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Artista x artista: promoción del arte joven en Cuba

Melis y Garaicoa. Foto del autor

LA HABANA, Cuba.- El espacio Artista x Artista, en Séptima y 6, Miramar, que sigue promocionando el arte más joven, nos ha permitido ahora asomarnos a la obra de Adrián Melis y al proyecto conjunto de Raulito Bazuk y Julio Llópiz-Casal.

Hay que recordar que este espacio es una de las iniciativas personales del artista Carlos Garaicoa, que, no conforme con la notable proyección que ha logrado fuera de Cuba con su trabajo, se preocupa desde hace años en atraer la atención internacional sobre los creadores emergentes de nuestro país, para que reciban apoyo material y se familiaricen con el panorama artístico mundial.

Haciendo esto, Garaicoa está, de cierto modo, ampliando su propia obra, cuyo laboratorio y cuya materia prima es La Habana misma, con toda su problemática social, histórica, política y cultural, como espacio de una utopía fracasada, pero también de sueños vivientes y de un arte que se abre paso al margen de, e incluso contra, el totalitarismo oficial.

En esta ocasión, Adrián Melis (1985) se refirió a su exposición personal La tierra de la abundancia, que será inaugurada el día 20 en la galería independiente El Apartamento, y charló y presentó fragmentos de video de otros proyectos suyos anteriores, realizados en el extranjero, pues Melis —graduado del Instituto Superior de Arte y de la Cátedra de Arte de Conducta de Tania Bruguera— vive desde 2010 en Europa, principalmente en Barcelona.

La obra de Melis nos puede resultar enseguida muy cercana, pero su profundidad cae en el vértigo y hasta en lo kafkiano. “Mi trabajo explora la relación entre los marcos impuestos por las estructuras sociopolíticas, legales o económicas”, explica el artista, “y las estrategias generadas por los individuos que intentan evadir o subvertir estas normas rígidas”.

Melis intenta poner en evidencia las tensiones entre productividad e improductividad, presencia y ausencia, planificación y fuerza laboral, pues lo motivan el desinterés de las personas por el trabajo como fuente de ganancias y la pérdida de valores éticos en el contexto diario, y a partir de ahí construye sus metáforas.

Viniendo “de un sistema socialista y paternalista con una escandalosa inutilidad a nivel empresarial”, Melis descubre en el arte una herramienta para “convertir lo improductivo de un sistema en algo productivo”, aunque, por supuesto, aquí la productividad solo puede existir en un nivel artístico y no en el de la realidad, aunque la obra misma resulte paradójica.

Por ejemplo, en una fábrica detenida por falta de materiales, el artista logró la cooperación de los obreros, que pasaban el día sentados, para que imitaran con la boca el sonido de cada máquina que trabajaba en la producción durante una jornada laboral. En otra pieza, compró las excusas que daba un grupo de trabajadores para ausentarse de su centro, grabando cada conversación telefónica con el funcionario correspondiente.

Plan de producción de sueños por empresas estatales en Cuba trata de convertir lo que sueñan cientos de trabajadores que se quedan dormidos en su puesto, por toda Cuba, en una especie de mercancía: cada sueño es guardado, escrito o dibujado, en una caja parecida a un humidor para tabacos. Stock reune fotos tomadas por varios individuos del lugar en que estuvo el objeto que antes ellos robaron en su trabajo, con títulos como “18 langostas”, “44 ladrillos” o “3 sacos de arena lavada”.

The New Man and My Father, sin duda alguna una pieza muy elocuente, consiste en un video donde el artista le hace varias preguntas a su padre, Antonio Melis, quien responde solo con su silencio a los cuestionamientos sobre el envejecimiento del sueño revolucionario y sobre la posible llegada del capitalismo al país.

Ya en una entrevista, a la interrogación de “si tu arte fuera música, ¿a qué sonaría?”, Melis responde que “a Los Aldeanos”. ¿Dónde no expondrías nunca? “En un espacio que me usara como objeto político a conveniencia propia”, dice este artista sin taller físico, pues su campo de acción es la calle, en Cuba y dondequiera: “Todas las ideas y proyectos que he desarrollado se me ocurren hablando con personas que no son del mundo del arte”.

La presentación de Adrián Melis estuvo enmarcada por el proyecto interactivo Food-food de larga duración, un muestrario del trabajo de Raulito Bazuk y Julio Llópiz-Casal, que han emprendido una colaboración entre cocina y artes visuales, como lo demuestra Shot Melacholia, un coctel-ritual con aguardiente Ambulancia, caramelo de hierbabuena y limón pintado.

Llópiz-Casal (1984) es un artista visual interesado en la relación entre diseño, conceptualismo, escritura y otras prácticas interdisciplinares, y su práctica creativa abarca lo mismo las exposiciones convencionales, que el diseño de camisetas y la publicación del fanzine cultural Revista de la vagancia en Cuba.

Por su parte, Raulito Bazuk (1985) es un chef que busca reflexionar en torno a la cocina cubana. Desde su restaurante Grados, en El Vedado, desarrolla una amplia labor investigativa, de intercambio y comunitaria, impulsando su proyecto de rescate de la cocina cubana de todos los tiempos a partir de la literatura y la historia, además de producir y dirigir La vida misma, un reality show sobre su estilo de trabajo y su actitud hacia la cocina.

En la presentación, Carlos Garaicoa había dejado claro que, aunque “a veces estas actividades son un poco subterráneas y solo existen en las redes sociales, nuestro objetivo es apoyar un panorama artístico creciente, necesitado de nuevos espacios y nuevos escenarios”.