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Bestialidad ‘hecha en Cuba’ Cubanet

Jóvenes cubanos (Archivo)

LA HABANA, Cuba.- Unas de las maneras de aplacar los efectos de las frustraciones generadas por las constantes e irracionales prohibiciones, el desabastecimiento crónico, los bajos salarios que la inflación transforma en humo y el hecho de malvivir en un tugurio por toda la vida es a través de un cóctel de improperios, una retahíla de trompadas o un certero machetazo.

Basta un incidente menor para que se desate el pandemonium.

Las broncas en discotecas, parques y callejones de cualquier barrio cubano se han convertido en la válvula de escape a los problemas existenciales. Agredir al prójimo, verbal o físicamente, parece ser una terapia que alivia las punzadas del hambre y la desesperanza.

Lo peor de todo es que no se trata de un síntoma pasajero, estamos sencilla y llanamente ante expresiones cada vez más ilustrativas de un caos.

La violencia es el distintivo de una sociedad forjada sobre el ciclo de las unanimidades en torno a lo que determina la cúpula de poder. Esta suma de hechos que revelan la descomposición del tejido social son apenas el preámbulo de lo que se avecina.

Me pregunto: ¿es posible articular un modelo democrático sobre bases sociales tan endebles? ¿Cuántos recursos y tiempo habría que invertir para educar a una población, cuyos patrones de conductas tienen como base la doble moral, la delación, el robo como medio de subsistencia y el uso desmedido de la violencia a la hora de dirimir un conflicto?

El uso de la fuerza bruta, aparte de las condicionantes socioeconómicas, tiene también que ver, y mucho, con la naturaleza del discurso asumido por la clase política que aun gobierna el país.

El odio, la descalificación, los arrestos y las palizas contra cualquier expresión crítica ha sido una constante durante el largo mandato del régimen que convirtió los manuales del marxismo leninismo en una escalera para llegar a las cumbres del poder absoluto.

La Cuba postotalitaria puede que sea más violenta. El castrismo se empeña en lograrlo con la conservación y el estímulo de las políticas que han provocado la total desaparición de los valores éticos y morales. Con dos palabras se resume el actual clima social: mediocridad y envilecimiento.

Desde hace bastantes años el ir y venir de las peores costumbres es parte esencial del escenario establecido por nuestros “salvadores”. Que alguien saque a la palestra sus instintos, en los niveles más cercanos al mundo de las bestias, es algo que se observa sin mucho aspaviento, dada la frecuencia con que ocurre.

Ante el inicio de un problema las reglas son claras: no se discute, se golpea rápido y bien duro.

El diálogo civilizado es cosa de gente floja, comportamiento burgués. Esa es la filosofía del hombre nuevo que parió la revolución socialista.

(Jorge Olivera, periodista residente en Cuba, se encuentra de visita en Estados Unidos)