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Aguda escasez de pan en La Habana

Pan racionado en Cuba (CC)

LA HABANA, Cuba.- Todo comenzó hace varias semanas, durante la celebración de una de las habituales Mesas Redondas de la televisión cubana. Un grupo de funcionarios del Ministerio de la Industria alimenticia (MINAL), incluida la ministra Iris Quiñones, trataban acerca de las diferentes producciones de ese organismo. La tónica de las intervenciones, en general, apuntaba hacia el cumplimiento de los planes y el logro de la eficiencia productiva.

Sin embargo, cuando tocó el turno a las preguntas telefónicas de la población, el sesgo triunfalista de los referidos funcionarios se desmoronó, y se les vio pasar a la defensiva. Varias personas residentes en las provincias orientales de la isla indagaron sobre el porqué de que no hubiese pan liberado en esos territorios.

Uno de los funcionarios expresó que había un importante déficit de harina en el país, y que no se contaba con el dinero suficiente para importar las cantidades de ese producto que satisficiera la demanda nacional. Y aunque, por supuesto, no se hizo pública la decisión del MINAL ante semejante situación, no es difícil imaginar que se acordó trasladar harina de otras provincias hacia los territorios afectados.

Lo cierto fue que, de inmediato, los habaneros comenzaron a padecer una creciente escasez de pan. Las panaderías de la denominada Cadena Cubana del Pan, que durante las 24 horas del día exhibían en sus estantes algún tipo de surtido, comenzaron a fabricar el pan solo en determinados horarios y en cantidades inferiores a las acostumbradas.

El malestar, las largas colas, y el prolongado tiempo de espera de los consumidores para adquirir el pan son escenas habituales a las puertas de esas panaderías. Téngase en cuenta que en esos establecimientos, además de la población, acuden los trabajadores por cuenta propia y los cooperativitas no agropecuarios que se dedican al comercio de alimentos, los cuales no poseen un mercado mayorista donde comprar sus insumos.

Un recorrido por varios barrios de la ciudad permitió comprobar las secuelas del desabastecimiento. Por ejemplo, la propietaria de una cafetería ubicada en la esquina de Carlos III y Xifré, en el municipio de Centro Habana, dijo que habían limitado la venta  a los cuentapropistas, y por tanto solo le alcanzaba el pan para las primeras horas de la mañana. Por otra parte, en panaderías como la de Monte y Águila, en el propio municipio, y la localizada en la calle Monserrate, en la Habana Vieja, los estantes estaban vacíos.

Muchos piensan que de prolongarse la escasez de harina pronto se verá afectada también la fabricación de pizzas, que constituye un surtido fundamental en los negocios privados de alimentos, y que además ofician como una especie de tabla de salvación para aquellos que no tienen comida en sus casas, y tampoco cuentan con dinero suficiente para acudir a restaurantes o paladares de mayor rango.

No se descarta que la escasez repercuta también en la periodicidad con que se oferta el pan normado de la libreta de racionamiento, un minúsculo pan redondito por persona, y al que no pocos consumidores han renunciado debido a su pésima calidad.

Un panadero, al ser preguntado acerca de cuándo podría normalizarse el suministro del pan, por supuesto no pudo responder. Solo atinó a decir que “vamos a ver si Putin se apiada de nosotros y nos regala un poco de harina. Así, aunque sea, tendríamos pan”.