a venerarlos en imágenes con formas humanas. Esto era incompatible con su grandiosidad. Floresta y bosques les fueron consagrados y llevaron los nombres de los dioses de aquel secreto que ellos sólo podían ver por medio de una devota adoración.

Los cristianizados, al arrasar las santas florestas para construir con madera iglesias cristianas, arruinaron la vida en común con una naturaleza espiritualizada, vieron en los árboles sólo material muerto y viendo extraña la naturaleza, procedieron con falta de respeto para con ella. Como consecuencia, el hombre moderno mira todo lo que lo rodea solamente como material aprovechable para sus fines y usufructo.

Por Gustavo Fernández.