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Bolivia: fraude electoral y renuncia presidencial

(Foto: Reuters)

LA HABANA, Cuba. – Como a muchos otros cubanos, la feliz noticia de la renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia me llegó mientras terminaba de ver, en el principal canal de televisión, el filme Yesterday (por el título de la canción homónima de Los Beatles). Se trata de una comedia romántica inglesa, sin mayores pretensiones. Cuando todos los espectadores esperábamos el desenlace del romance entre los protagonistas, se interrumpió la proyección de la película y empezaron a transmitir la señal del canal Caribe, órgano noticioso de agitación y propaganda castrista.

Como cuadra a un régimen que siente absoluto desprecio por el ciudadano de a pie —y lo demuestra a cada paso con el mayor desparpajo— el cambio no fue anunciado siquiera por un locutor. Simplemente cambiaron la señal y ya.

Aclaro que no me parece mal que hayan cortado la película para dar esa información. Creo que su importancia ameritaba una medida extrema como ésa. Pero en cualquier país civilizado la interrupción se habría limitado, a lo sumo, a un par de minutos. No así en Cuba, donde el encadenamiento adoctrinador se prolongó por más de tres horas, hasta el inicio del Noticiero Estelar. Sigo sin conocer —y junto conmigo los restantes espectadores— el desenlace de Yesterday.

La cobertura de la noticia puso de manifiesto una vez más la incapacidad total del patético Departamento Ideológico y su aparato agitador. En poco más de tres horas, la alocución quejumbrosa que, para autojustificarse, hizo el líder cocalero devenido Presidente, fue transmitida… ¡nada menos que cuatro veces! También se repitieron las palabras del vice perpetuo, Álvaro García Linera.

Los comunistas improvisaron una especie de mesa redonda, con tres periodistas que repetían los mismos conceptos, sólo que con palabras diferentes y desde ángulos distintos. En resumen: un martillamiento inmisericorde en los cerebros de los infelices cubanos. No importa que el intento haya sido torpe (y, por ende, inefectivo): casi nadie prestó atención al coro propagandístico. Lo que cuenta es la intención adoctrinadora del régimen.

Junto a la defensa del inefable Evo y su pandilla del MAS (Movimiento al Socialismo), se intentaba inocular otra idea: la maldad de los opositores, que sin respetar la legalidad ni el orden constitucional de Bolivia, usaron la fuerza para deshacerse del mandatario indeseable y echar a un lado su régimen. Ésa es la versión que dieron del suceso.

Los que defienden el “socialismo del siglo XXI” —pues— hablan como si las infracciones de la Ley hubiesen comenzado con las protestas de los opuestos al continuismo evista. Se trata —como es obvio— de una mentira manipuladora. El enfrentamiento nació por los actos del gobierno y del Tribunal Supremo Electoral, el cual, como otros flamantes poderes del “Estado Plurinacional”, estaba plegado por entero al régimen de Evo.

El autor de estas líneas, en otro trabajo periodístico publicado en CubaNet a raíz de celebrarse las elecciones, aludía a los sólidos indicios de un gran fraude perpetrado para beneficiar la candidatura de Morales-García Linera. Esto incluía casi un día de suspensión en el suministro de nuevos datos electorales y la renuncia del único miembro digno del órgano electoral: nada menos que su Vicepresidente.

Ahora el informe rendido por los técnicos de la Organización de Estados Americanos (OEA) que monitorearon el proceso, ofrece datos más precisos. Esto incluye el “comportamiento (…) muy inusual” del último 5% de los votos escrutados (cuya entrega, de manera harto sospechosa, estuvo suspendida por 20 horas).

En ese segmento, el porcentaje de los votos obtenidos por Evo habría aumentado en un 15% con respecto a la media nacional, mientras que el de su más cercano competidor (el expresidente Carlos Mesa) se habría reducido en la misma proporción. Esta insólita realidad bastó para que, según los datos oficiales, la diferencia entre las boletas emitidas en pro del candidato continuista y las obtenidas por Mesa excediera del 10% del total. Esto, a su vez, habría bastado para evitar la temida segunda vuelta.

En varios departamentos del país muchos escritos electorales fueron incinerados de manera ilegal. También hubo documentos falsificados. Según el diario ABC, “en algunos casos se verificó que todas las actas de un mismo centro habían sido completadas por la misma persona, por lo general un interventor del MAS”. De conformidad con algunos de esos documentos, el partido oficialista habría alcanzado ¡el 100% de los votos y, para colmo, con un 100% de participación electoral!

El análisis de las actas de las votaciones realizadas en la Argentina (donde sufragaron casi cien mil bolivianos, con el 82% —supuestamente— haciéndolo a favor de Morales) arroja resultados aún más escandalosos: De 176 de ellas escogidas al azar, “un 38% incluyen más votos que el total de inscritos”. O sea: que allí votaron hasta los muertos…

La conclusión, el Informe de la OEA señala que se encontraron “irregularidades extremadamente graves”. Los expertos panamericanos consideraron “improbable” que Morales haya ganado en primera vuelta, por lo cual recomendaron “otro proceso electoral”, Este último, además, debía celebrarse con “nuevas condiciones que den (…) garantías para su celebración, entre ellas una nueva composición del órgano electoral”.

En una palabra: Estamos en presencia de un “pucherazo” descarado: Una manipulación burda y desvergonzada, que sólo los “socialistas del siglo XXI” y los ¿periodistas? de la Televisión Cubana son capaces de defender.

Todo lo anterior está muy bien. Ha quedado demostrado el vulgar fraude electoral. Pero lo fundamental en estos sucesos, lo más digno de destacar, es la postura vertical asumida por el valiente pueblo de Bolivia, que salió a protestar en masa por el grosero escamoteo de su voluntad expresada en las urnas. Él es el verdadero héroe de estas jornadas memorables.

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