Ni los ilusos que se siguen creyendo las mentiras de la extrema izquierda en este país suman tan pocas personas como los que fueron a apoyar al programa.
Ni los ilusos que se siguen creyendo las mentiras de la extrema izquierda en este país suman tan pocas personas como los que fueron a apoyar al programa. Los convocantes, de la escuela podemita de trinca y sal corriendo, indicaban en su texto que «Sálvame es más que una familia: Sálvame es libertad y reivindicación, y se mete cada tarde en nuestras casas para sacarnos una sonrisa y evadirnos de nuestra tristeza».
Pedían globos naranjas y amarillos, pancartas y la muestra de todo el apoyo. Ni Pedro Sánchez tuvo tan poco en las últimas elecciones a pesar de los pesares. A las cuatro de la tarde del 1 de junio, hora en la que comenzaba la manifestación, solo estaba el buen hombre que controla el aparcamiento de Mediaset.
Esto fue como lo de rodea, tú de yo no voy a ir, el Congreso que organizara Iglesias y su tropa hace algún tiempo. Ni los organizadores se dignaron a ir a una manifestación que confirma que el personal está deseando que el programa termine lo antes posible porque ya no hay quien lo aguante.
Y es que no vamos a dudar el valor que ha tenido en la historia de la televisión, pero solo cuando se apostaba por la frescura y por romper moldes, que no cuando comenzó la masacre que, por cierto, le va a costar más de 100 000 euros a la productora, y más de 20 000 a Kiko Hernández, tras haber atacado vilmente a la hija de Jesús Janeiro y María José Campanario. Iban a morir matando y al entierro igual no va ni el cura.