Inicio Chiiist! Un salvavidas y su mejor apoyo: Así son y así se llevan...

Un salvavidas y su mejor apoyo: Así son y así se llevan Charlene de Mónaco y sus hermanos Gareth y Sean Wittstock

Era el año 2000 y se estaban disputando los Juegos Olímpicos en Sidney, cuando el apellido Wittstock empezaba a cobrar especial relevancia en la prensa internacional. Y no lo hacía, como cabría esperar, por cuestiones deportivas, sino más bien porque una de esas estrellas había sido vista en una actitud más que cordial con el Príncipe Alberto II de Mónaco. Se trataba de Charlene Wittstock, una nadadora sudafricana con cierto historial de victorias en todo el mundo, que llegaba a la vida del Príncipe monegasco para quedarse. Desde aquel momento, conocer a esta joven nadadora se convirtió prácticamente en una necesidad y, aunque ha pasado mucho tiempo, todavía no se ha logrado hacer una radiografía completa de la Princesa.

Charlene de Mónaco es hija de Michael y Lynette Wittstock, un matrimonio de clase humilde con trabajos también muy humildes como era ser comercial de ventas, en el caso de él, y la enseñanza de natación, en el caso de Lynette Wittstock, que no lo tuvieron fácil para poder ofrecer a sus pequeños un mínimo de calidad de vida, tal y como ella explicó: «Mi padre tenía dos empleos, mi madre daba clases de natación cuando ni siquiera tenían los medios de tener dos coches». Y es que, tanto ella como sus dos hermanos, Sean y Gareth, nacieron en la antigua Rodesia (hoy Zimbaue), aunque cuando la consorte del Príncipe Alberto había cumplido apenas once años, se trasladaron a Sudáfrica, donde ella ha confesado haber sido testigo directo de la discriminación racial del país. ¿A qué quizás no sabías que Charlene Wittstock tenía dos hermanos? Dada su excesiva discreción no es extraño y, por ello, aquí te contamos un poco más de este clan tan desconocido y te revelamos cómo se llevan entre ellos.

Charlene Wittstock

Nació en 1978 en pleno conflicto del actual Zimbaue y huyendo de la violencia, la muerte y la destrucción, la familia decidió trasladarse a Sudáfrica en busca de una vida mejor. De aquello no habló la mujer del Príncipe Alberto hasta mucho tiempo después, cuando relató muy emocionada: «Cuando yo era pequeña tenía que terminar mi plato. Por respeto a la gente que no muy lejos de nosotros moría de hambre… Desperdiciar la comida o el agua era un sacrilegio«.

«Sé lo que es hacer kilómetros a pie bajo la lluvia al volver de la escuela» añadió Wittstock, de cuya infancia y vida en Sudáfrica tampoco dudó en hablar abiertamente. De aquella etapa dijo haber visto cómo la obligaban a separarse de otros niños y, por lo tanto, convertirse en testigo de la discriminación generalizada que se vivió en el país durante años. Afortunadamente, la educación que recibió por parte de sus progenitores la hizo rechazar aquellos comportamientos y, convertirse, gracias a su papel como miembro de la realeza, en una de las principales defensoras de la igualdad en el mundo.

Aquella situación no fue ni mucho menos sencilla para Charlene Wittstock y sus hermanos, pero en su caso, encontró su mejor refugio en la natación. Lo cierto es que su pasión por este deporte tampoco resultó del todo extraña, pues su madre era profesora en la disciplina, pero lo que seguro nunca imaginaron fue que llegaría a representar a su país en unos Juegos Olímpicos y otros campeonatos internacionales. Su primera participación destacada fue en los All Africa Games celebrados en 1999, donde una joven Charlene ganó nada más y nada menos que tres medallas de oro y una de plata. Desde entonces se convirtió en una habitual del equipo de natación en los sucesivos Juegos de la Commonwealth y de hecho se convirtió en nadadora número uno del país.

Sin embargo, el culmen de su carrera llegaría en 2000, cuando participó por primera vez en unos Juegos Olímpicos, concretamente los de Sidney, y en los que aunque no pudo subir al podio, logró una estupenda quinta posición. En sus planes no estaba conformarse con la cita olímpica australiana, pero una lesión en el hombro no le permitió prepararse adecuadamente y no logró la clasificación para los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008. Por aquel entonces ya era pública su relación con Alberto de Mónaco, por lo que su renuncia se entendió además como un paso más en su camino a asumir solo deberes reales.

A él le conoció en Australia, pero lo sorprendente de esta historia es que no fue hasta cinco años más tarde cuando decidieron retomar esa atracción surgida en los Juegos Olímpicos. La suya ha sido una historia cocinada a fuego lento, ya que cuando ella se retiró en 2008 de la natación, la mayor parte de la opinión pública pensaba que sería entonces cuando anunciaran oficialmente su compromiso. No obstante, todavía tuvimos que esperar dos años más hasta que finalmente el Principado de Mónaco emitió un comunicado anunciando boda en Palacio.

