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Por qué 2016 ha sido el año de la regla

Si algo importa, existe un emoticono para nombrarlo. Por eso resulta sorprendente que en la segunda década del siglo XXI aún no podamos ilustrar en un chat algo tan viejo como la especie humana: la regla. Esto debieron de haber pensado en la empresa Bodyform cuando, a principios de este año, empezaron a recaudar firmas para pedir a Unicode (la compañía que gestiona los emojis de Whatsapp) que incluyera en su catálogo unos dibujos que simbolicen el periodo y sus síntomas. Seguimos sin poder enviar una compresa o la representación gráfica de estar hinchada como un globo por mensaje, pero el hecho de que empezáramos 2016 con esa reivindicación auguraba que la lucha por la visibilización iba a ser el leit motiv de este año.

En abril, en la ceremonia de los Globos de Oro, Jenniffer Lawrence contó sin tapujos de que había elegido su vestido porque era el más adecuado, ya que estaba menstruando. Algo completamente habitual en la vida de toda fémina, pero de lo que hablar públicamente es un tabú. Meses después, la atleta china Fu Yuhani comentó durante los Juegos Olímpicos que si no hizo la marca que esperaba fue porque le había venido el periodo y estaba cansada, una transgresión mayor viniendo de un país en el que este proceso natural es aún más silenciado y en el que solo el 2% de las mujeres en edad fértil usa tampones.

También este año, la actriz Lena Dunham puso sobre la mesa las molestias a las que se enfrentan muchas mujeres en estos días, algo que reabre el debate sobre si es algo normal o una enfermedad de la que no se habla: endometrosis. El dolor y el malestar que se padecen durante la menstruación ha llevado a que la empresa inglesa Coexist se plantee dar días libres a sus empleadas cuando tienen la regla, por considerar injusto que trabajen retorciéndose de dolor. Muchas voces se alzan en contra de una medida que podría hacer aún más hostil el mercado laboral para la mujer, pero en cualquier caso, que exista el debate y en los medios podamos leer por fin las palabras regla, menstruación, período o sangre, es una victoria. A 2016 podemos tacharle de lo que sea, pero no de haber servido bien a esta tan necesaria causa:

La lucha por un precio justo

En octubre, una antigua reivindicación de colectivos sociales llegaba a la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados con una proposición de ley que pedía reducir al 4% el IVA que se aplica a compresas, tampones y pañales. En concreto, la iniciativa presentada por PSOE y ERC pedía al Gobierno que los productos de higiene femenina pasen a ser considerados de tipo superreducido.

A esta propuesta política habría que sumar la campaña popular registrada en la plataforma Change.org solicitando que se baje el IVA de compresas y tamones del 10 al 4%. Sus promotores señalaban entre las razones de su petición: «Lo usamos una media de 35 años a lo largo de nuestra vida. Son productos de primera necesidad. Entonces, ¿por qué se aplica un IVA del 10%? ¿Por qué no se aplica el mismo IVA que al pan, la leche, los libros o los medicamentos?»

En otros países europeos como Reino Unido también se ha debatido en el parlamento iniciativas similares para que los productos de higiene femenina sean considerados bienes de primera necesidad y su consumo no suponga un desembolso económico tan elevado para las mujeres. En marzo, el gobierno que presidía David Cameron anunció que había llegado a un acuerdo con la Unión Europea para retirar esa tasa.

La copa menstrual, amable con el cuerpo y el medioambiente

Las copas menstruales no son un hito de este 2016, pero su implantación es cada vez mayor en los últimos años. Para quien aún no la conozca, la copa es un recipiente de silicona que se inserta en la vagina y recoge el flujo menstrual sin absorberlo (lo que hacen los tampones y que puede provocar sequedad vaginal), lo que lo convierte en un instrumento más respetuoso con el cuerpo de la mujer.

Cada fémina solo necesita disponer de una: como solo hay que vaciarla, limpiarla y volver a colocarla, no hacen falta recambios. Su composición de silicona médica (aunque también las hay de látex) es “un material que no interfiere en la flora vaginal, es inerte, biocompatible y, no genera alergias ni intolerancias; las copas no llevan ni aditivos ni suavizantes y se pueden esterilizar con agua hirviendo”, según responsables de la empresa española Enna Cycle.

Pero además de ser una aliado con la salud y el bolsillo de las mujeres, este instrumento puede ayudar al empoderamiento de las niñas en países subdesarrollados. Según la ONG Femme International, la menstruación es uno de los principales causantes del absentismo escolar de las niñas en Tanzania y Kenia. Las jóvenes que no pueden permitirse comprar artículos de higiene femenina o que acuden a escuelas que no tienen baños, dejan de asistir a clase mientras tienen la regla.

