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Un trineo de viento, a la conquista de los Polos

A veces la mayor innovación está en unos tablones de madera de fresno y arce y unos nudos. Si a esto se le unen unos travesaños de fibra de vidrio y unas cometas movidas por unas poleas tenemos el único sistema del mundo para navegar por la superficie del hielo. A bordo de esta suerte de vehículo eólico viajará el explorador polar español Ramón Larramendi -quien lo ha diseñado inspirado en el conocimiento de los inuit- y otros ocho expedicionarios, con el reto de alcanzar la cima helada de Groenlandia, a 3.207 metros de altitud, sin necesidad de combustibles fósiles y llevando una carga de 2.000 kilos.

«Se trata de un desafío único, tanto desde el punto de vista de la exploración como del científico», dice Ignacio Oficialdegui, biólogo y miembro de la expedición Cumbre de Hielo Groenlandia 2016. La travesía parte de la costa suroeste de Groenlandia y llegará al punto más alto del «inlandis» o glaciar interior para luego bajar hacia la costa sureste y regresar al punto de partida, en un recorrido de 2.000 kilómetros y unos 32 días a través de una masa de hielo vivo. «No sabemos cómo nos vamos a encontrar el hielo -explica Larramendi a ABC- después de un invierno tan cálido en la zona y del deshielo récord que se ha producido en el mes de abril». Y es que, en solo dos días (11 y 12 de abril), los científicos del Servicio Meteorológico de Dinamarca midieron un retroceso de la capa helada de Groenlandia del 12%, algo inaudito para la primavera. Además, deberán enfrentarse a temperaturas mínimas que pueden alcanzar los 30ºC bajo cero y máximas que se moverán entre los 5 y 10ºC bajo cero.

Alternativa ecológica

El objetivo de la expedición, que saldrá de Madrid el próximo 15 de mayo, es comprobar la eficacia del trineo de viento como una alternativa ecológica, sencilla y económica para la investigación en los territorios polares. La expedición Cumbre de Hielo representa una fase más en la demostración de que este ecovehículo -que se mueve con el viento gracias a unas cometas y produce electricidad a partir de paneles solares- podría servir de estación de investigación móvil y llegar así a lugares de muy difícil acceso o donde llegar es posible pero a un coste muy alto. Es el caso de la Antártida. «Ahora mismo no se hacen travesías terrestres por el continente helado porque su complejidad es muy grande, como mucho se hacen mediciones desde un avión y se aterriza en un lugar determinado para hacer una toma, pero poco más», afirma Larramendi.

Una aventura de 80.000 euros
Y el coste lo explica todo. Esta expedición en Groenlandia cuesta 80.000 euros, y si fuera a la Antártida estaría en torno a los 300.000, dice este avezado explorador polar. Esto haciéndolo con el trineo de viento, pero con los vehículos oruga que componen un «convoy» científico convencional -donde hay que transportar gran cantidad de combustible- el coste se iría a los 3 millones de euros. «Por eso no hay expediciones científicas terrestres», dice. La última gran travesía científica terrestre en la Antártida tuvo lugar en 2007-2008, coincidiendo con el Año Polar Internacional, y estuvo liderada por americanos y noruegos, quienes encabezan la investigación polar a nivel mundial.

Con este laboratorio móvil -prosigue Larramendi- España podría investigar en el interior del continente, pues hasta ahora solo lo hace en las islas Shetland del Sur, abriendo la posibilidad a un programa antártico español para el siglo XXI. En este sentido, el director del proyecto Trineo de Viento confía en que cuando se avance más en las pruebas a las que se somete al vehículo, como ésta de Groenlandia, puedan contar con apoyo estatal, pues «las distintas Administraciones con las que hemos hablado han mostrado su interés». «Es una oportunidad para que España se convierta en líder en la investigación antártica y un instrumento para la conquista científica de los Polos», dice Larramendi.

