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‘A partir de ahora no tienes nombre’: ser prisionero en Villa Marista Cubanet

Stephen Purvis (Foto: Pal Hansen/The Observer)

MIAMI, Estados Unidos.- El testimonio del arquitecto inglés Stephen Purvis que será lanzado a la venta el próximo 23 de marzo cuenta cómo este hombre que llegó a Cuba como empleado de una compañía extranjera terminó en el lugar más temido por los cubanos: los calabozos de Villa Marista.

El periódico The Guardian publicó un resumen de lo que será este libro, a la venta ya en la web.

A le habían ofrecido un trabajo como director de desarrollo con Coral Capital, una empresa de inversión y comercio, y decidió mudarse a la isla con su esposa.

Su tarea era buscar oportunidades de joint venture con el Gobierno cubano. Los proyectos incluyeron el primer campo de golf que se construyó en la isla desde la revolución de 1959, y la remodelación del hotel Saratoga.

“La última vez que vi a Purvis en La Habana fue en 2011, pocas semanas antes de su arresto, en una fiesta de Año Nuevo (yo había sido el corresponsal de la BBC en Cuba entre 2002 y 2007), pues la llegada del Año Nuevo es una gran cosa en Cuba, en parte porque coincide con el aniversario de la revolución castrista y allí estaban nada menos que dos de las hijas del general Raúl Castro“, señala el periodista Stephen Gibbs para The Guardian.

Era el mismo período en que proliferaban los arrestos a empresarios extranjeros en Cuba, entre ellos los canadienses Sarkis Yacoubian y Cy Tokmakjian. Raúl Castro había desatado una “ola anticorrupción”.

“La sensación de un destino inminente estaba creciendo día a día”, dice Purvis, que admitiría haber sido “un idiota” por no dejar la isla cuando todavía podía. No lo decidió así porque estaba convencido de que no había hecho nada malo.

Sin embargo, el 8 de marzo de 2012 lo detuvieron. Una flota de Ladas sin matrícula se detuvo estrepitosamente frente a su casa al amanecer. Se lo llevaron esposado, la cabeza entre rodillas, a una casa anónima de estilo art decó cerca del aeropuerto. Allí, fue acusado de actuar un “enemigo del Estado”.

Purvis fue aconsejado de no contratar a un abogado y cooperar inmediatamente. Luego fue llevado a Villa Marista, uno de los cuarteles de la Seguridad el Estado cubana.

Uno de los oficiales de allí, cuando le informó de las reglas del lugar, le dijo: “A partir de ahora no tienes nombre” y le asignó el número 217.

En un fragmento del libro sobre la entrada a Villa Marista se lee:

“Este lugar fue originalmente destinado a ser un seminario, pero ahora no hay ningún signo de ninguna inspiración celestial. Dios ha abandonado el lugar y está en las manos del lado oscuro. Aquí es donde se encierra a los presuntos agentes de la CIA, donde los funcionarios purgados se arrepienten y donde todos los cubanos temen pisar. Aquí es donde el contratista estadounidense Alan Gross fue interrogado durante meses y meses para tratar de probar que era un espía y no un activista judío. Esta es su Lubyanka, su cuartel general de la Gestapo. Estos toscos y verdes bloques están diseñados para extraer confesiones, reales o fantásticas, para paralizar mentalmente a los enemigos del Estado. Tiene una temible reputación de tortura psicológica”.

“Salimos a un amplio corredor… Me empujan a una habitación de lado y me ordenan poner todas mis cosas encima de un colchón repugnante, sucio, manchado de mierda. Una almohada manchada con sangre es tirada en la parte superior. Miro fijamente la sangre con incredulidad, una ola de desesperación dentro de mí…”

“Me arrastro, ahora casi catatónico. El guardia tiene una cadena larga que lo rodea y un enorme bastón de goma bamboleante que golpea contra la pared mientras marcha. Todo está en silencio excepto por el goteo del agua, el chirrido de las botas de los guardias y el sollozo de un hombre en una celda…”