Para la organización, esta es la solución al problema: puede durar una jornada escolar sin vaciarla, no requiere más de una para cada niña durante 8 o 10 años y es higiénica y respetuosa con su salud. Una ventaja más: por su duración, es un aliado del medioambiente. Una compresa (de las miles que usa una mujer a lo largo de su vida) tarda años en biodegradarse.

Las esponjas vaginales a debate

En abril de 2016 una propuesta de la CUP (Candidatura de Unidad Popular) puso el foco sobre un método de recogida de sangrado no muy conocido: las esponjas marinas. La agrupación política las incluyó como ejemplo —junto a las compresas de tela y copas menstruales— en un proyecto educativo para adolescentes que se debatió en el Ayuntamiento de Manresa (Barcelona). Su objetivo, explicaban, era mostrar a los jóvenes que existen métodos higiénicos más económicos, saludables y ecológicos que los clásicos tampones o compresas.

En el mercado se pueden encontrar esponjas marinas (con un uso estimado de hasta seis meses) o esponjas sintéticas (de un solo uso). Los expertos suelen incidir en la necesidad de una buena desinfección (en caso de reutilizarse) y la complejidad que puede resultar extraerlas.

Cuando se hizo pública, la propuesta de la CUP tuvo un importante eco mediático e hizo que distintos profesionales médicos analizasen los pros y contras de su uso. Tal y como Pluvio Coronado, director del Instituto de la Mujer del Hospital Clínico San Carlos, explicó a Verne, se trata aún de un método bastante desconocido cuya “evidencia científica es cero”.

Cocoro: ¿unas bragas para desbancar a tampones y compresas?

Justo antes de terminar el año la primera línea española de ropa interior para usar durante la menstruación se convirtió en todo un fenómeno. Impulsada por las cuatro responsables de la cooperativa Femmefleur, el crowdfunding que organizaron a través de la plataforma Verkami para financiar el proyecto superó en apenas 48 horas la cantidad inicial que se marcaron. En total y con la colecta ya cerrada, han conseguido recaudar más de 170.000 euros.

Según explicó una de sus promotoras, Laida Memba Ikuga, a BUENAVIDA, antes de lanzar el producto recogieron durante cinco años las impresiones que las mujeres les iban trasladando de su experiencia: «A través de la cooperativa y como impulsoras de la copa vaginal, vimos que existían muy pocas opciones alternativas para gestionar la regla», recuerda. «De uso externo está la compresa o el salvaslip, pero tampoco son métodos que nos apasionan porque, al no transpirar, no siempre están recomendados. Además, en determinados momentos (después del parto, por ejemplo) la mujer necesita otro tipo de producto, así que nos pusimos a investigar y se nos ocurrió probar con estas bragas».

La clave de este producto encuentra en la combinación de materiales que permite absorber el flujo vaginal y la menstruación sin que traspase al exterior. En su confección se utiliza algodón y un tejido técnico hidrófugo, absorbente y transpirable. “Algo también muy importante”, recuerda Memba, “es que este material es antibacteriano y mucho más respetuoso con el medioambiente que los métodos tradicionales”. Las bragas Cocoro se pueden lavar y por lo tanto, reutilizar.

“Personalmente recomendaría comenzar a utilizarlas como un método intermedio, combinado por ejemplo, con la copa menstrual”, explica su promotora. “Pero esto depende de cada mujer. También habrá quien lo utilice como método único y quede satisfecha”.

Mientras, el arte se rebela contra el tabú

En 2015 una foto de la artista canadiense Rupi Kaur durmiendo con una mancha de sangre en el pantalón fue censurada en Instagram y supuso un importante toque de atención sobre la percepción social de la menstruación. La poetisa lo denunció en su perfil Facebook —obteniendo un gran respaldo— y la red social restableció la imagen y pidió perdón por lo ocurrido. 

Desde entonces artistas de distinas disciplinas han utilizado sus medios de expresión —cómics, ilustraciones, literatura…— para romper el tabú de la regla y el modo en que afecta a la mujer. La bloguera y pedagoga Erika Irusta, por ejemplo, ha publicado recientemente un libro, Diario de un cuerpo, en el que analiza cómo el ciclo menstrual condiciona la vida de millones de personas. “La experiencia menstrual más allá de la heterosexualidad y de la maternidad ni se piensa, ni se observa, ni se atiende, ni se valida», explica su autora.

Muchos otros profesionales lo han abordado desde el punto de vista del humor o la ironía. Es el caso de la artista estadounidense Cass Clemmer y Toni el Tampón, un personaje que creó en Instagram y que ahora se ha convertido en protagonista de un libro de actividades. Su motivación, tal y como señaló en esta entrevista, es visibilizar una realidad que a menudo se trata de ignorar: «A muchas de nosotras se nos enseña a no compartir nuestros periodos. Hasta el punto que mostrar un tampón fuera de los límites del baño sea visto como algo inapropiado».