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Piensos y vacunas para evitar el hambre

En las últimas semanas, Somalia ha visto casos de suicidio entre pastores que iban viendo cómo sus animales morían uno a uno por la falta de agua y de alimento. En el caso de las comunidades pastoriles, el ganado lo es todo. Su medio y su modo de vida. Y durante una nueva sequía —que se suma y se añade a los efectos de las que vienen asolando el Cuerno de África en las últimas campañas— quienes viven del pastoreo parecen destinados a llevarse la peor parte.

En el caso de Etiopía, que viene de la peor escasez de lluvias en 50 años, el Gobierno y las agencias internacionales han colocado el foco en los pastores. Como en el resto del mundo, en esta región también se trasladan según las estaciones en busca de pastos para sus animales, pero la falta de lluvia hace que sea difícil encontrar lugares adecuados y fuentes de agua. Las migraciones estacionales son por tanto más largas, inciertas y duras. Y esto condena a muchos ejemplares a la enfermedad, la debilidad o la muerte.

Las familias, que en muchas zonas ya han sufrido pérdidas importantes en sus rebaños en los últimos meses o años, se ven obligadas a vender los animales que les quedan para al menos obtener algo de dinero antes de perderlos, como explica Shukri Ahmed, economista sénior de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura). Así, los mercados locales se ven atestados de ovejas, cabras y vacas, por lo que sus precios se hunden.

Las cifras

Y al contrario, los precios de otros alimentos como los cereales (de los que hay poca oferta, ya que la cosecha también se ha visto muy mermada por la sequía), suben, y lo que los ganaderos obtienen apenas les alcanza para comprar comida. O para adquirir agua de los camiones que la transportan, como se ven obligados a hacer numerosos hogares somalíes.

Por eso hay quienes anteponen que beban las cabras, horros o cebús, antes que ellos mismos. Abdullahi Hashi, presidente del Comité contra la Sequía formado por el Ejecutivo somalí, relataba a Africa Review que en las zonas rurales de los gobol (provincias) de Puntland —en el norte del país— se han conocido casos de niñas de dos años que han estado 24 horas sin beber agua o de madres lactantes que han pasado 36 sin probar líquido.

Organizaciones como la propia FAO, en coordinación con el Gobierno etíope, o el Ejecutivo somalí, ya han empezado a desembolsar fondos para paliar esta situación. Las acciones incluyen piensos y vacunas —que, dada la naturaleza de las comunidades pastoriles, se repartirán también de forma móvil— para salvar al mayor número de animales. También se plantea el acompañamiento con servicios de salud o, en la medida de lo posible, de educación, de acuerdo con los planes gubernamentales. Además, se comprarán algunos de los animales en peor estado a sus propietarios, que se quedan con las piezas. Así, estos obtienen ingresos, una fuente de alimento rica en proteínas, y se reduce la cabaña ganadera para estabilizar los precios de la carne. Otras operaciones, como la iniciada en la región somalí de Puntland, proveen de agua a los lugares más necesitados.

Pero que el foco de la ayuda se centre sobre los pastores y ganaderos no quiere decir que la situación de los agricultores sea fácil. En lugares como Etiopía, donde unos 80 de sus 100 millones de habitantes viven de lo que cosechan o de sus animales, en torno al 85% de los cultivos dependen del agua de la lluvia. La anterior sequía afectó principalmente a zonas como las tierras altas del norte y el nordeste del país (la actual la sufren más en el sur), que se enfrentan a una producción agrícola inferior a la media y por lo tanto reciben apoyo prioritario, como el reparto de semillas, agua y otros elementos necesarios para su actividad. El año pasado, 25 organizaciones de todo el mundo realizaron la mayor distribución de semillas de la historia del país, con variedades resistentes a la sequía.

Además, la presencia de en torno a 350.000 refugiados de Sudán del Sur —un país también afectado por la sequía, además de sus numerosos problemas— en regiones etíopes occidentales como Gambella, no hace sino incrementar la presión alimentaria en la zona. En Somalia hay unos cinco millones de personas en inseguridad alimentaria y en Kenia también se calcula que cerca de 1,3 millones de personas están expuestas al hambre. Según las últimas previsiones, el impacto de la sequía no será tan fuerte en el sur de este último país, pero empeorará en las regiones del norte.

Mientras se reúnen nuevos fondos para paliar la emergencia —evitar la hambruna y garantizar el acceso a alimentos y agua— y se alivia la situación de pastores y ganaderos, la estrategia de Gobiernos y agencias pasa por intentar garantizar el acceso a salud y educación y prepararse además para nuevos embates meteorológicos. O a las migraciones y conflictos que existen en la región. Para poder aguantarlos y no continuar hundiéndose en una espiral perversa.