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«Ataques acústicos» en La Habana podrían haber sucedido inicialmente a finales de los 80

Jay Taylor, Foto The New Yorker

MIAMI, Estados Unidos.- En un texto publicado por The New Yorker este lunes, la segunda parte de uno que vio la luz el pasado domingo titulado “El misterio del síndrome de La Habana”, sobre los diplomáticos estadounidenses que se vieron afectados por extraños síntomas en la capital de la isla, asegura que esta no es la primera vez que en Cuba tienen lugar eventos de este tipo, y que al final de la década del 80 Jay Taylor, un veterano diplomático estadounidense, y varios miembros de la familia, experimentaron extraños sucesos que podrían dar luces al dilema que viven hoy los dos gobiernos en cuestión.

Adam Entous cuenta en su trabajo “Mojitos explosivos: los primeros “ataques sonoros” contra los diplomáticos estadounidenses en Cuba podrían haber ocurrido hace treinta años” que en la residencia del embajador de Estados Unidos, que por esos años acogía a Taylor y su familia, alguien intentó levantar un mojito en la Navidad de 1987 y que de la nada el vaso se rompió en mil pedazos. “Era la semana de Navidad, 1987, treinta años antes de que espías y diplomáticos estadounidenses informaran que habían sido atacados en La Habana el año pasado por lo que algunos investigadores y médicos creían que era un tipo de dispositivo de energía dirigida que causaba lesiones similares a las conmociones cerebrales”.

De acuerdo al informe, Taylor que había sido veterano de la Infantería de Marina y se desempeñó en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca y como Subsecretario de Estado Adjunto para la Oficina de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado, bajo Ronald Reagan “sabía que estaban siendo monitoreados, y que la residencia estaba conectada con dispositivos de escucha y pequeñas cámaras, lo que permitía a los oficiales de inteligencia cubanos espiar, en tiempo real, todo lo que estaba sucediendo dentro. “Nos conocían íntimamente”, asumió Taylor”.

La policía secreta cubana acosaba habitualmente a los diplomáticos y espías de Estados Unidos en la isla, asegura el trabajo, y además dice que Jason Matthews, quien se desempeñó bajo Taylor como jefe de la estación de La CIA en La Habana, encontraba a cada rato colillas de cigarrillos en el cenicero de su mesa de café, “una señal de que un ´equipo de entrada´ cubano había visitado, sin ser invitado, durante la noche y quería que supiera que habían estado allí”.

Varios incidentes después de esa semana de Navidad llevaron a pensar a Taylor que los incidentes estaban dirigidos a su familia, y le exigió una respuesta a su homólogo cubano, que negó cualquier relación lo que estaba sucediendo con el Gobierno de La Habana.

“Matthews, quien más tarde fue el autor de la trilogía de espías y novelas “Gorrión rojo”, supuso que los cubanos habían usado algún tipo de dispositivo de energía sonora o dirigida para romper el vidrio y los artículos de cerámica (…) Una teoría que Taylor y Matthews aprovecharon, fue que los cubanos habían usado la tecnología rusa para romper los elementos. (Los rusos invirtieron mucho en tales dispositivos durante la Guerra Fría y, en los años setenta, bombardearon la Embajada de los Estados Unidos en Moscú con microondas. Años más tarde, la Agencia de Seguridad Nacional recogió información sobre un país “hostil”, que declinó para identificarse por su nombre, desarrollando “un sistema de microondas de alta potencia que puede tener la capacidad de debilitar, intimidar o matar a un enemigo con el tiempo y sin dejar evidencia”.

No obstante, el periodista asegura que, si los cubanos tenían un arma de alta energía, los estadounidenses nunca la encontraron. Treinta años después de aquellos hechos misteriosos, Jay Taylor escribió un artículo de opinión que nunca fue publicado, el cual tituló, “Ataques electrónicos a la misión estadounidense en La Habana, hace 30 años y hoy “.