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Así es Angela Merkel, la política que rompió barreras y se convirtió en una de las mujeres más poderosas del mundo

Si hay una cualidad que podría utilizarse para definir la carrera de Angela Merkel, ese sería sin duda su tesón. Respetada y temida, a partes iguales, la Canciller alemana ha logrado hacer de su nombre uno propio en el ámbito político, tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, su trayectoria no ha sido ningún camino de rosas. Y es que, si hoy día todavía es mínimo el porcentaje de mujeres que ostentan importantes e influyentes puestos en la política mundial, en aquellos años en los que la alemana se iniciaba en el sector, la participación femenina estaba mucho más limitada. Austera, reservada y fiel creyente protestante, Merkel siempre se ha mostrado bastante celosa de su intimidad y, de ahí, que sean muy pocos los datos que han trascendido de su faceta más privada.

La Física, su otra gran pasión

Desde hace décadas el apellido de la alemana ha quedado vinculado al mundo de la política. Sin embargo, lo que muy pocos saben es que esta disciplina no era ni de lejos la primera opción para Merkel, quien encontró en la física su motivación. Hija de un pastor luterano y una profesora, Angela Dorothea Kasner nació el 17 de julio de 1954, en medio de aquel convulso panorama en el que Alemania todavía permanecía dividida, tras la Segunda Guerra Mundial, entre la República Federal y la República Democrática.

Criada en el lado que quedó bajo la influencia soviética, en 1973 comenzó sus estudios de física en la Universidad de Leipzig, donde además conocería a su primer marido, Ulrich Merkel. Ambos contrajeron matrimonio en 1977, aunque desafortunadamente solo cinco años más tarde terminaron firmando el divorcio. A pesar de ello, ella tomó la decisión de seguir manteniendo el apellido de su ya exmarido, hasta el punto de que incluso cuando en 1998 pasara de nuevo por el altar, en esta ocasión con el químico Joachim Sauer, Merkel optó por seguir con el apellido que tanta fama ha logrado a nivel mundial.

El motivo detrás de esta decisión no es otro que su significado. Y es que, en alemán el apellido de su marido significa enfadada, agria o ácida, unos calificativos poco acertados para quien ya vivía una prometedora carrera política. Con su marido, forma el tándem perfecto, pues aunque no tienen hijos, sí disfrutan siempre que pueden de su tiempo libre con largos paseos por el campo, tal y como ella misma ha declarado: «Con el aire fresco de la montaña y unas vistas bonitas se me despeja muy bien la mente».

Una mujer pionera entre hombres

En 1989 comienza su andadura política cuando, tras la caída del Muro de Berlín, ella pasa a formar parte activa de un partido demócrata. Cabe destacar que durante los últimos años de separación alemana, ella ya había iniciado su activismo político, a través de pequeños grupos que se reunían en la parroquia de su padre. «Celebré la caída del Muro en casa de unos desconocidos con una lata de cerveza», reconoció durante una entrevista a un diario alemán.

De manera que, lo que en un principio empezó como un compromiso para un momento concreto de la historia, finalmente terminó por atraparla del todo cuando, primero se convirtió en la segunda portavoz del nuevo gobierno alemán en la zona democrática y poco después pasara a ser la Ministra para la Mujer y Juventud, una vez que Alemania quedó unificada. Desde entonces, Angela Merkel no ha abandonado la política, a pesar de que en numerosas ocasiones su valía haya sido cuestionada simplemente por ser mujer.

El entonces Canciller se refería a ella como «mi chica» y, aunque estas palabras nacieran del más profundo cariño, lo cierto es que a ninguno de sus otros miembros masculinos del Gobierno les denominó ni de esta forma ni otra semejante. Cierto es que los tiempos cambian y probablemente en el pasado estas actitudes no fueran ni siquiera relevantes, pero eso no quita para que al echar la vista atrás pongamos el foco en esa sobreprotección que se entendía necesaria para una mujer que daba sus primeros pasos en un país recientemente unificado.

Ahora bien, si su figura se intuía relevante, dado el rumbo político que seguía el país, lo que quizás no esperaba era el enorme camino que todavía le quedaba hasta alcanzar su techo profesional. En 1998 su partido queda relegado a la oposición y, después de que salieran a la luz ciertos comportamientos ilícitos del que había sido Canciller, la figura de Merkel ganará aún más fuerza, como así lo confirmaría su nombramiento como Presidenta de la Unión Cristiana Demócrata, convirtiéndose así en la primera mujer en ostentar el puesto.

Parecía entonces que la llegada de Merkel a la cancillería alemana era un secreto a voces, pero la poca simpatía que le tenían los socios de gobierno de su partido la relegaron a una segunda posición, de la que ella misma se redimió cuando en 2005 finalmente fue nombrada Canciller de Alemania, haciendo nuevamente historia. Y es que la política se convertía en la primera mujer en ocupar el cargo casi un milenio después de que una mujer ostentara el máximo poder en la zona.

Desde este momento, la Canciller ha tenido que enfrentarse a rostros que han dudado de ella y han infravalorado sus propuestas por su condición de mujer, aunque estos no lo hayan justificado así. De hecho, ella misma declaró que una de las cosas de los hombres que más envidiaba era la gravedad de su voz, pues de esta forma lograría que la tomaran más en serio o, por lo menos, que sus propuestas fueran igualmente escuchadas.

Y vaya si lo ha logrado, ya que en Europa sus declaraciones son estudiadas al milímetro y todos los líderes políticos reciben encantados las invitaciones de la Canciller, que después de muchos años ha logrado el respeto e incluso el temor de algunos representantes. Junto a Francia, goza de una posición privilegiada a la par que comprometida en el Gobierno del continente, lo que se ha traducido en más de un enfrentamiento con líderes internacionales como los mantenidos con Donald Trump o Silvio Berlusconi. Probablemente el ataque del italiano haya sido el más bajo y machista que Merkel ha debido confrontar. Y es que, en unas escuchas telefónicas se escuchó claramente al entonces Primer Ministro de Italia soltar una sarta de despectivos comentarios como este: «no habría manera de tener sexo (con Merkel)» Sin duda, unos palabras que no tienen justificación alguna y a las que ella hizo sordos y contestó de la mejor forma posible: siguiendo con su trabajo.

Merkel, más allá de la política

Como bien hemos señalado, Angela Merkel y la política han estado unidos durante años, pero como ocurre con la mayoría de aspectos en la vida, todo tiene su fin. Y el de la Canciller como profesional llegará en 2021, cuando no se presentará como candidata para la reelección ni del partido ni como Canciller. «Hay que pasar página», declaró entonces la alemana para justificar su adiós a la política en activo y a un capítulo de su vida por el que sin duda pasará a la historia.

Sin embargo, será a partir de 2021 cuando podrá hacer todas esas cosas pendientes que su cargo no le ha permitido en los más de diez años que lleva al frente del país. Entre sus actividades pendientes están estudiar francés o hacer el transiberiano junto a su marido. Le encanta también la jardinería y la horticultura, en concreto el cultivo de patatas, un hobby del que a buen seguro disfrutará una vez que se retire. Solo queda saber si la Canciller seguirá viviendo en el mismo centro de Berlín, donde ha habitado durante todo su mandato a pesar de no ser la residencia oficial como en España podría ser La Moncloa, o si por el contrario romperá con todo y se marchará a su amado campo.