Diseño «made in Spain»
La clave para sobrevivir en esos inhóspitos y plagados de peligros desiertos de hielo -con grietas que pueden superar el metro y medio de altura y sometidos al cambio de los vientos, las tormentas y la nieve que lo convierten en un terreno cuando menos cambiante- es la sencillez y la versatilidad, «que nos permitan adaptarnos a un medio tan difícil como éste, esta vez en Groenlandia», dice Ignacio Oficialdegui. Para ello, además de la flexibilidad que aportan los travesaños de madera y las cuerdas para «navegar por un mar de irregularidades», matiza Larramendi, los cuatro módulos con los que cuenta el trineo de viento pueden separarse de dos en dos permitiendo que en caso de necesidad puedan ser arrastrados por los seis miembros de la expedición. El primero hace de locomotora, el segundo y el tercero transportan la carga y el cuarto es el módulo de habitabilidad.

Este primer vehículo eólico para la exploración de los Polos es un diseño propio de Larramendi. Podemos decir que es un producto marca España, «pero netamente inuit -apunta el explorador-, donde la clave es que sea simple. De los inuit aprendí que sobre el hielo cualquier elemento de complejidad se puede volver en tu contra».

El trineo de viento ya se ha utilizado en expediciones tanto en el Ártico -en 2014 circunnavegó Groenlandia en una travesía de 4.300 kilómetros en 49 días- como en la Antártida -en 2011-2012 atravesó el continente helado en 34 días-, pero ahora se trata de testar que es capaz de transportar 2.000 kilos de carga venciendo un desnivel de 2.000 metros. Un paso más en esta puesta a punto de un laboratorio móvil que podría devolver a España al número uno mundial de las exploraciones.

Proyectos científicos a bordo
La expedición llevará a bordo proyectos científicos de investigadores polares, que ayudarán a conocer mejor las condiciones de un territorio muy desconocido para la ciencia mundial pero fundamental
para conocer los cambios que está experimentando nuestro planeta. Entre los participantes se encuentran el gestor del Programa Polar español, Antonio Quesada, de la Universidad Autónoma de Madrid; el geógrafo Juan Ignacio López Moreno, del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y el investigador de la Universidad de Alcalá de Henares Juan José Blanco Ávalos. Asesor científico del proyecto es también el glaciólogo norteamericano Jason Box, uno de los más destacados investigadores polares del mundo.

Durante la expedición, se recogerán datos de temperatura y humedad para estudios climáticos y se realizarán perforaciones para caracterizar el manto de nieve. También se recabarán datos sobre la presencia de microorganismos en el aire polar para estudios sobre su dispersión y se llevará a bordo un instrumento que detecta los efectos de los rayos cósmicos, en forma de radiación, en la superficie ártica.

Manuel Olivera recoge muestras en una expedición similar en 2014Hacia el desierto helado

La tripulación, de carácter internacional, estará formada durante todo el recorrido por su director, Ramón Larramendi; la ingeniera danesa Karin Boe Bojsen, y Hermenegildo Moreno, técnico de la Base Antártica Juan Carlos I. El groenlandés (Malik Mildfedt) y cinco españoles (Ignacio Oficialdegui, Nacho García, Vicente Leal, Manuel Olivera y Miguel Herrera se dividirán en dos grupos que hará cada uno la mitad de la expedición. Desde España, participará en su coordinación logística el geólogo y piloto Juan Manuel Viu.

La expedición, patrocinada por Tierras Polares y la Sociedad Geográfica Española, saldrá de Madrid el próximo 15 de mayo, y esperan recorrer los 2.000 kilómetros de su travesía en 32 días.

Cero emisiones: Por primera vez en la historia, un vehículo movido por energías renovables logrará ascender a 3.207 metros de altitud, la cumbre helada de la isla, sin necesidad de combustibles fósiles y llevando una carga de 2 toneladas.

Desde el sur: La expedición partirá desde la costa suroeste de Groenlandia, en Kangerlussuaq, para alcanzar la zona más alta del desierto interior helado («inlandis») donde se encuentra la base científica norteamericana Summit Camp, y desde allí bajar hacia la costa sureste, a la altura de Isortoq, donde habrá intercambio de tres miembros del equipo. Iniciarán entonces el regreso a Kangerlussuaq, siempre impulsados por el viento.