El enlace se celebró los días 1 y 2 de julio de 2011 y, a decir verdad, es recordada como una de las novias más tristes de la historia de las bodas reales. Primero celebraron la ceremonia civil, en la que sorprendentemente Charlene de Mónaco parecía atravesar más bien un momento complicado, en lugar del más feliz, ya que no dejó entrever ni la más mínima sonrisa ni gesto de complicidad con su marido. La cosa no cambió al día siguiente, cuando celebraron el enlace católico, y aunque se mostró algo emocionada, cercana e incluso regaló alguna que otra carcajada, se ganó el apodo de «la Princesa triste» o «la Princesa prisionera». Casi una década más tarde de aquel día explicaría que su boda no fue ni mucho menos como la había imaginado y achacó a la presión que cayó sobre ella y su marido el gesto que mostró en los días de celebración.

Lo cierto es que los rumores sobre esta relación no han cesado desde que comenzara años atrás, pues incluso días antes de su boda algunos medios publicaron que Charlene de Mónaco habría intentado refugiarse en la Embajada de Sudáfrica y huir de su propia boda tras enterarse de que el Príncipe habría tenido otro hijo cuando ya estaba con ella. Dicen también que le retiraron el pasaporte y, quizás ante la tentativa de salir huyendo de nuevo, el Principado le hizo firmar un acuerdo prematrimonial por el que estaba obligada a permanecer con Alberto de Mónaco durante mínimo cinco años y dar un Heredero a la Corona.

Dicho y hecho. En 2014, Palacio Grimaldi confirmó que el matrimonio estaba esperando su primer hijo, aunque mayor fue la sorpresa cuando anunciaron que se trataba de mellizos, nacidos el 10 de diciembre de ese mismo año bajo los nombres de Gabriella y Jacques de Mónaco. Con ellos, la Princesa Charlene no ha dudado en deshacerse en gestos cariñosos en público, pero en lo que se refiere a su actitud con el resto sigue siendo esa Princesa triste, alicaída y de semblante serio.

Gareth Wittstock

Es el segundo de los hermanos y, al igual que la Princesa Charlene, vivió en Sudáfrica hasta que ella se casó con el Príncipe Alberto de Mónaco y entonces se trasladó al mismo tiempo a un apartamento del Principado que costeó su hermana. Antes de aquello, Gareth Wittstock había comenzado sus estudios de ingeniería informática, pero con el enlace real abandonó sus pretensiones y lo cierto es que no se sabe a ciencia cierta a qué se dedica en Mónaco.

Sí se supo que en 2015 contrajo matrimonio con Roisin Gavin, su novia de hacía entonces cinco años y con la que ya había tenido una hija. Al enlace acudieron, como era de esperar Alberto y Charlene de Mónaco, quienes no dudaron en posar divertidos con los novios y cuya hija se ha convertido en la mejor compañera de juegos de los mellizos Jacques y Gabriella. Hay quienes les han tachado de aprovechados y oportunistas, pero mientras tanto Gareth Wittstock y su mujer Roisin Gavin siguen con su lujosa vida en el Principado, donde ya se han convertido en unos más de la alta sociedad monegasca.

Sean Wittstock

Es el hermano pequeño de la Princesa Charlene y, sin lugar a dudas, es el más desconocido, ya que así él lo ha decidido. Para empezar, Sean Wittstock sigue viviendo en Sudáfrica, pues aunque ha acudido a las citas importantes de su hermana en el Principado, lo cierto es que ha decidido vivir allí donde creció junto a su mujer y su hija, nacida en 2016.

Precisamente a la pequeña la llamaron Aiva Grace en honor a Grace de Mónaco, suegra de la Princesa Charlene quien, presumiblemente le habría pedido a su hermano y su cuñada que honraran a la madre del Príncipe Alberto con su sobrina. Así lo reveló Chantell, la mujer de Sean Wittstock, quien además confirmó por entonces que pronto viajarían a Mónaco para que el Príncipe y su mujer conocieran a la recién nacida.

La relación entre los hermanos Wittstock

Aunque la distancia entre ellos, sobre todo entre Sean y Charlene, dificulta de alguna forma su relación, lo cierto es que ambos han sabido vencerla y seguir siendo el mejor apoyo del otro. Así lo demuestra el hecho de que Sean y su mujer accedieran a ponerle a su hija el nombre de Grace, así como que viajen habitualmente a Mónaco o la Princesa Charlene lo haga cuando se le permite a Sudáfrica para ponerse al día con la familia.

Con Gareth la historia es otra, pues el hecho de que viva en Mónaco ha hecho que la Princesa haya encontrado su salvavidas o su vía de escape en la Corte, un ambiente en el que a pesar de llevar una década no termina de encontrar su sitio y de ahí su habitual semblante serio. Precisamente con su hermano Gareth, Charlene Wittstock ha acudido a algunos eventos de su propia fundación o incluso ha salido por los locales del Principado a pasárselo en grande y mostrando una cara divertida y relajada totalmente distinta a la que acostumbra habitualmente en público.