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Chocolate y Benny Moré: música cubana en dos tiempos

Chocolate (izquierda) Benny Moré (derecha). Foto collage CubaNet

LA HABANA, Cuba.- El reguetonero cubano Chocolate MC afirmó, hace unos días, ser el Benny Moré de estos tiempos. Su declaración revolvió la bilis a miles de cibernautas que le han respondido con burlas, improperios y deplorables ataques racistas; aunque más de un cubano instruido ha salido en defensa del polémico cantante, procurando establecer algunos paralelismos entre el Bárbaro del Ritmo y el autonombrado Presidente Único de la República Repartera.

Las reacciones contra el autor de “Bajanda” por haberse comparado con el Benny han sido desmesuradas, como si el autobombo y la hiperbolización del éxito alcanzado no fueran rasgos inherentes a los cultores del reguetón. Chocolate es un provocador, y dijo lo que dijo porque sabía que muchos iban a saltar. La iconoclasia también forma parte de su performance y ahora, para demostrarle a sus haters que no hay rencores, acepta que lo llamen King Kong.

Está claro que Choco no es el Benny, y quienes han intentado asemejarlos trayendo a colación cuestiones de raza, extracción social y un comienzo difícil en sus respectivas carreras, necesitarán mucho más que argumentos simplistas, de carácter extra artístico además, para sostener su criterio. Mal que pese a muchos, el “reparterismo” que pregona Chocolate tiene decenas de miles de seguidores. Ha ganado cuatro discos de oro y ha sido reconocido por la plataforma YouTube, principal medidor del éxito comercial en los tiempos que corren.

El Bárbaro, hasta donde se sabe, no obtuvo más recompensa que la veneración de un pueblo entero a su legado musical. Esa es justamente la razón por la cual Chocolate jamás podría ser el Benny de hoy; porque cambiar un compás y rebautizar un estilo no es suficiente para perpetuar una obra e inspirar a generaciones de músicos medio siglo después.

Los entusiastas defensores del reguetón que han encontrado en la declaración de Chocolate el menor destello de verdad, necesitan refrescar sus oídos y redescubrir de qué está hecho un músico virtuoso. El Benny tenía una intuición excepcional para el ritmo y la melodía. Ciertamente necesitó de un arreglista capaz de llevar al pentagrama lo que a él le sonaba en la cabeza; pero su manera de interpretar cada uno de los géneros de la música cubana fue propia de un genio.

Es infantil comparar la proeza de quien se curtió con los músicos más importantes de su tiempo antes de fundar su legendaria Banda Gigante y llevar el son a un nivel de popularidad sin precedentes en los años cincuenta del pasado siglo, con un artista que no difiere de sus congéneres más allá del toque personal que pueda imprimirle a un background infinitamente repetido. Sin los artificios del Dj, Chocolate y sucedáneos no podrían dedicarse a la música. En cambio Benny Moré, además de poseer un amplio registro vocal, era un tremendo improvisador, de impecable dicción, bendecido con un carisma excepcional.

Chocolate es el “Rey de los Reparteros” por ahora. Sabe que la “pegadera” es efímera porque hay demasiados haciendo lo mismo para un público que olvida rápido. Muchos de sus seguidores le aplauden el mérito de haberse posicionado a golpe de ego y confrontación; pero también han asumido la defensa del repartero mayor como si hubiese que reconocerle obligatoriamente una relevancia que no tiene.

Dicha actitud se ha visto acompañada en ocasiones de un insultante desprecio por la música cubana de épocas anteriores. Al parecer, las urgencias de nuestros días imponen el dominio de estas sonoridades violentas que constituyen el reflejo de una parte de la realidad que se vive en la Isla. Chocolate es el resultado de la fermentación de la sociedad cubana; en tanto Benny Moré fue la consecuencia lógica del proceso de enriquecimiento que venía experimentando la música antillana desde finales de los años treinta del siglo XX.

De manera sigilosa se ha ido entronizando la noción de que para ser un crítico de actualidad hay que tragarse lo que sea sin hacer arcadas; algo que en mi opinión es, cuando menos, deshonesto. Esta tendencia es la que ha provocado que en programas y shows televisivos eleven a reguetoneros y cantantes urbanos con apenas un par de años de carrera, a la categoría de grandes artistas. El elogio inmoderado, la apreciación acrítica o enfocada únicamente en la rentabilidad de determinadas propuestas musicales, contribuyen a que figuras menores, como Chocolate, se le ocurra compararse, medio en broma, medio en serio, con el Bárbaro del Ritmo.

El reguetón, como cualquier otro género musical, tiene derecho a existir; pero cada quien en su sitio para no perder la brújula. Chocolate tiene la estatura de sus letras y su reggaemorfa, una fórmula que funciona solo para un sector de la sociedad. Benny Moré representa un canon. Es, junto a otros creadores e intérpretes de insuperable huella, la prueba de que alguna vez fuimos una Isla con una creatividad explosiva, el rincón más musical del planeta.

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