Inicio Cuba Aires ominosos para el periodismo cubano

Aires ominosos para el periodismo cubano

LA HABANA, Cuba.- En el recién concluido Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se impuso el más rancio continuismo inmovilista en el forcejeo y el tira y encoge por abrir mínimos espacios a la información.

A pesar de las expectativas que abrigaban algunos con la Nueva Política de Comunicación, fue a tenor de ella, no tan clara y amplia como decían, que soplaron aires ominosos para la labor de los comunicadores.

Además de la reiteración de que los medios seguirán siendo de propiedad estatal, hubo pedidos de que haya sancione legales contra los periodistas que colaboren con órganos de prensa extranjeros. Eso, justo en momentos en que parecía que la prensa oficialista estaba decidida a competir a la hora de informar, con los medios alternativos, para no permitir que les tomaran la delantera.

Esto claramente va enfilado contra los periodistas que escriben en sitios como El Toque, El Estornudo, La Joven Cuba y Periodismo de Barrio. Sin mencionarlos, a ellos se refirió el Díaz-Canel, colocándolos del lado opuesto, en el bando enemigo, por mucho que se hayan mostrado socialistas y dentro de la revolución. No deja de asombrar la capacidad del régimen para crearse nuevos adversarios, aun entre quienes no lo son.

Para los periodistas independientes no son noticias nuevas. Las amenazas, el hostigamiento, los arrestos, los decomisos de equipos, nunca han cesado. Que pueda aumentar la represión siempre es un riesgo previsto.

Fue patético este congreso de la UPEC, con periodistas mal pagados, que seguirán esperando pacientemente por un aumento salarial que no acaba de llegar, tratando de adivinar dentro de qué márgenes les permitirán moverse para hacer el periodismo de más calidad que les exigen, mientras siguen proclamando su fidelidad perruna al régimen y reclamando más soga para sus pescuezos.

Da grima imaginar el ambiente confuso y paranoico que se respira en estos momentos en las salas de redacción del periodismo oficial. No se sabe qué se puede y qué no. No sabes en qué momento cometerás el error que te costará el puesto, o te regañarán, lo mismo por no llegar, por ser demasiado triunfalista, que por pasarte de la raya y ser demasiado crítico. No se sabe quién estará husmeando tu trabajo, buscando deslices y matices nocivos, para exigirte seas más cuidadoso y responsable con tus criterios. Y cuidado con lo que digas. El que ayer considerabas tu amigo y con el que cuchicheabas dudas e insatisfacciones puede ahora estar presto a chivatearte para ganarse puntos con los jefes.

¿Qué periodismo creativo y de calidad podrán hacer en esas condiciones? Tal vez la pista sobre la guía a seguir la dio Arlene Rodríguez, la inefable dama de la Mesa Redonda, cuando toda emocionada, calificó a Fidel Castro como “gran genio del periodismo”.

Qué decepción para los periodistas que soñaban con un marco legal para desempeñar su trabajo, con garantías y derechos, entre ellos, el de tener acceso a la información pública.

Tal vez ahora tengan un poco más de inmediatez para informar lo que estén autorizados a informar, pero eso no garantiza que algún funcionario no les dé la espalda y los deje con la pregunta en la boca, les cuelgue el teléfono o les tire la puerta en las narices. Después de todo, los periodistas, que son “soldados al servicio de la revolución”, como suelen repetir, están advertidos de las jerarquías y la sacralidad del secreto de estado.

¿Qué se puede esperar de un gobierno que limita la libertad de expresión y de prensa con el pretexto de salvaguardar la seguridad nacional y que consagra en el artículo 53 de la Constitución –que seguramente no será modificado- que los medios masivos, todos propiedad del estado, “no pueden ir en contra de los intereses de la sociedad socialista?

En esas condiciones, es una payasada hablar de un periodismo que no sea mera propaganda al servicio del régimen.

[email protected]