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Sálvame y su repugnante falta de ética periodística al informar de la muerte de Fran Álvarez

Decía el recientemente fallecido David Gistau, maestro de periodistas, que el límite al informar de la muerte de alguien es el dolor de su pareja o familia.

Decía el recientemente fallecido David Gistau, maestro de periodistas, que el límite al informar de la muerte de alguien es el dolor de su pareja o familia. Con el cinismo habitual del programa, ayer se informaba de que la familia había solicitado que el entierro fuera «en la más estricta intimidad» por lo que decidieron grabarlo todo con sus cámaras.

Como también grabaron al difunto en una camilla hacia la furgoneta que le llevaba al Anatómico Forense, y también grabaron la llegada del cadáver entrando en esta institución. Y también a los padres y a los amigos, a todos salvo a Belén Esteban que está destrozada y que hay que respetar por lo que pueda pasar.

Es más, en su machaque continuado a la figura de Fran Álvarez se habla, abiertamente, de «adicciones». La pregunta es la siguiente: ¿Por qué Belén estaba «malita» y Fran era un adicto?

Gracias a esta doble vara de medir, se sigue pensando que los de Sálvame forman una secta y todos los que ponen en riesgo su presunta estabilidad terminan siendo arrojados a la molturadora para que desaparezcan para siempre.

Curiosamente, ayer también se celebraba, lamentablemente, el sepelio por el fallecimiento de la madre de Paz Padilla. ¿Por qué no se ofreció ni una sola imagen? ¿Acaso Fran Álvarez debe seguir recibiendo la insidia y la violencia de estos que se llaman periodistas incluso después de muerto?

Este es el programa estrella de la televisión y el que confirma que la ética periodística solo se pone en marcha cuando a ellos les interesa. De ti depende seguir viendo, o no, un programa que sigue ensuciando la buena imagen de un oficio que pasó a mejor vida hace ya demasiado tiempo.